Con un soplo, Josefina Aguilar Rico da la forma esférica a los tubos de cristal que son calentados a más de 200 grados Celsius; una a una, con la técnica de vidrio globeado, va creando las esferas de Navidad, que tienen como propósito embellecer los pinos de los hogares en esta temporada.

Josefina nació con la Navidad en el corazón. Sus cumpleaños siempre fueron celebrados entre adornos. Para ella, el sueño de tener un negocio familiar con esta temática comenzó desde niña cuando ayudaba a adornar, colocar el arbolito, y su parte favorita era elegir y colgar las esferas.

Hace 17 años, la mujer que estudió ingeniería bioquímica no sólo lo cumplió, sino que al formar la cooperativa JJL Fábrica de Esferas en Tláhuac, en la que participan su esposo, un primo y sus dos hijos, se convirtió en uno de los pocos talleres artesanos en la Ciudad de México que trabaja con esta técnica.

“Yo soy del mes de diciembre y a mí me encanta toda esta festividad; escuchar el sonido de series de luces y como soy muy creativa le pongo amor a nuestras esferas”, comenta.

En la calle Alcestis, número 20, en Tláhuac, en lo que antes era el estacionamiento del hogar de Josefina, desde 2006 se transformó en el taller donde más de 100 diseños de esferas se fabrican durante todo el año. Ahí, la madre de familia platica: “Cada una de nuestras esferas nace con una buena técnica de calentamiento, de soplado para que agarre bien la forma y el tamaño”.

Agrega que para que “nazca una esfera de calidad” es necesario pasar primero por el proceso de globeo o soplado. Con dos vendas protege sus brazos, prende el soplete y dependiendo del modelo, elige el espesor de los tubos de vidrio. Con paciencia, poco a poco calienta el cristal para moldear desde las esferas redondas y tradicionales, hasta otras formas como cisnes, corazones, bellotas, personajes de caricaturas y películas, entre otros.

“Es un trabajo artesanal, cada una de nuestras esferas es globeada, desde los seis tamaños con los que contamos, la más pequeñita del tamaño de una canica, hasta la más grande del tamaño de un melón, se les da un recubrimiento, se pintan y decoran, se cortan, encasillan y empaquetan”, platica.

Josefina heredó el amor por las esferas a sus hijos Javier y Lupita, por lo que todos participan en el proceso. Mientras su hija menor pinta de rosa y blanco unas esferas, su hijo se encarga de cubrir y cortar otro encargo. Por ello, Josefina asegura que para poder hacer esta labor no sólo se necesita talento, sino amor por la Navidad.

Desde 2006, esta familia de artistas tiene la motivación de preservar y conservar la tradición, por lo que ellos mismos elaboran sus propias pinturas para las decoraciones, y con cuidado eligen los distintos instrumentos para entregar el mejor trabajo: “Contamos con más de 20 tonalidades y acabados”, dice.

“Todas tienen su grado de complejidad, no es lo mismo hacer una esfera redonda que un corazón; en la decoración es lo mismo”, explica.

Para lograr su sello, afirma que el gusto y el talento tienen que ir de la mano para lograr piezas artísticas que van desde nochebuenas, renos, mariposas, hasta personajes de películas y caricaturas, como El extraño mundo de Jack y Snoopy.

Y aunque esto es lo que los destaca sobre la competencia, año con año luchan con la llegada de esferas de plástico que vienen China, por lo que para resarcir el impacto ecológico que provocan y evitar que la tradición desaparezca, ponen su granito de arena al utilizar el vidrio que, a diferencia del plástico, dice, “no contiene plomo para proteger al medio ambiente”.

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