Más allá de las expectativas que plantean las encuestas en torno de la elección del jefe de gobierno capitalino, es un hecho que el ambiente en las filas de Morena no parece ser el mejor. El inmenso optimismo que intenta reflejar Clara Brugada, la sonriente candidata de la coalición Sigamos Haciendo Historia (Morena, PT y PVEM), no se condice con el ánimo de los militantes que deberían estar apoyando a sus 16 candidatos para las alcaldías de la Ciudad de México.

El pecado capital (valga la expresión doblemente, porque ocurrió en la capital) viene de la misma selección de Clara Brugada como candidata. Habiendo sido derrotada por Omar García Harfuch en la encuesta terminó siendo la abanderada de Morena en razón de un supuesto criterio de género. De ahí vienen no sólo las desavenencias con la candidata presidencial, Claudia Sheinbaum –principal impulsora de la candidatura de Harfuch–, sino el predominio de un esquema de componendas, arreglos y negociaciones donde las que menos han sido consideradas han sido las bases de Morena.

A partir de que la encuesta en que Harfuch resultó ganador fue ignorada, los criterios para elegir a los candidatos de Morena en las 16 demarcaciones de la CDMX han sido todavía más oscuros y han minado profundamente la tan cacareada “unidad” partidista. En este proceso aparece la sombra de la imposición directa y, consecuentemente, una fuerte inconformidad y rechazo entre sus bases.

El hecho es que los candidatos de Morena para las alcaldías capitalinas no están siendo bien recibidos por los propios militantes de su partido. En lo que se supondría son sus propios gallineros, para decirlo coloquialmente, hay desconfianza, recelo y hasta repulsión por parte de quienes deberían ser los principales promotores de sus candidaturas.

Sebastián Ramírez Mendoza, presidente de Morena en la Ciudad de México, debería sentirse muy preocupado: muchos de los elegidos en el oscuro laboratorio de las “encuestas” partidistas, han tenido una pésima salida en la carrera por las alcaldías. En la Gustavo A. Madero, el repudio de los propios morenistas hacia Janecarlo Lozano Reynoso, no hace sino crecer. Se empieza a cumplir lo que un militante de esa alcaldía le dijo a Ramírez Mendoza cuando destapó a Lozano Reynoso: “Sebastián, eres un traidor a la militancia. Los jóvenes no vamos a olvidar esta imposición, acabas de devolverle la demarcación a lo peor de la política, al PRD y a la corrupción. Y no está por demás decirlo, pero no voy a votar por él y voy a promover la nulidad de la boleta”.

Otro tanto ocurre en Álvaro Obregón con su candidato el empresario Javier Joaquín López Casarín, quien llega a la contienda como parte de la negociación de posiciones con el derrotado (y sobre todo humillado) Marcelo Ebrard; o en la Benito Juárez, con Leticia Varela, quien a pesar de contar con millonarios recursos (exhibidos en innumerables actos anticipados de campaña) no consigue prender entre la militancia de base.

Uno de los casos que mejor ilustran lo que está sucediendo con los candidatos de Morena en la CDMX es el del expriista Fernando Mercado, hoy aspirante morenista a la alcaldía de Magdalena Contreras, quien tuvo que recurrir al también expriista, Adrián Rubalcava, alcalde de Cuajimalpa, para que le enviara contingentes de apoyo a sus primeros actos de campaña durante esta semana. Debe ser muy difícil para la militancia morenista tener que apoyar a un candidato como Fernando Mercado, quien ya fue alcalde de Magdalena Contreras por el PRI; es decir, tener que llamar hoy a votar para volver a elegir como alcalde a un personaje al que hace apenas unos años combatieron. A lo mejor para el presidente de Morena en la CDMX y sus jefes resulta muy fácil, pero no para los que construyeron los comités de bases de ese partido en esa demarcación.

Cosas muy parecidas ocurren en el resto de las alcaldías. Se pretende que en Coyoacán, por ejemplo, los morenistas de base apoyen a Hannah de la Madrid, quien ya antes compitió dos veces para ser alcaldesa (¡por el PRI!); que el junior Miguel Torruco Garza emocione a la militancia de Miguel Hidalgo; o que Catalina Monreal, hija de Ricardo Monreal (a quienes no pocos militanes de Morena ven con animadversión), compita por la alcaldía Cuauhtémoc.

El común denominador de estos candidatos es su condición de advenedizos desde la perspectiva de la propia militancia morenista; ya por ser “chapulines” directamente, ya por sus turbios u oportunistas antecedentes; o simplemente porque fueron impuestos y están muy lejos de las bases.

Clara Brugada hizo valer que su militancia de muchos años (más que el tema de género) fuera el elemento clave para su designación como candidata, pero no consiguió que los aspirantes de su partido a las alcaldías tuvieran en su mayoría un perfil como el de ella. Si pierde –y está perdiendo, dicen los propios morenistas– se deberá entre otras cosas a estos personajes que, lejos de aportarle votos, muy probablemente perderán las demarcaciones por las que compiten.

@ArielGonzlez

FB: Ariel González Jiménez

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