Le hizo bien a la el encierro. El nicho de mercado que representa este torneo pudo verse desde las fases semifinales, de manera gratuita, en el canal de YouTube de Claro Sports, empresa de Carlos Slim que apostó desde hace varios años al streaming en lugar de las plataformas tradicionales de televisión.

A diferencia de cuando eran transmitidos los partidos en Fox Sports y de cuando participaban equipos mexicanos y tenían una audiencia aceptable, la realidad es que desde la salida de éstos, en 2016, fue una competencia que pasó totalmente desapercibida en nuestro país.

La Conmebol, dirigida por Alejandro Domínguez, apostó por la creación de una Libertadores distinta, al estilo Champions League, donde la producción de televisión fuera unificada; claro, para eso tuvieron que llevar a expertos a Asunción para el plan de producción y operación de los partidos. Así empezó a cambiar y ya era igual ver un partido —en cuestión producción— entre Cúcuta y Tolima que un River vs Boca, por ejemplo. También cambiaron a partido único la final, algo que no les resultó muy favorable cuando tuvieron que llevarla a Madrid por la barbarie de aquella serie entre argentinos rumbo al estadio de River.

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Así fue cambiando, la metamorfosis llegó. La realidad es que se volvió a poner de moda en ciertos grupos de aficionados y sobre todo de analistas, muchos de ellos exagerando el nivel del futbol de los clubes sudamericanos y sobre todo afirmando que el futbol mexicano necesita de ellos para poder competir a alturas insospechadas. No hay nada más manipulado que ese concepto, es blofear, sentirse importante analizando algo que ni pudieron ver en sus primeras rondas, a menos que hayan hecho uso de la piratería.

El futbol mexicano estuvo en la Libertadores de 1998 a 2016 y no pasó nada, absolutamente nada distinto a nivel de Selección Nacional. Eso sí, se vivieron episodios detestables de trampas y manipulaciones de los sudamericanos para evitar a toda costa que destacaran los nuestros. Nunca fueron bien vistos los mexicanos, solamente por lo que representaban en dinero, en patrocinios, por lo que dejaban en antaño por parte de Alejandro Burillo, como ese gran cover millonario para participar en la Prelibertadores contra los venezolanos. Ahí sí eran bien vistos los mexicanos.

La Libertadores no es como la quieren ver tuiteros que se sienten expertos en futbol por haber participado en algunas transmisiones de radio o televisión, o porque estudiaron un curso en la Johan Cruyff. Dejemos de blofear; eso, sin duda, hace mal al futbol mexicano y manipula la realidad.

México regresará a la Copa, pero lo hará con las condiciones del área. Es decir, los campeones y subcampeones de los dos torneos irán a la Concachampions. Si un club repitiera como campeón o subcampeón, entonces iría el que mayor puntaje hizo en ambos campeonatos. A la Libertadores acudirán entonces tres equipos, los de mayor puntaje en el año futbolístico y que no hayan clasificado a la Concacaf. En un rápido ejercicio y tomando en cuenta los dos últimos torneos completos (Apertura 2019 y el Guardianes 2020) quedaría así: Monterrey, América, León y Pumas a Concacaf; Santos, Tigres y Necaxa a Libertadores. Poco atractivo, ¿no?

El ejercicio de minimizar lo de casa y enaltecer lo de fuera, una vieja costumbre de los acomplejados que se nutren de este deporte para sacar sus frustraciones.

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