¿Recuerdas tu última comida con los amigos o con la familia?, en la que las carcajadas y la música se escuchaban por todo el restaurante, disfrutabas el sabor de tu platillo favorito y luego la sobremesa que se prolongaba porque el tiempo pasaba desapercibido. Al final, te despedías prometiendo que la próxima sería en otro lugar que conocías y donde también se come muy bien.

De pronto todo cambió, la pandemia nos obligó a aislarnos, esperando que fueran algunos días, quizá un mes en el que estaríamos resguardados para después retomar nuestra vida normal.

Los días transcurrieron hasta llegar a cumplir un año de confinamiento, periodo en el que la normalidad se ve lejana, y esa comida que prometimos con los amigos y seres queridos aún no tiene fecha en el calendario.

Pero, sobre todo, vemos con tristeza que esta pandemia se ha llevado miles de vidas y también ha pulverizado el patrimonio de muchas familias.

Durante este aniversario, en la industria restaurantera experimentamos y aprendimos diversas situaciones, una de ellas fue la falta de coordinación a nivel país que delineara acciones homogéneas. Los lineamientos restrictivos eran diversos en cada entidad, a pesar de que el semáforo epidemiológico fuera del mismo color, siendo la capital una de las más restrictivas.

A pesar de lo anterior, está industria no hizo a un lado su esencia de servir a México y su gente, por eso fue la primera en crear un protocolo de higiene denominado Mesa Segura, avalado por las Secretarías de Salud y Turismo; participó en la creación del programa capitalino “Ciudad al Aire Libre” que delineó las medidas de operación para diversos sectores. También, distribuyó comidas para el personal médico en diversos hospitales públicos y entregó más de 60 toneladas de despensa a colaboradores y sus familias.

Lamentablemente los meses transcurrían, los gastos asfixiaban a los empresarios restauranteros y los apoyos económicos por parte del gobierno no llegaron. En contraste, en diferentes países la ayuda financiera a las empresas no se hizo esperar, urgía reactivar la economía; por ejemplo, el gobierno de Canadá cubría el 50% de alquiler de los inmuebles, en Ontario se otorgó una ayuda de 300 millones de dólares para apoyar a los restaurantes; EU aplicó el Programa de Protección de Pago que consistía en ofrecer préstamos para que las empresas mantuvieran a su fuerza laboral; España avaló un subsidio por desempleo; y Alemania aprobó una prórroga en el pago del IVA.

Con restricciones para operar, sin apoyos financieros y con las cuentas por pagar que seguían acumulándose, el restaurantero ha sido uno de los sectores más golpeados en México. Las cifras son contundentes, 120 mil establecimientos cerraron de manera definitiva, ocasionando la pérdida de 400 mil empleos.

Apremiaba mostrarles a las autoridades la importancia que este sector tiene para la economía del país y, por consiguiente, para millones de familias. Fue así como la industria restaurantera mexicana se unió en un solo llamado: Abrimos o Morimos, lo que derivó en movilizaciones en la capital del país y el Estado de México. Se lograron avances, aún con restricciones, hubo reapertura; pero lo relevante es que mostramos la unidad de los restaurantes mexicanos.

Esa unidad se mantiene y se fortalece para reactivar a esta industria e impulsar una estrategia que equilibre economía y salud, porque aún estamos en una situación crítica, el avance de las vacunas es lento y se empieza a hablar de una “tercera ola” de contagios.

Sin embargo, en vez de aplicar la medida más inmediata que es el cierre de establecimientos, las autoridades deben procurar mantener la actividad económica de manera segura, implementando lineamientos generales para crear espacios seguros, instaurando reglas claras ante un semáforo rojo, naranja o amarillo, así el restaurantero tendrá certeza de las condiciones en las que podrá operar en cada color.

Asimismo, se requiere el compromiso de los tres niveles de gobierno para otorgar estímulos fiscales; créditos y microcréditos; acceso a las vacunas contra Covid-19 para los colaboradores del sector, generando confianza en los clientes, entre otros puntos.

El encierro no debe de ser de ideas, se requiere abrirse a ellas, adaptarnos a las circunstancias de manera segura y clara. Aplicar restricciones como al inicio de esta crisis sólo reflejará que de esta situación no se ha aprendido nada.

Germán González, presidente electo de Canirac Nacional; Francisco Mijares, presidente de la Asociación Mexicana de Restaurantes (AMR); y Fernando Saucedo, presidente de la asociación de Directores de Cadenas de Restaurantes (Dicares)

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