El pasado 29 de diciembre se cumplió una década del trágico accidente que tiene a los aficionados a la Fórmula 1, especialmente a los ferraristas, en vilo, pues la leyenda germana de Kerpen, Michael Schumacher, dejó de ser esa fuerza de la naturaleza para convertirse en un recuerdo viviente. Y es que Michael nos enseñó hace 23 años que Ferrari podía no sólo ser la escudería más popular de la máxima categoría, sino que también era capaz de ser campeona del mundo nuevamente y ahora de la mano de un monarca absoluto, capaz de escribir su propia era, con paciencia y temperamento, desafiando el orden de las cosas.

Schumacher llegó a Ferrari proveniente de Benetton con un bicampeonato bajo el brazo y supo construir desde Maranello un equipo en torno a sí mismo, guiando y dejándose guiar por el francés Jean Todt, sumando a piezas clave como Nigel Stepney o Ross Brawn (quien brilló con luz propia), escribiendo la etapa más gloriosa en la historia de la escudería roja, años que a la distancia lucen legendarios y hoy muchos extrañan.

Schumi fue en la F1 líder, fuerza hegemónica, furia, hijo, hermano y esposo y padre de familia. Corinna, su mujer, asistió prácticamente a cada una de sus carreras, y siempre discreta dejó ver ese lado humano de Michael, quien en cada victoria la buscaba entre la multitud para celebrar. Cómo olvidar las lágrimas de Schumacher en la conferencia de prensa posterior al Gran Premio de Italia en Monza del año 2000, quien invadido por la emoción de igualar el récord de victorias de Ayrton Senna rompió en un llanto que contagió a todos. También cuando horas después de sepultar a su madre volvió de Alemania para ganar en San Marino 2003.

El también llamado Káiser fue uno de los últimos pilotos de su generación que lo mismo corrió con Senna, Prost o Mansell, Montoya o Alonso, que con Vettel, Rosberg y hasta el mismo Sergio Checo Pérez. Además, fue el primero que demostró que el añejo récord del célebre Juan Manuel Fangio era rompible, llevando la marca a siete títulos (los que hoy también tiene el inglés Lewis Hamilton).

Ya retirado del Gran Circo en 2012, Schumacher comenzó a ser el embajador que la F1 necesitaba, una voz autorizada para hablar con fuerza de todo, desde competición hasta seguridad dentro y fuera de las pistas. Igualmente, comenzaba a preparar a su hijo Mike a dar el gran salto, dado que el chico tenía (y tiene) un apellido con una enorme carga qué soportar.

Pero hoy todo es silencio en torno a Michael desde su accidente en los Alpes franceses, mientras su esposa administra una fortuna estimada en 500 millones de dólares. Yo prefiero recordarlo como en sus mejores días, vestido de rojo celebrando con su gran sonrisa en lo más alto del podio, después de machacar a sus rivales. Pero sin olvidar que sigue entre nosotros.

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.
Google News

TEMAS RELACIONADOS