De la mano de mi querida tía Many tuve mi primer encuentro con la UNAM, fue en la antes llamada ENEP Aragón, a principios de los 90. Era apenas una niña cuando conocí aquellas aulas, caminé por sus pasillos e imaginé lo que sería formar parte de aquella gran casa de estudios.

Crecí en una familia que me impulsó a lograr mis sueños, incluso aquellos que pudieran parecer muy difíciles de alcanzar. Mi abuelito también trabajaba en la UNAM, pero él en Ciudad Universitaria, un mundo totalmente espectacular para mí. La primera vez que visité la famosa CU fue una experiencia inolvidable; contemplar sus grandes espacios, sus edificios históricos, su arquitectura volcánica, los enormes jardines, los museos e instalaciones deportivas, las famosas islas y, sobre todo, gente joven en cada esquina. Desde entonces supe que esa sería mi universidad.

Poco a poco fui conociendo más sobre la UNAM. Descubrí que tenía varias sedes en la Ciudad de México y la zona conurbada, así como extensiones foráneas. Tuve la oportunidad de enterarme en tiempo sobre los programas de bachillerato. Así comencé a soñar que estudiaba en las aulas de la Escuela Nacional Preparatoria Pedro de Alba, la llamada Prepa de Insurgentes. En esa institución conocí el significado de la palabra “compromiso”, pues los retos que se presentaron con mi ingreso fueron intensos: la necesidad de mantenerme entre los promedios más altos y preservar la beca de rendimiento, así como el asegurar un lugar en la Facultad de mi preferencia. En la Prepa 9 me enamoré y aprendí que la UNAM no sólo me daría aprendizaje académico, sino también de vida, y vaya que así ha sido.

Recuerdo de manera clara algunas clases, especialmente las de sociología, geografía política, psicología y artes plásticas, que hasta hoy en día siguen impactado mi vida cotidiana. No puedo olvidar cuando en la clase de sociología nos pidieron hacer una investigación a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS), visita que inspiró mi corazón.

Recorría los pasillos con los libros en mis brazos, una estudiante de bachillerato con la ilusión de ser una gran profesionista y fue ahí, cuando al bajar las escaleras de la explanada principal, tuve ese presentimiento, ese calorcito en el pecho que me decía: “Aquí será”, me visualicé estudiando ahí, platicando con nuevos compañeros, planeando proyectos en equipo y siendo feliz. Esa visión se volvió realidad cuando fui aceptada en mi primera opción: la licenciatura en Ciencias de la Comunicación, profesión que amo con todo mi ser.

Mi gusto por el idioma francés, que comenzó en la secundaria, se volvió un placer al fortalecer mis habilidades durante el bachillerato y consumar mis estudios en la licenciatura. En mi cabeza aún estaban las palabras de aquella adolescente que decidió aprender ese idioma pues “quería conocer París y vivir en Quebec”, aún sin saber nada de esas ciudades en aquel momento. Me enteré que la UNAM había rebasado las fronteras del país y contaba con sedes en el extranjero, una de ellas en Canadá, curiosamente en Gatineau, provincia de Quebec. En esta escuela se ofrecen cursos de idiomas durante el verano, por lo que en mi último intersemestral como estudiante decidí darme la oportunidad de conocer la sede canadiense. En mi último día del verano PUMA en la UNAM Canadá supe que regresaría por una estancia más larga; una vez más ese presentimiento llegó a mi y en el 2011 fui aceptada para realizar mis prácticas profesionales.

Por azares del destino mi estancia tuvo que acortase y regresé a México antes de lo planeado, pero con un proyecto que presenté al entonces director de la UNAM Canadá, en el que proponía una estrategia para promover en México todos los programas que la sede ofrecía, y fue así como desde el Centro de Enseñanza para Extranjeros en Ciudad Universitaria comenzó mi vida laboral en la UNAM.

La estrategia fue todo un éxito y el número de estudiantes en la UNAM Canadá se incrementó considerablemente, lo cual inspiró a las otras tres sedes de la UNAM en el extranjero (Chicago, San Antonio y Los Ángeles) para que se implementara la misma estrategia para promover sus programas, logrando un impulso en sus cursos y una buena visibilidad ante la comunidad universitaria.

Así, después de muchos años, el trabajo con las sedes de la UNAM en el extranjero se volvió mi pasión, en donde vi nacer nuevas sedes en China, Francia y Reino Unido, logrando ser esta última mi residencia laboral durante un año. Mi paso por la UNAM Reino Unido materializó mi sueño de ser parte de la organización del primer Verano PUMA en Europa, sueño que para muchos era inalcanzable por los gastos que este implicaba, sin embargo, se logró y fue un éxito.

De regreso en México se abrió la oportunidad de incorporarme al equipo de la Dirección General de Cooperación e Internacionalización como Directora de Cooperación Académica, en donde he tenido la oportunidad de apoyar las negociaciones internacionales para concertar con las Instituciones de Educación Extranjeras convenios para el intercambio de jóvenes universitarios, que realizan movilidad semestral en otros países y regiones del mundo. Jóvenes que me recuerdan aquella chica llena de ilusiones que se enamoró de la Universidad, que se atrevió a soñar y que hoy tiene esta oportunidad de retornar a la UNAM, por medio de un trabajo constante, un poco de todo lo que esta Máxima Casa de Estudios le ha dado.

Y en la tarea de forjar sueños y convertirlos en realidad la Fundación UNAM ha estado presente en muchas historias de éxito que se han contado en estas páginas. Miles de alumnos han sido beneficiarios de becas y apoyos académicos que les han permitido concluir sus estudios y ampliar sus oportunidades laborales y de vida.

La UNAM me ha visto soñar, crecer, crear, consolidar e inspirar. A mi UNAM le debo mucho, a mi UNAM la llevo siempre en mi corazón azul y oro. Vamos por más, siempre mirando hacia adelante, a seguir aportando para que juntos sigamos constituyendo la Universidad de la nación.

Directora de Cooperación Académica
DGECI

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