Tan solo han pasado unos cuantos días de lo que el calendario señala como inicio del otoño. En nuestro campo es prácticamente el fin de un ciclo de uva. Sin embargo, la actividad vitícola de una emblemática región no refleja la satisfacción, ni la alegría que dejaría un año de trabajo agrícola.

A pesar de nosotros, este año, la naturaleza cumplió una vez más, otorgándonos uvas llenas de sabor, cargadas de experiencia. Aunque esta vez, envueltas en una piel frágil, muy frágil que se esfuerza desesperadamente por contener una semilla amarga que cada año es fecundada por nuestra recurrente indiferencia.

Hoy, amaneció nublado, a su manera, el cielo nos reclama la pérdida de rumbo. Los tonos grises que en otros ayeres simbolizaban júbilo y esperanza, se ven más como la llegada de una feroz tormenta, donde cada uno de nosotros, -consciente o inconscientemente- nos preparamos para cuidar nuestros propios intereses, traicionando de una vez por todas el bien común, olvidando que esta región nos ha dado tanto, a pesar de nuestro insolente caminar.

El Valle de Guadalupe se está cayendo a pedazos. ¿Cuándo empezó esto? ¿Cómo sucedió? No lo sé. En este momento me parece que poco importa. Ahora solo veo la infinita capacidad que tenemos todos y cada uno de los que algo tenemos que ver con este sitio para destruirlo, para demeritarlo, para anteponer nuestro interés sobre un bien común, siempre solapados en la generación de riqueza que por cierto nos ha ido alejando de un bienestar que en otros años abrazaba a esta comunidad.

Es cierto que hay de culpables a culpables, pero también es cierto que nos ha faltado delinear una postura clara e inamovible de lo que en algún momento se definió como la vocación vitivinícola del Valle de Guadalupe. Una vez más, el gobierno en turno vocifera a diestra y siniestra su compromiso con la actividad. En la práctica, hay una lista interminable de acciones cotidianas que dicen todo lo contrario. El gobierno actual y el pasado y el pasado han escondido en su gestión sus verdaderos intereses. A las autoridades no les importa el cuidado y bienestar del valle ni de sus habitantes, mucho menos darle cauce y proteger una región cuyo valor patrimonial sobrepasa lo regional. La potencial riqueza de una noble actividad ha sido ensuciada por todos con; intereses turísticos deformados, recreación pseudofamiliar de fin de semana, gastronomía de cajita, sin mencionar el simple cuidado del paisaje. Montañas, laderas, colinas y zonas riparias, muestran día a día nuevas y dolorosas heridas.

¡Basta!

¿Seremos capaces de revertir lo irrevertible?

Esta prueba, a la que hoy nos enfrentamos, tiene un alto grado de complejidad que implica dejar la simulación como pantalla para cubrir visiones individuales, haciendo nuestro mayor esfuerzo en alinear nuestras intenciones a la de un todo. Por alguna razón, nuestro quehacer vitícola se ha vuelto etéreo al estar rodeados de insensatez y contradicciones. No, no es un tema de derechas o de izquierdas, es un asunto de orden y solidaridad dentro de una comunidad. Impongamos una visión regional que realmente garantice el respeto a la región. No permitamos que las autoridades manipulen nuestra actividad cobijándose en un desarrollo que solo oculta la desmedida voracidad de gobernantes de paso.

Enólogo.

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