Hace mucho que no se veía una relación tan compleja con nuestros vecinos del norte, sobre todo con Estados Unidos (EU). Históricamente, la relación ha sido tensa y nos hemos ido a la guerra varias veces, pero no había estado tan “jaloneada” desde que firmamos el Tratado de Libre Comercio en 1992. Desde esa fecha para acá, ambos países nos hemos convertido en principales socios comerciales y EU, además, en el motor del crecimiento de nuestra economía. Nos van “jalando”, dado el poco crecimiento que por motivos internos se viene dando.

Pero en semanas recientes, el gobierno mexicano ha sido inusualmente crítico y hasta irónico con el de EU: se le critica por no apoyar las iniciativas de la 4T para “sembrar vida” en Centroamérica y, en cambio, dar incentivos económicos a Ucrania para resistir la invasión rusa; se le exige en reiteradas ocasiones explicar los apoyos de la agencia gubernamental USAID a organizaciones no gubernamentales y periodistas en México, no afines al régimen; se le tacha de ignorante en los temas que versan sobre los cambios legales en materia eléctrica en México, y hasta cuando apoyan boicots contra empresas rusas, aquí, el Secretario de Turismo, invita a Aeroflot a tener vuelos a México.

Por su parte, si bien EU no ha escalado la retórica como lo hacía el ahora expresidente Donald Trump, parece que está haciendo sentir su molestia con México de varias maneras y desde varias dependencias: el aparato de seguridad, desde el Comando Norte, dejando ver que una buena parte del territorio nacional lo controla el narco y que nuestro país es la principal sede del espionaje ruso en el mundo —a la par de que se ha informado en reuniones privadas que Rusia abrirá cuatro nuevos consulados para dar cobertura diplomática a su personal en México—. La oficina comercial (USTR), el representante presidencial para Medio Ambiente y el embajador de EU en México han sido claros en que vendrán demandas internacionales por temas eléctricos; la subsecretaria del Trabajo de aquel país ha criticado la lenta implementación de la reforma laboral dentro del T-MEC. Todo ello en cuestión de unas semanas, y tanto la vocera de la Casa Blanca, como el secretario de Estado, han criticado y externado preocupación por la libertad de expresión y la muerte de periodistas en México.

A pesar de ello, nuestros funcionarios parecen creer que en EU tienen tantos frentes abiertos —con China y ahora con Rusia—, que no podrán montar ninguna respuesta que nos afecte en lo que resta de la administración de López Obrador y, si lo hicieran, México podría cambiar su política migratoria para con los centroamericanos, lo que volvería la frontera sur de EU (y nuestra frontera norte) un caos, ocasionando, eso sí, una crisis política en estados fronterizos.

EU ha dado señales de que iniciarán litigios, de país a país, por violaciones al T-MEC en materia energética. Parece que están estudiando opciones adicionales en las que van prefigurando el terreno con la visita de algunos de sus funcionarios: quejas en materia laboral, imposición de cuotas a productos agropecuarios, aplicación de aranceles y hasta un mayor escrutinio de los miles de millones de dólares que llegan al país producto de las “remesas”.

Desde luego, deseamos que primero le vaya bien a México, pero cuesta trabajo entender y explicar por qué nos estamos distanciando de nuestro principal socio comercial. Y, además, lo hacemos cuando Europa está en guerra y, en ocasiones anteriores, los conflictos nos han dado un fuerte impulso para crecer al amparo de EU, pero ahora parece que la 4T quiere aplicar otra lógica.

Incluso ayer, nuestro canciller Marcelo Ebrard, en un evento con el Instituto de los Mexicanos en el Exterior, descartó litigios de EU en contra de México. Ojalá tenga razón. Pronto sabremos qué reacción hay en EU ahora que la Ley de la Industria Eléctrica ha quedado validada por la Suprema Corte, ¿pero habrá un plan B por si acaso hay reacciones?

 

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