juan.arvizu@eluniversal.com.mx

Llueve sin parar toda la mañana. La emergencia ha dejado de serlo, puede decirse que los héroes de este 19-S, por fin toman un descanso. Muchos voluntarios siguen activos en los centros de acopio, en una relativa calma de sábado que permite escuchar la lluvia en las lonas que ellos mismos levantaron.

El destino los trajo, por ejemplo, al Parque España, a la fuente de Cibeles, a servir a los demás en momentos que fueron críticos, en los que la Ciudad de México entera estuvo en crisis por un desastre natural, el segundo en su historia.

A una semana y cuatro días, que se cumplen bajo la lluvia y en el frío, a las 13:14 horas, el saldo de cuerpos recuperados asciende a 219. La búsqueda sigue en Álvaro Obregón 286, donde todavía hay toneladas de escombros que retirar.

La actividad relámpago ha pasado y ello da un margen para revisar y recordar algo de lo que ocurrió aquel martes, con hechos que sólo pueden suceder por el dedo del destino: que ocurra un terremoto en la Ciudad de México el 19 de septiembre.

La mayor señal del destino, claro está, es que de la devastación salgan personas vivas, incluso casi ilesas, después de horas y días de “sepultura” entre bloques de concreto. A los hospitales fueron más pacientes por esguinces en tobillos y lesiones en rótula y rodillas.

Siguen internadas 25 personas en los hospitales, pero hay otro número aproximado de personas por las cuales se trabaja en los escombros de Álvaro Obregón, donde avanzar en la remoción de concreto y varillas es tarea lenta por lo peligroso. Y en carpas pequeñas y bajo lonas, los familiares de quienes no aparecen están en guardia, callados, firmes en su espera.

En el Parque España gana espacio un Centro de Atención Integral para la Reconstrucción, con un anuncio rosa y blanco de la imagen gráfica del gobierno de capitalino. Este espacio y su módulo hermano es el que organiza la entrega de tres mil pesos de ayuda para quienes se quedaron sin su hogar.

Quedan unos 500 edificios con cintas amarillas o rojas. Los inmuebles deshabitados son evidencia de que hay familias sin techo, sin ropa, sin objetos de uso personal. Corrieron por su vida con las manos vacías, contra las orientaciones de qué hacer en caso de sismo y que forman parte de los protocolos de Protección Civil, desde hace tres lustros.

Hace 32 años, el diamante del Parque Delta de béisbol fue ocupado como depósito de miles de féretros con cuerpos sin identificar, rescatados de los escombros. En aquel entonces se pidió al IPN y otras instituciones de educación superior elaborar cajas mortuorias, luego de que las disponibles en los servicios funerarios se agotaron.

Esta tarde de lluvia que deja pinceladas que sugieren tristeza, ese lugar lo ocupa una plaza comercial con supermercado, tiendas departamentales, cine, restaurantes, estéticas, cafeterías, estacionamientos bajo techo y clima acondicionado.

Los albergues atenúan un poco el desamparo de quienes se han quedado sin casa, y es ahí donde el respaldo solidario hace falta en forma de alimentos calientes y enlatados, agua, artículos de aseo personal y sanitario. Un espacio para dormir y bañarse también debe haber en esos lugares, así como un equipo médico.

El frío de la tarde lluviosa podría ser la causa de que los restaurantes con terrazas en las aceras estén vacíos. La gente que no ha sido afectada directamente por el sismo va a las plazas comerciales o se queda en casa.

Los que han brillado por su ausencia en las jornadas de la emergencia, al lado de los voluntarios, han sido los sindicalistas de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), cuya sede colinda con la Plaza de la República, que es como damnificada del sismo porque tiene de cinturón cintas amarillas y debe esperar el dictamen de algún perito.

En la sede cetemista, la banqueta está levantada, con sus grandes, toscas y pesadas losetas rotas, movidas en dirección distinta. Solitario está el monumento de su líder, Fidel Velázquez Sánchez, fallecido en 1997, semanas antes de que el PRI perdiera su hegemonía.

La Plaza de la República tiene otros edificios con las señales preventivas de los peritos de Protección Civil, pero está entera, en contraste con ella misma, en 1985, cuando tenía derrumbes en los costados y una explanada mortuoria, entonces, con olores de cadáveres en descomposición, acelerada por el calor.

Desde este punto se puede ver hacia el oriente y se divisa la Torre Latinoamericana, ícono de la ciudad en pie.

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