Inician los

surrealistas. Tokio ni está listo, ni quiere tenerlos, pero ya habrá actividad desde este día en distintos escenarios deportivos. Surrealismo puro, una división de opiniones que desató el Comité Organizador al confirmar unos Juegos que en la normalidad hubieran sido fenomenales; hoy, son totalmente anticlimáticos.

No hay público, la población japonesa —que en gran parte no está vacunada— tiene miedo de los foráneos, aunque el miedo debería estar en casa. Solamente el 22 por ciento de la población nipona tiene la vacuna contra el Covid completa, el 12 por ciento incompleta; es decir, no llegan ni al 35 por ciento de la población vacunada de un país limitado en el tema, pese a su modernidad.

Más de un año de retraso, para encontrar a un Japón dividido por la población sin las suficientes vacunas en sus cuerpos y los extranjeros con el gran miedo de una deportación por incumplir las estrictas reglas impuestas por un Gobierno que no se atrevió a mandar la orden de cancelar, sólo para quedar bien ante el mundo, aunque sabe que sus reglas son ilógicamente estrictas en tiempos en que los contagios ya lo rebasaron.

Serán los Juegos de la televisión, aunque realmente la planificación del Comité Olímpico Internacional siempre ha sido para eso, para generar millones de dólares de derechos de TV por encima de cualquier cosa. Lo de menos es que vayan los fans a las tribunas, ellos nunca serán tomados en cuenta por el poderío económico de organizaciones como el COI .

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La vida continuará, con contagios, con muertos. A Japón no le preocupa el mundo de fuera, ellos están preocupados por ellos; por eso, los millonarios y gigantescos escenarios deportivos construidos para albergar estos Juegos serán la demostración más palpable de que lo que menos les importa es gastar, si esos millones y millones de dólares que el Comité Olímpico Internacional exige invertir aunque sólo sea para 16 días, los que los románticos les llaman de gloria , pero que también pueden ser bautizados los 16 días de explotación a las ciudades sede de Olímpicos .

Es una realidad fascinante, pero impactante. El deporte puede cambiar todo; por eso, lo que puede parecer un desastre nacional se convierte —de la noche a la mañana— en fiesta globalizada, donde el mundo vibrará con sus atletas, aunque el precio del contagio de Covid-19 esté siempre presente.

Alrededor de 15 mil atletas y 70 mil personas más entre funcionarios, federativos, periodistas, entrenadores, técnicos, están inmersos en el flujo de la vida cotidiana de Tokio , aunque sean secuestrados virtualmente y limitados en sus funciones y actividades; eso es lo de menos, porque mostrar al mundo que el gigante COI mueve a los países más poderosos del mundo es parte del olimpismo.

Hoy, la fiesta urbana no existirá, los mosaicos multiculturales llenos de turismo, diversión y manifestaciones sociales no existirán. Parece una especie de Juegos del Hambre , donde todos son manejados al antojo de las decisiones del COI . El escepticismo japonés, el abandono de tribunas, la catástrofe sanitaria, hacen de la inauguración de Tokio 2020 el arranque más exótico y extraño en la historia del olimpismo, aunque el mensaje de la NBC sea de fiesta, tradiciones, pasión y un gran triunfo del deporte sobre los problemas de la humanidad. Los Juegos Pandémicos inician, listos para contar medallas y, claro, contagiados de Covid-19 .

@gvlo2008 - gerardo.velazquez@eluniversalbgwire.com.mx

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