Por: Dr. Ing. Germán E. Figueroa Vega
        Ing. Luis F. Robledo Cabello

Introducción

La sobreexplotación de los acuíferos, definida como la extracción de una cantidad de agua subterránea mayor que su recarga media natural, tiene múltiples consecuencias nocivas, ampliamente conocidas, como el abatimiento de los niveles del agua, reposición y profundización de pozos y de sus equipos de bombeo, hundimientos y agrietamientos del suelo, degradación de la calidad del agua, daños a calles, casas, edificios, redes de agua y drenaje y otras instalaciones subterráneas y cimentaciones mucho más caras.

Pese a lo anterior, por el rápido crecimiento de las ciudades, las autoridades acuden frecuentemente a sobreexplotar en forma irreflexiva sus acuíferos locales, por ser esta la fuente de agua más cercana y más económica, por lo menos a corto y mediano plazos, sin considerar que el desarrollo urbano que se está así propiciando pudiera no ser sostenible a largo plazo, desde el punto de vista del recurso hídrico, si no se cuenta con una fuente sustituta permanente antes de que hagan crisis los acuíferos por cualquiera de los efectos mencionados.

Consecuentemente, la sobreexplotación de acuíferos puede justificarse sólo si se tiene conciencia de que se trata de un aprovechamiento temporal que permite diferir sólo temporalmente inversiones importantes y que requerirá tarde o temprano de una fuente alternativa para garantizar la sostenibilidad del desarrollo en proceso.

De esta manera, la decisión de sobreexplotar un acuífero constituye un problema de planeación de su uso temporal, que se resuelve técnicamente mediante un planteamiento del campo de la Investigación de Operaciones, si se cuenta con los elementos de juicio que permitan estimar los costos implicados, el objetivo por optimizar y las importantes restricciones de la prevalencia de la sobreexplotación entre otras.

Y aquí surge la pregunta, ¿por cuánto tiempo y hasta dónde es práctico y posible vaciar o minar un acuífero?.

El vaciado de un acuífero

Para un acuífero homogéneo libre con abatimiento medio anual constante del nivel del agua subterránea debido a una sobreexplotación también constante, con la

información disponible y en una primera aproximación se puede determinar el tiempo de vaciado total del acuífero hasta que resulte imposible obtener técnica, económica y socialmente más agua subterránea.

Sin embargo, el continuo abatimiento de los niveles del agua subterránea introduce problemas de reposición cada vez más frecuentes de equipos de bombeo y de un gran número de pozos que operan en el acuífero, reduciendo su gasto, mientras los niveles dinámicos se abaten más rápidamente que los niveles estáticos, lo que ocasiona el agotamiento de los pozos obligando a incrementar constantemente su número, si se pretende continuar obteniendo el mismo caudal acelerando el proceso de vaciado, lo cual tiene límites imposibles de superar.

El resultado es que en algún momento, antes del vaciado total del acuífero, si se agrega el costo para la sociedad de las consecuencias colaterales de la sobreexplotación mencionadas anteriormente, el costo local de extracción y entrega de agua puede llegar a ser mayor que el de alguna fuente alternativa previamente identificada para garantizar el desarrollo sostenible y en tal situación dejaría de tener sentido continuar con la sobreexplotación del acuífero.

Sin embargo, aún cuando el contraste de costos sea fuerte para las aguas de los pozos locales en comparación con los de la fuente alternativa, la simple reposición de pozos y equipos no incide fuertemente en la decisión de suspender la sobreexplotación, porque en los pozos generalmente predomina el costo de la operación sobre el costo de la construcción, olvidando generalmente que los pozos pueden llegar a ser una fuente no sostenible.

En estas condiciones, son los efectos colaterales antes mencionados los que pueden obligar al cambio de fuente, siempre que dichos efectos impliquen costos importantes, como podrían ser los de tratamiento adicional del agua, si se presenta una fuerte degradación de su calidad como ocurre cada vez con más frecuencia en el Valle de México y en muchas otras regiones del país.

Lo anterior parece explicar porqué en ciudades como la Zona Metropolitana del Valle de México, con problemas muy serios por la sobreexplotación de sus acuíferos, se sigue demorando la introducción de una nueva fuente alternativa que permita resolver el problema, aún sabiendo que tarde o temprano se tendrá que proceder en esa forma, considerando también el hecho de que buena parte de los costos y consecuencias de los hundimientos y agrietamientos regionales impactan directamente en la economía de la población, de manera por demás injusta, con nulo apoyo de sus autoridades.

En estos casos, lo menos que se debe hacer es llevar a cabo en forma inmediata el proyecto ejecutivo de la fuente alternativa, incluyendo los posibles reúsos del agua, estableciendo las reservas de agua físicas y legales y tomando las medidas económicas necesarias para su ejecución futura, afinando el cálculo del tiempo disponible para el vaciado total del acuífero, mediante la adopción de un prudente factor de reducción o tal vez mediante estudios apropiados de Geotecnia que tomen en cuenta la posible reducción del área del acuífero, de su permeabilidad y del rendimiento específico con la profundidad y realizar el estudio de optimización del aprovechamiento, haciendo intervenir todos los costos pertinentes, sin ignorar los costos sociales que actualmente se cargan a la población más afectada por hundimientos, agrietamientos y otras consecuencias colaterales de la sobreexplotación de los acuíferos.

Comentarios finales.

La cancelación de la sobreexplotación de los acuíferos exige fuertes inversiones y por ello, fuertes sacrificios económicos por parte de la población, pero no hay agua más cara que la que no se tiene.

Consecuentemente, en paralelo a la aplicación de tales inversiones es necesario eliminar todos los derroches y desperdicios del agua, lo que implica reducir consumos mediante una apropiada nueva cultura del agua, eliminar fugas de todo tipo, en conducciones, redes de distribución e instalaciones privadas, como si se tratara de gas, petróleo o algún fluido más valioso aún, y aprovechar todos los reciclados y reúsos posibles del agua, incluyendo el tratamiento e infiltración de las aguas residuales, para reducir la necesidad de aguas de primer uso.

A este respecto, la necesidad de retener e infiltrar las aguas de lluvia sin sobredimensionar las instalaciones necesarias, obligará tal vez a destinar acuíferos o porciones de los mismos para almacenar aguas de pobre o mala calidad, para ser tratadas después de su infiltración hasta lograr su recuperación, y a modificar en consecuencia las rígidas especificaciones de calidad del agua que actualmente rigen para tal fin y que hacen económicamente imposible la adopción de este tipo de soluciones.

Finalmente, aún con la adopción de todas las medidas anteriores no será posible incrementar indefinidamente la disponibilidad de agua dulce en zonas en donde los acuíferos ya no son sostenibles, debe orientarse de alguna manera el futuro crecimiento de las poblaciones hacia las zonas de México con mayores excedentes hídricos, procurando modificar las actuales tendencias al crecimiento de las zonas urbanas e y la instalación de zonas industriales en donde no existe agua para su atención.

Miembros del Comité del Agua
Colegio de Ingenieros Civiles de México

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