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En los últimos 10 años, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) no ha ejercido todas sus facultades y tiene una deuda con las víctimas, consideró Carlos Pérez Vázquez, fundador de la oficina de derechos humanos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) y aspirante a presidir el organismo.

El abogado indicó que la CNDH debe tener un mayor acercamiento con las personas y que el ómbudsman debe “salir a las calles, entrar a las casas de las víctimas”.

Asimismo, confía en que la clave para pacificar al país es erradicar la violencia de género, pues de ésta se podrían estar derivando las agresiones contra otros sectores.

Es la segunda vez que busca dirigir la CNDH, ¿por qué lo hace?

—Sigo creyendo lo que creía hace cinco años: la comisión está subutilizada, no la empleamos a su máxima capacidad por razones de contexto político o coyuntura. Ya tiene 30 años de existencia y ante la gravísima crisis de derechos humanos, es evidente que la comisión no ha buscado una solución; es más, se ha convertido en parte del problema.

¿Cómo está subutilizada?

—Es una institución que funciona para hacer sobresalir la figura del titular, y, por otro lado, tiene procedimientos lentos, burocráticos. Más que atender las necesidades de las víctimas, alargan la búsqueda de la verdad, las reparaciones y la persecución de la justicia.

¿Qué funciones hay en desuso?

—El sexenio anterior prohibieron que las recomendaciones y los informes de la comisión fueran usados como material de consulta por parte del gobierno, lo que es un despropósito: ¿por qué la CNDH no puede ser utilizada legítimamente por las autoridades cuando tienen dudas y están a punto de tomar una decisión de política pública?

Otro tema es que, por algún motivo, el ómbudsman no revisa la función de los jueces, aunque hoy en día la mayor parte de los asuntos que tenemos en instancias internacionales por violaciones a derechos humanos tienen que ver con errores cometidos por impartidores de justicia.

¿La CNDH tiene una deuda pendiente con las víctimas?

—Completamente. Si no se usan sus capacidades a plenitud, si sigue siendo subutilizada, es parte del problema y no de la solución. No ha puesto a las víctimas en el centro de su actuación. Eso apenas lo intenta, pero de manera lenta, porque sus propios lastres culturales y administrativos se lo impiden.

Ha mencionado que la CNDH debe dejar los zapatos boleados y gastar la suela...

—Si uno revisa el Twitter de la CNDH, lo que ves es a sus funcionarios y a su presidente en auditorios, no en Guerrero, por ejemplo, con pueblos y comunidades. Acompañar es salir a la calle, entrar a las casas, a los barrios, para resolver los conflictos internos. El ómbudsman debe dejar la corbata, el zapato boleado y caminar con las víctimas; ser un acompañante técnico, de calidad, sofisticado en su defensa y acompañamiento, en las calles y en los expedientes.

¿Cuál cree que es el panorama de los derechos humanos?

—Estamos en una espiral de agravamiento y ahorita ya no podemos seguir haciendo las cosas como se han estado haciendo; no podemos apostarle a la continuidad, eso sería un error irreversible y garrafal, lo que hay que hacer es ayudar a todos desde donde podamos y tratar de parar estas situaciones de violencia y de sangre en las que estamos.

¿Qué violencia le preocupa más?

—Debemos atacar, de inicio, la violencia de género, porque de ahí se va generando una espiral del horror que naturaliza los elementos característicos de la violencia: el odio al otro, la intolerancia, la discriminación, los estereotipos. Si la violencia contra las mujeres queda impune, luego viene el maltrato a los migrantes, a niños, niñas y adolescentes, o contra las comunidades indígenas.

A usted lo señalaron por promover amparos contra Santa Lucía...

—Es falso. Yo no tengo nada que ver con los amparos y las impugnaciones que se han dado alrededor del aeropuerto de Santa Lucía, y me parece importante aclararlo, porque estamos a días de que el Senado tome una decisión. Pueden consultar los expedientes y hablar con la gente que los promovió para ver si me conocen.

¿Cuál es el mayor reto de la CNDH?

—La transformación cultural, pero no sólo del gobierno, sino de una sociedad, por eso decía hace un momento que las violencias son algo muy naturalizado. El reto está ahí, ¿cómo logramos convertirnos en una sociedad repelente a la violencia, a la impunidad? Eso es lo más importante, y un camino es trabajar con el gobierno, ser un monitor, ir advirtiendo todo el tiempo lo que está pasando, investigar las violaciones y obtener la verdad de lo que pasó.

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