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Roselia Jiménez Pérez, maestra, escritora y diputada federal por el Partido del Trabajo (PT), ha sido premiada en países como Suiza, Italia y Argentina por sus poemas y composiciones en su lengua originaria, el tojolabal, pero asegura que como legisladora ha sufrido discriminación en el Congreso mexicano.

En entrevista con EL UNIVERSAL, afirma que todavía no existe respeto ni una conciencia por las curules que por ley le corresponden a los pueblos originarios, que han sido usurpados por personas que no sienten el sufrir que por años han padecido las comunidades indígenas.

La diputada originaria de Comitán de Domínguez, Chiapas, dio clases a niños de primaria en sus inicios como maestra y desde entonces creció su interés por preservar la lengua tojolabal.

Asevera que desde el Poder Legislativo no es fácil trabajar, pero junto con su fracción desea una mejor educación para las comunidades indígenas y un acceso más fácil a servicios de salud.

Usted es maestra, cantante, compositora y ahora también diputada federal…

—Sí, yo soy ahora maestra jubilada. He sido promotora cultural [desde hace] muchísimos años, luchadora social y escritora. Me interesó mucho la escritura del tojolabal, porque no existía todavía la palabra escrita cuando inicié como promotora cultural, entonces decidí escribir.

¿Recuerda qué fue lo primero que escribió?

—Con la Asociación de Escritores en Lenguas Indígenas y, bueno, con los alumnos que tenía entonces, escribimos un librito, El niño kalaxón, que se encuentra en varias bibliotecas del país.

¿Cuándo incursionó en la composición musical?

—Hicimos un disco con Susana Harp; fue la traducción de poemas de Rosario Castellanos en El rescate del mundo. De ahí empiezan mis canciones, que hablan de una época baldía de la comunidad tojolabal, sobre todo de cuando se dedicaban a trabajar en las fincas de regalado. Eso es algo que no está documentado y yo considero muy relevante que este conocimiento llegue a las escuelas y lo sepan los jóvenes.

Ha sido premiada en todo el mundo, ¿pero cuál es su mayor logro?

—Estoy convencida de que mi trabajo ha hecho vibrar los corazones de hombres y mujeres de mi pueblo. Me siento muy bien. Tal vez tengo mucha labor todavía, pero eso me importa mucho: que al pueblo le sirva lo que hago.

Por eso yo puedo decir que he llegado a ese objetivo tan difícil de que mi trabajo llegue al pueblo, porque de nada me sirve proyectar hacia afuera si no me está siendo útil acá adentro, pero sí lo es, porque lo retoman los niños, mis cuentos en los libros de texto y mis canciones las lloran conmigo, porque también lloramos cuando cantamos. Tenemos tanto que decir que duele mucho.

¿Cómo le gusta que le digan? ¿Escritora, maestra, diputada?

—Que me digan Rosi. Así es como me conoce la gente.

¿Fue difícil llegar a conseguir el cargo de diputada federal?

—Sí, bastante. En primer lugar, me costó por ser indígena; en segundo lugar, por ser mujer. Sin embargo, me sorprendí a mí misma y estoy muy agradecida, con toda mi alma, porque la gente cree en mí, la gente confía en mí.

No fue fácil esta lucha. Fue un recorrido de muchos años, de mucho tiempo. Ahora tenemos muchos temas en los cuales trabajar y, sobre todo, debemos enfocarnos a ese acceso a los derechos fundamentales, no solamente por ser indígenas, sino por ser hombres y mujeres.

¿Es complicado trabajar desde el Poder Legislativo para cambiar la realidad de los pueblos originarios?

—Es que uno aquí [en la Cámara Baja] no se siente tan acompañado que digamos, porque, como indígenas somos pocos. Nuestros distritos están usurpados. Todavía no hemos llegado al respeto de ese derecho que tenemos en cada distrito, a la presencia que debemos tener nosotros aquí, en el Congreso de la Unión.

Otra cosa que sucede aquí es que hay mucho racismo y mucho desprecio. Eso yo lo vivo en la Cámara de Diputados. Yo vivo discriminación aquí, ¡claro que la vivo! Pero uno tiene que ser fuerte. La discriminación se tiene que hacer a un lado para pensar en el respeto.

¿Hace falta respeto?

—Sí, aquí deben venir a hablar los habitantes de las comunidades y no que los diputados lo hagan por cada pueblo, porque éstos tienen su vivencia, sus dolencias, sus anhelos, y los pueblos indígenas a nivel nacional están totalmente desprotegidos, explotados, humillados. ¿Qué necesitamos? Que se respete la vida y la palabra.

Esperemos que la lucha constante de los pueblos organizados haga respetar esos distritos que se tienen en cada uno de los municipios y que podamos tener más diputados hablantes de las diferentes lenguas, porque es una humillación que estén usurpando [las curules a los indígenas].

¿Qué le falta hacer como diputada? ¿Qué viene en su agenda?

—Junto con el PT, tenemos mucho que hacer. Debemos aportar nuestro conocimiento y seguir en la exigencia de una educación propia. Ya no queremos educación bilingüe o bicultural, queremos la educación que tenga historia, alma, valores, identidad. Queremos la educación que respete.

Queremos que los niños disfruten su educación, que analicen el mundo en su propia cultura, pero si les imponen una, no va a funcionar, entonces el Partido del Trabajo tiene un proyecto muy grande con los Centros de Desarrollo Infantil (Cendis) y la reforma que planteamos. Yo tomo de ahí que sigamos trabajando.

También queremos que nuestros hermanos sean atendidos en diferentes clínicas y hospitales del sector público. Eso nos falta mucho. Vamos a seguir trabajando por diferentes temas en la Cámara de Diputados.

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