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El paisaje de la colonia Condesa, famosa por sus restaurantes, bares, tiendas, y el fulgor de sus edificios, es un retrato de una escena propia de un bombardeo.

Fachadas destruidas, edificios colapsados, las sirenas de los servicios de emergencia suenan sin cesar, no hay energía eléctrica, en las calles cercanas a los parques España y México las fugas de gas son tan fuertes que pica la nariz al respirar, falla la señal de celular.

El terremoto del 19 de septiembre de 1985 marcó la vida de la Ciudad de México y ayer, también 19 de septiembre, la tierra se volvió a mover con tanta fuerza que el edificio de siete pisos de la calle de Ámsterdam y Laredo, prácticamente cayó sobre el camellón.

De acuerdo con personal de Protección Civil de la Ciudad México y de la Cruz Roja Mexicana en esa mole de toneladas de concreto y hierros retorcidos podría haber entre 20 y 30 personas, por lo que los equipos de rescate trabajan para encontrar posibles sobrevivientes.

Miguel, es un albañil de Toluca, Estado de México, quien trabaja en una construcción en la avenida Patriotismo. Dice que él y sus compañeros fueron los primeros en llegar cunado vieron el polvo que se levantó al colapsar el edificio.

“La neta esto nunca lo voy a olvidar, ver a la gente salir llorando, no supe ni que hacer, pero vine a ayudar, aquí no hay ricos ni pobres, todos tenemos que estar unidos”, dice el joven albañil “empanizado” por el polvo.

Cientos de jóvenes hipsters, ciclistas, “condechis”, vecinos, hombres y mujeres de todas las edades tomaron picos, palas, cubetas y hasta con las manos comenzaron a remover los escombros para buscar sobrevivientes.

En la noche, es una zona cero, sin alumbrado, con calles cerradas por edificios colapsados y al menos cinco centros de acopio.

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