Este texto contiene algunos “spoilers”.

Cuando a inicios de los años 90, el equipo que editaba los títulos de Supermán en DC Comics decidió que era tiempo de matar al personaje. Esta decisión surgió a partir de una combinación de factores que nada tenía que ver con una calculada estrategia para relanzar al personaje, sino que fue la consecuencia de una mezcla entre coraje e ironía.

Resulta que, como cada año, el equipo editorial a cargo del Hombre de Acero ya tenía listo el resumen de las aventuras que viviría el gran boy scout en las futuras ediciones. El punto cumbre sería, nada más ni nada menos, que su boda con Lois Lane.

Pero inesperadamente llegó un memo de los jefes: se les comunicaba del próximo estreno de una nueva serie de televisión (Lois & Clark: The New Adventures of Superman) que se enfocaría más en la relación amorosa entre Lois y Clark y menos en las aventuras del kriptoniano. Esa serie terminaría con la boda de Supermán, por lo que no les parecía adecuado que en los cómics sucediera la misma historia. Había pues que desechar el trabajo ya adelantado y empezar de cero otra vez.

Ante la frustración y el enojo, fue el dibujante y guionista Jerry Ordway quien gritó en la junta: “¡hay que matarlo!”

Y aunque la leyenda dice que Carlin siempre gritaba eso en las juntas, sus compañeros (entre los que destaca Mike Carlin, Gail Simone, Dan Jurgens y Jon Boddanove) estuvieron de acuerdo. Era el momento de que el planeta entero supiera cómo sería la vida sin Superman.

Aquella saga, y en particular el mítico Superman #75, se convirtió en uno de los cómics más vendidos en la historia del medio. Y en efecto, Superman estuvo ausente casi un año. En aquella saga, se veían las consecuencias de tener un mundo sin Superman, mismas que más allá de la tristeza por el sensible fallecimiento, no fueron de especial relevancia: la Liga de la Justicia gimoteando y portando una banda negra en el brazo con el logo de Superman.

¿Cómo sería realmente un mundo sin Superman?

Aunque DC ha tenido aproximaciones para contestar esa pregunta (en títulos como Whatever happened to the Man of Tomorrow, Superman All Stars o Kingdom Come) probablemente quien mejor ha descrito un mundo sin Superman ha sido, irónicamente, Invincible, el cómic editado por Image comics, creado por Robert Kirkman (el mismo de The Walking Dead), y que recientemente estrenó como una serie animada en Amazon Prime Video.

II

A primera vista, Invincible es una serie más del montón. Situada en una gran urbe al estilo de Nueva York, existen superhéroes al estilo de la Liga de la Justicia, mismos que cuidan a esta metrópoli de cualquier amenaza.

A la par existe Omni Man, quien parece el Superman de esta serie. Tiene los mismos poderes que el Kriptoniano, el mismo origen alienígena (este proviene de una raza llamada los Viltrumitas) usa una enorme capa roja y un bigote tupido a lo Tom Selleck que no sólo le imprime personalidad sino que además es útil para evitar cualquier parecido con Clark Kent.

Omni Man está casado con una humana, Debbie Greyson, y ambos concibieron a un hijo, Mark, a quien finalmente se le han manifestado sus superpoderes. Luego de explicarle sobre su origen Viltrumita, Omni Man lleva a su hijo a diseñar su traje de superhéroe para empezar su entrenamiento en el uso de sus asombrosos poderes.

Hasta aquí nada nuevo. El tono sangriento de la serie así como el tropo del “Superman malo” se está convirtiendo en un cliché del género, solo falta voltear a ver The Boys (2019) cuyo supervillano es otro Supermán absolutamente desquiciado.

Pero justo cuando pensamos que esto no es más que un coming-of-age con superhéroes, viene el giro inesperado: Omni Man aniquila, sin razón aparente, a todos los superhéroes que hasta el momento conocíamos.

El inesperado giro se utiliza para llevar a la serie a otro sitio. Estamos en una especie de who dunnit, un thriller criminal con un coming-of-age de un héroe que no sabe que su padre es un asesino y que tampoco logra controlar del todo bien sus poderes.

El guión utiliza la clásica estructura donde nosotros, el público, sabemos la verdad que los personajes ignoran. Ello es utilizado para crear un ambiente de tensión que inteligentemente genera el esperado cliff hanger al final de cada capítulo.

La animación, más bien sencilla y sin mayor aspavientos, genera una atmósfera donde lo que importa no es cómo se ven los personajes sino lo que hacen, lo que dicen, lo que ignoran. Conforme los capítulos avanzan el misterio se hace más insostenible. Y aunque cada episodio contiene dentro de sí una subtrama interesante ( los invasores que regresan cada tanto en un viaje en el tiempo, las hordas de marcianos a punto de invadir la tierra), todo apunta invariablemente a la confrontación entre Invincible y su padre.

Así pues, de nueva cuenta no gana el qué sino el cómo. Aunque en este caso el qué también nos elude a primera vista. Y es que a pesar de las escenas de acción muy bien logradas, a pesar de las capas, los supervillanos y los científicos locos, lo que en realidad estamos viendo es la historia de origen del Superman de este universo, que tiende a bien llamarse Invincible.

En un capítulo clave de Invincible (That Actually Hurt), un super héroe local le hace ver al héroe que solo se ocupa de las grandes amenazas cuando la gente de a pie necesita también ayuda, en este caso, contra un poderoso empresario que intenta dejar sin hogar a cientos de inquilinos.

Dicho episodio sirve no sólo para enseñarle una lección al héroe sobre dónde poner sus lealtades, sino que también agrega dimensión humana al personaje.

La dimensión humana es la gran diferencia entre esta serie y cualquier otro producto emanado del mundo de los superhéroes.

III

Al final de Man of Steel (2013), el Superman de Snyder (Henry Cavill) se enfrasca en una batalla con el General Zod (Michael Shannon). Se trata de un festival de puñetazos entre dos kriptonianos donde ni Superman, ni Zod, ni el guionista de la cinta (Nolan, y Goyer, nada más ni nada menos), optan por llevar esta batalla a campo abierto. No, la cinta prefiere que Superman se agarre a trancazos con otro igual o más fuerte que él en medio de los rascacielos de Metrópolis, destruyendo todo a su paso.

Ese día debieron morir miles de civiles, y la película no repara en ello (al menos no sino hasta la secuela, Batman v Superman, donde Batman salva a algunos ciudadanos de la destrucción causada por Superman).

En el cine de superhéroes, y en los cómics en general, pocas veces se muestra a los civiles que se vuelven víctimas de las peleas entre los superhombres, aquellos que en teoría los protegen del mal mayor. Solo en Marvels y en Kingdom Come (de DC) el tema del daño colateral se aborda con seriedad.

En Invincible el asunto se trata hasta el sangriento episodio final (Where I Really Come From) donde Omni Man se enfrasca en una terrible pelea con su propio hijo. Revelado su plan, el veterano héroe lleva la pelea a la ciudad, matando a miles, mostrándole a su hijo con sus propios ojos su desprecio por la raza humana.

Es ahí, donde inicia el nacimiento de Superman, que en este universo se llama Invincible. Lo que hemos visto hasta este momento es cómo sería el mundo sin un Superman, y a partir de ahora, en las temporadas dos y tres ya confirmadas, veremos si Mark está listo para convertirse en un verdadero superhéroe, uno que no solo sepa golpear, volar, y ganar, sino en uno que tenga el mayor aprecio, por encima de cualquier otra cosa, a la misma raza humana.

La gran narrativa visual, el gran diseño de personajes, el doblaje impecable, el misterio en los terrenos del thriller, la acción, pero sobre todo el factor humano, son lo que hacen de Invincible la mejor serie de superhéroes en la historia del género, y que incluso rivaliza con las grandes producciones de Hollywood.

Falta esperar a que en las temporadas por venir no cometan errores, no hagan concesiones, no se conviertan pues, en otro Marvel, o en otro DC.

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