Paulina Trapala Castillo, de 21 años de edad, ha presentado diez exámenes de admisión para estudiar las licenciaturas de Veterinaria u Odontología en la UNAM , la UAM y el Politécnico. En ninguna de las ocasiones ha obtenido un espacio, aunque en el último examen que presentó para ingresar a la UNAM se quedó a dos aciertos de distancia.

Estos han sido tres años muy difíciles en los que se ha tenido que enfrentar al escarnio social de la gente que piensa que no tiene la capacidad y que por eso no pasó, e incluso a la presión de sus padres que, preocupados porque su hija estudie una licenciatura, la han intentado convencer para que ingrese a carreras que requieren un menor puntaje como Enfermería o Trabajo Social aunque a ella no le gusten estas opciones.

"Se siente bien feo. Quieras o no te afecta porque por no pasar el examen la gente piensa y te trata como si fueras un burro, como si no supieras o no te hubieras preparado, siendo que hay quienes han recibido una mayor preparación en sus preparatorias y pueden pasar el examen. Yo estudié en un Colegio de Bachilleres y puedo decir que el nivel educativo es muy bajo en comparación con una Escuela Nacional Preparatoria o un Colegio de Ciencias y Humanidades", comentó.

“Yo creo que todos tenemos la capacidad de estudiar, tenemos que seguir luchando”.

Hoy alrededor de cien jóvenes del Movimiento de Aspirantes Excluidos de la Educación Superior ( MAES ) marcharon del Hemiciclo a Juárez hacia la sede de la SEP, en la calle de Brasil para demandar la ampliación de la cobertura en instituciones académicas de excelencia.

Los jóvenes avanzaron gritando: "¡Queremos escuelas, queremos trabajo!", "¡Queremos estudiar pero no hay escuela!" para exigir más espacios en universidades del área metropolitana de la Ciudad de México y reclamar que cada año son rechazados más de 250 mil jóvenes de las principales universidades e instituciones públicas: como son la Universidad Nacional Autónoma de México, el Instituto Politécnico Nacional, la Universidad Autónoma Metropolitana o la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.

Más que el escarnio y la presión social a la que se enfrentan los jóvenes que son rechazados de las universidades públicas, lo que más pesa es la sensación de frustración y fracaso e incluso de llegar a dudar de sus propias capacidades por no haber obtenido un espacio en las instituciones de educación superior.

Y es que en muchas ocasiones, ni las largas horas de estudio en casa, ni los cursos particulares que pagan los padres de familia para sus hijos parecen ser suficientes. Amneris Danae y Najla Raziel Salazar Valencia no sólo son hermanas: también comparten la sensación de frustración y decepción que viene después de haber sido rechazadas en exámenes de admisión a la universidad .

Amneris tiene 18 años y en febrero pasado presentó su examen de admisión para quedar en Psicología Educativa en la Universidad Pedagógica Nacional. No tuvo el puntaje suficiente y en la UACM, donde también solicitó su ingreso, no salió sorteada: ahí tampoco había suficientes espacios para todos los aspirantes. Aún así volverá a intentarlo: si quiere estudiar, es su único remedio.

Su papá le ofreció pagarle una universidad privada pero Amneris sabe que eso representaría una carga económica para él y que le agregaría estrés a su vida.

“Te da el bajón y la depresión porque ya no tienes otra solución más que esperarte o meterte a trabajar. Yo prefiero esperarme porque creo que en cuanto haya dinero, se va la esperanza, y te gana más el interés y el dinero que el compromiso a seguir estudiando".

Después de no haber entrado a la universidad, Najla Raziel, de 23 años, se metió a trabajar y por ello tardó aún más en volver a presentar exámenes: intentó tres veces en la UNAM y después en la UAM, para ella, la quinta fue la vencida; la última vez se quedó a un acierto. Finalmente obtuvo un espacio en la UPN donde estudia Pedagogía.

Su recomendación para los jóvenes que han intentado y no han logrado ingresar a la universidad, es que no se rindan y sigan luchando hasta tener un espacio, que no se desanimen, dice.

“Volví a hacer el examen porque no quería seguir toda mi vida en un trabajo donde no me aprecian y no me pagan lo suficiente, todo por no tener carrera. Deberían crear nuevas instituciones como las universidades pero que las creen después de hacer investigación y plantearlas correctamente”, consideró.

“Uno siente que sus papás se decepcionan y se desilusionan pero no es de uno sino de los propios exámenes y cómo se plantean. Yo les diría que no se detengan y que siempre luchen por sus sueños porque si siguen luchando lo van a lograr, aunque les cueste”.

rmlgv

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