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“En un parpadeo mi casa se cayó”, recuerda Mercedes Teresa Palma Santiago, de 11 años, quien apenas alcanzó a salir de su vivienda antes de derrumbarse por el sismo del 19 de septiembre.

Un dolor de estómago causó que Teresa no fuera a la escuela ese martes del temblor. Sus dos hermanos, de 15 y 13 años, sí fueron a clases; su madre estaba trabajando, por lo que estaba sola cuando el sismo sacudió todos los objetos de su casa.

“Sentí mucho miedo, el piso comenzó a moverse, al principio creí que mis perros habían tirado las cosas, pero cuando sentí una sacudida que casi me tira me di cuenta de que estaba temblando, salí corriendo como pude, en cuanto pasé la puerta hacia la calle mi casa se cayó”, dijo.

La niña, quien cursa el sexto año en la primaria Venustiano Carranza, recuerda que se quedó parada en medio de la calle observando cómo las casas vecinas se derrumbaron.

Comenta que le dio mucha emoción ver al papa Francisco y que sus palabras le fueron de mucha ayuda, sintió mucha paz. “Me dio gusto verlo, aunque fuera por la pantalla, me dio mucha paz, porque aún tengo miedo de que pase otro temblor”.

Teresa relata que en cuanto vio a su mamá la abrazó y comenzó a llorar, porque en los momentos que duró el sismo tuvo que contenerse para no quedar bajo los escombros.

“En cuanto la vi me solté a llorar y llorar, fue muy impresionante ver mi casa destruida. Cuando estaba saliendo las paredes empezaron a tronar, en cuanto salí se cayó y sólo vi un montón de cachos de paredes. Todo ocurrió tan rápido, estaba en la sala viendo El Chavo del Ocho cuando empezó a temblar”.

Desde el 19 de septiembre, Teresa, su mamá y sus dos hermanos viven en el albergue instalado en la Unidad Deportiva Niños Héroes; no sabe hasta cuándo estarán ahí ni cuándo comenzarán a reconstruir su casa.

“Lo importante es que mi familia está bien, espero que pronto volvamos a tener una casa y que no vuelva a temblar, porque desde el temblor tengo miedo”, dice.

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