Después de la pandemia mundial de Covid-19, vivimos un mundo que modifica nuestra manera de interrelacionarnos, trabajar y establecer prioridades. Es una realidad distinta que impulsa nuevos comportamientos y formas de vida.

Los periodos de confinamiento que se prolongaron por más de dos años, aumentaron el sentido de concientización y nuevas búsquedas del sentido de la vida. Así, logramos captar el poder del arte y los contenidos creativos como parte sustancial de la realidad. Los consumidores no se limitaron a actuar como clientes o curadores, también comenzaron a invertir.

De manera paralela, esto minoró el pernicioso sentido de la gratuidad en los productos creativos y se fortalecieron conceptos trascendentales para la industria del arte, como la remuneración equitativa de las explotaciones en línea, la remuneración por copia privada, el derecho a remuneración de los creadores audiovisuales y el derecho de participación de los artistas visuales.

Tales acciones no sólo impactan en la justa retribución a los creadores, sino que fortalecen el acervo artístico y enriquecen las propuestas artísticas en industrias tan diversas como la fílmica, musical, literaria, fotográfica, escultórica, pictórica y otras.

Ahora, como parte de la nueva realidad, vivimos la aceleración digital que incide en todos los sectores económicos. La industria creativa no es la excepción.

Por ejemplo, en el sector musical percibimos una oleada de adquisiciones de catálogos y no hay signos de ralentización, prueba de que los inversores reconocen el valor de la música y las obras creativas.

Hoy, los fondos privados se convierten cada vez más en los nuevos propietarios de derechos y los Non Fungible Token (NFT) adquieren el estatus de activos digitales, lo que desafía la forma en que percibimos y valoramos las fotografías, videos, obras de audio y otros tipos de archivos digitales.

Pero la adaptación a nuevos entornos no está carente de desafíos, incluso algunos problemas de los creadores de arte se recrudecen.

Uno de ellos es el uso generalizado de las cláusulas buyout, que es la compra, con un único pago, de todos los derechos artísticos o comerciales, especialmente en el ámbito del streaming. Es un problema mundial que cambia la relación de negociación entre los creadores y los usuarios de sus obras. El auge del streaming de video en la era pos-Covid-19, subraya aún más la importancia de esta fuente de ingresos para los creadores y surge la necesidad de sensibilizar sobre el buyout.

Vale entonces destacar esto: Las obras de los autores y compositores de música, al igual que las de los guionistas y directores, son una parte inestimable e indispensable de la estructura narrativa en el cine, la televisión y otros medios audiovisuales.

Tradicionalmente, la recaudación por derechos de autor fue la única fuente de ingresos segura para los creadores. La práctica cada vez más extendida de buyout de derechos, incluidos los de comunicación pública, cambia completamente las condiciones en materia de remuneración y tiene importantes repercusiones para las carreras profesionales de los autores.

Por lo pronto, en México se impulsan campañas sobre la copia privada y el buyout, y se tratan de mejorar los ingresos de los creadores.

El país tiene un enorme potencial en la creación y es el único en América Latina que conforma la lista de los 20 exportadores de obra plástica a nivel mundial. Empero, no podemos asumir que la recaudación de percepciones del artista es una tarea intrascendente u olvidada. Los organismos de gestión colectiva velan por los derechos de los creadores para impulsar las expresiones artísticas y el arte como una industria que genera el 7% del Producto Interno Bruto (PIB) de México.

 
Presidenta de la Sociedad Mexicana de Autores de las Artes Plásticas 

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