En el brillante y satírico folleto “El arte de la mentira política” –atribuido a Jonathan Swift aunque todo indica que es obra de su amigo John Arbuthnot– se dice que “no hay ningún hombre que con mejor suerte suelte y propague una mentira como el que se la cree”. Es la descripción del mejor mentiroso. Y eso es precisamente lo que hemos podido constatar en nuestro país, gobernado por alguien que cree en sus propias mentiras, secundado por un gabinete donde los más serios ya se acostumbraron a mentirle (no diciéndole la verdad) y los más cínicos a repetir las mentiras (a sabiendas de que lo son y añadiendo las propias).

Desde el poder, la mentira se torna un círculo demasiado perverso. Y más allá de él, bona fide, está una multitud de fieles, gente simplemente crédula, que ha depositado su esperanza e ilusión en un gobierno que proclama el cambio como su principal bandera. Se trata de ciudadanos de todas las clases sociales, de variada cultura y condición intelectual, que han caído en la trampa de quienes saben, como decía Maquiavelo, que el que “engaña con arte halla siempre gente que se deje engañar”.

San Agustín, con benevolencia cristiana, suponía que no se miente si se cree en lo que se dice, aunque sea falso. Quizás a ellos los justifique de algún modo. En todo caso no los culpo, porque sabemos que original y sinceramente dieron su voto a Morena esperanzados en la transformación (cuarta, dijeron).

No obstante los abrumadores hechos, nuestros estafadores –concientes e inconcientes– insisten en tratar a sus seguidores como a perros de Pávlov: de acuerdo a una suerte de condicionamiento donde a todo estímulo (discursivo en este caso, con palabras “mágicas” como pueblo, neoliberalismo, corrupción, ricos, conservadores, etc.), se obtiene el apoyo deseado. ¿Por cuánto tiempo? Desde el poder se cree que esto funcionará así indefinidamente, pero sus cálculos, como en tantas otras cosas, pueden resultar fallidos.

Así como han anunciado, una y otra vez, equívocamente, que la crisis sanitaria está bajo control, quizás de igual modo puedan suponer que su popularidad va al alza. Y tal es la influencia que mantienen entre muchos ciudadanos que podría ser cierto, al menos momentáneamente. Sin embargo, si bien se ve, debería resultarles más bien alarmante porque la decepción y desengaño en puerta van a ser tremendas.

Yo en su lugar no estaría más preocupado por los que ahora mismo piden su dimisión, como por los que lo harán próximamente –y no podemos predecir de qué forma, aunque espero que sea en las urnas–, cuando el desencanto se generalice y las mentiras sean insostenibles.

Tengamos claro que cada día hemos visto cómo el número de contagios y muertes por Covid-19 está ya fuera de toda previsión oficial. Nadie esperaba que fueran infalibles, pero sí mínimamente responsables con el manejo de la crisis. ¿Costaba mucho impulsar un amplio programa de pruebas, como todos los expertos mexicanos y extranjeros solicitaron? ¿Más que Dos Bocas? ¿Más que el trenecito maya? ¿Por qué andar a ciegas cuando lo que está en juego son vidas humanas? ¿Cuánto valen las vidas de miles de personas? No se hizo lo posible. Y por privilegiar otras “prioridades” sigue sin hacerse. Ese va a ser el reclamo lapidario que los va a perseguir el resto de su gobierno y siempre.

En el terreno económico sucede otro tanto. A diario nos enteramos de un nuevo dato sombrío, acompañado de alguna nueva decisión gubernamental que parece sacada de un manual sobre cómo echar leña al fuego. ¿O de qué manera puede leerse el decreto para recortar en 75 por ciento el presupuesto para materiales, servicios generales y otros rubros de la administración pública federal?

No sabría decir qué fue primero en este gobierno, si la mentira o el prejuicio. Supongo que nacieron simultáneamente del oscurantismo. Y este ha quedado evidenciado en el desinterés por la investigación científica y social (de ahí que no importe la miseria a la que se condenan algunos centros del Conacyt, la Comisión Nacional de Áreas Verdes Protegidas o espacios académicos como el CIDE), la moralina religiosa y las estampitas “protectoras”.

De la inseguridad mejor ni hablar, las previsiones más sensatas hablan de que se multiplicará. Estamos ya a la deriva. Rozamos la esfera de lo que no podría superarse sino de forma milagrosa, como la idea del Presidente López Obrador de que “hacia julio” comenzará la recuperación. Cierto es que, como nos recuerda “El arte de la mentira política”, “todos nuestros prohombres tienen su propio «Fantateústico»” (“es decir, su particular imaginación, su modo y manera de forjar mentiras, de figurar las cosas”), pero en lo que respecta a las infundadas expectativas de AMLO, estas lo hacen aparecer como un político que ha perdido ya el contacto con la realidad.

Todos los gobiernos mienten, pero hasta los más falsarios mantienen algunos límites. Uno de ellos, según “El arte de la mentira política”, es la verosimilitud. Esto es, por enorme que sea la mentira debe guardar ciertas formas que la hagan creíble de algún modo. De tal suerte que si, por ejemplo, el INEGI acaba de informar que la pandemia dejó a 12 millones de mexicanos sin ingresos, no resulta coherente que el jefe del Ejecutivo presuma que en julio nos estaremos recuperando. Comprendo que en su universo místico la ciencia económica no tiene ninguna ciencia, y que aborrecido el neoliberalismo podemos por fin pensar en la felicidad, pero no deja de ser muy preocupante que –acaso sin mentirnos, como dice San Agustín– él crea realmente que así serán las cosas. Nadie con los pies en la tierra, por lo demás, le podría exigir que fuera en julio, ni siquiera en diciembre. Acabamos de caer en un pozo del que nos va a llevar un buen tiempo salir.

Yo no quiero que renuncie. Yo quiero que cumpla con su mandato responsable y dignamente, buscando las mejores soluciones para los problemas, aquellas que provienen de los expertos, de los acuerdos y del consenso. Pero claro, para ello habría que dejar de mentirse a sí mismo, no permitir que lo engañen y, en consecuencia, no engañar a los demás. ¿Es mucho pedir? Creo que me miento a mí mismo si digo que no.

ariel2001@prodigy.net.mx

@arielgonzlez

FB: Ariel González Jiménez

Google News