La llegada de Joe Biden es un nuevo amanecer para todos. Se renueva un ciclo, y el péndulo dialéctico de la historia lleva de nuevo no solo a los Estados Unidos, sino al mundo entero, más al orden que a la improvisación. Más a la institucionalización de las decisiones, que a lo fortuito de la improvisación. Más a las mejores prácticas y a la valoración de la capacidad del Estado, que al gobierno de todos, sin importar capacidades, ni talentos.

El péndulo de la historia aparece contundente y certero. Contra lo que presagiaban muchos, Biden será el presidente 46 de los Estados Unidos, al ganar la elección más participativa de la historia de Norteamérica, obteniendo cerca de 77 millones de votos, y siendo el presidente más votado del país. Por si fuera poco, más de la mitad de los militantes republicanos reconocieron su triunfo, destacando el mensaje y el apoyo del ex presidente George W. Bush.

La pregunta inmediata es: ¿dónde se ubica México en el contexto reciente?

Sin duda alguna, el nuevo gobierno de Biden presionará al gobierno mexicano en la valoración del talento, de la preparación y la profesionalización de los cuadros del gobierno. México estará obligado a adecuarse de nuevo a una realidad que premia al capital humano.

Pero por encima de todo, el no reconocimiento inmediato del triunfo de Joe Biden por parte del gobierno mexicano tendrá consecuencias importantes en la relación bilateral, y en el comercio internacional. La nueva geopolítica mundial se está gestando y México no puede permanecer ajeno a su desarrollo.

Los principales líderes del mundo democrático ya están trabajando con Joe Biden. Hay muchos temas urgentes que demandan su añorado liderazgo. El regreso del país a la OMS en plena crisis por el Covid-19; el retorno al Acuerdo de París y el cuidado del medio ambiente planetario; la dirección de la OMC, etc. Y, lamentablemente, México llega tarde a la cita de reconocerlo.

El destino de México y Estados Unidos está unido como nunca antes en múltiples intereses: comercio, economía, migración, seguridad, empleo, inversión, lucha contra el narcotráfico y competencia global.

Para entenderlo mejor, el 70% del PIB de México depende del comercio exterior. El 80% de ese comercio se da con Estados Unidos, contando con una participación del 15% del comercio exterior estadounidense total y, por ende, siendo su principal socio comercial. En México hay 20 millones de empleos formales. De ellos, 3 millones directos y casi 10 millones indirectos dependen del T-MEC. PIB y empleos nos muestran el impacto real del T-MEC en México.

El T-MEC es la gran oportunidad que el gobierno mexicano estaba esperando para detonar el crecimiento que en sus dos primeros años no ha conseguido. El T-MEC puede convertirse en el eje de crecimiento y la visión de desarrollo del gobierno lopezobradorista para lo que queda de la administración.

Por ello, la importancia de entender la coyuntura actual. La importancia de comprender el momento histórico de ambos países y el valor del reconocimiento al nuevo gobierno.

Hoy, que republicanos y demócratas en Estados Unidos hablan de redireccionar la producción de China hacia Norteamérica, México debe mantener firme su rol de socio comercial y mostrar su posición de aliado estratégico para con la potencia.

No hacerlo coloca a México en un escenario complicado y pesimista a nivel global que pasará la factura al crecimiento del país. Es el momento de no dejar pasar, sino de tomar decisiones que apuntalen el rumbo de México y reditúen en una mejor relación no solo con el socio más importante de México, sino con la potencia mundial. Contrario a lo que en la mayoría de las veces ocurre, hoy los próximos segundos y minutos del rostro de México se escribirán más por las decisiones de sus gobernantes, que por las influencias internacionales.

El autor es exalcalde de Los Ángeles, expresidente de la Asamblea Estatal de California y miembro del Partido Demócrata.

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