Las personas que habitamos la ciudad, aprendimos en primaria del Imperio Mexica y cómo lograron hacer su ciudad a pesar de tener poca tierra firme y mucha agua. Hoy en día un habitante de esta ciudad puede pasar toda su cotidianidad sin detenerse medio momento a pensar lo que esta ciudad fue.

No se trata de la nostalgia, se trata del desprendimiento absoluto del lugar desde su perspectiva ecológica. Un colega lo puso en estas palabras: “negar la relación con el agua es negar el lugar en sí mismo”. La afirmación no es exagerada. El crecimiento de la ciudad se ha dado en esta negación.

Quienes tuvimos el privilegio de escuchar a Jorge Legorreta hablar de la cuenca, recordamos cómo se burlaba de los políticos a través de la historia que prometían que la ciudad ya no se inundaría con tal o cual obra. Y la ciudad, necia, se volvía a inundar. La realidad es que una gran cantidad de proyectos han simplemente ignorado a la cuenca y esto ha traído graves consecuencias para las personas que aquí vivimos incluyendo los riesgos de inundaciones, la mala calidad del agua, su mala distribución y los riesgos frente a sismos.

Hoy el discurso del gobierno de la ciudad recoge lo que organizaciones y académicos hemos dicho hasta el cansancio: la gestión del agua requiere una visión de cuenca. Lo que está por verse es cómo se materializa en el trabajo concreto particularmente del Sistema de Aguas de la Ciudad de México. Esta institución ha sido tradicionalmente una entidad concentrada en las soluciones desde la ingeniería, como muchas otras en el país, que resuelven presiones, tuberías, bombas y sobre todo de dónde sacar más agua. Esta visión nos ha traído a lo que tenemos hoy: una ciudad que invierte gran cantidad de energía eléctrica en el bombeo que contribuye a seguir emitiendo gases contaminantes y terriblemente vulnerable en los periodos de lluvia y de sequía todo esto que se está agravando y empeorará aún más con la emergencia climática.

¿Y qué significa esto de la visión de cuenca? La cuenca no es otra cosa que la expresión en el territorio del agua. Se considera que una cuenca es el territorio donde se colecta el agua hacia un mismo cuerpo de agua. Tener una visión de cuenca en la gestión del agua es considerarla en su ciclo entendiendo sus orígenes, sus rutas y que toda intervención que tengamos en el territorio tiene que preguntarse de qué forma ésta afecta al ciclo buscando compensar estos cambios.

¿Y esto cómo nos ayuda a hacer frente a la emergencia climática? Pues es que tener una visión de cuenca nos ayuda a ver cómo el agua la tenemos gracias a los ecosistemas: los bosques, pastizales, humedales. Conservar y restaurar estos ecosistemas nos permitirá no sólo tener más agua y de mejor calidad sino también reducir los riesgos de eventos climáticos extremos (cualquiera de los extremos) y mantener, y ojalá aumentar, la capacidad de captar carbono aminorando los contaminantes responsables de este problema.

Es tiempo de ver el agua como aliada, no como enemiga. Si la pensamos en su territorio, en su ciclo, encontraremos buena orientación de lo que necesitamos hacer.

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