En entrevista con EL UNIVERSAL, el autor habló sobre su nuevo libro El empresariado inconsciente, en el que narra que durante los últimos dos años del sexenio de Enrique Peña Nieto habló con 100 empresarios mexicanos y otros 100 de Costa Rica, Guatemala y El Salvador para descubrir hasta qué punto este sector conoce su papel dentro del desarrollo social.

Uno de los principales hallazgos del autor fue que uno de cada tres empresarios mexicanos cree que los pobres lo son por falta de talento, y dos de cada 10 consideran que los indígenas son pobres por culpa de sus tradiciones.

Afirma que descubrió que los pequeños y medianos empresarios están más conscientes de su responsabilidad social y están dispuestos a hacer algo efectivo para acabar con la desigualdad, como pagar más impuestos.

Mientras que entre los grandes empresarios permea la idea de que es mejor incluir políticas de responsabilidad social o participar en actividades filantrópicas dentro de sus negocios, que reforzar a la hacienda pública con más pago de impuestos.

¿Dónde está la esperanza de que los empresarios volteen a ver a los más vulnerables?

—Hay una firme creencia en las posibilidades de la educación, hay un interés en que se inviertan más recursos en educación, en salud universal, por lo menos encontré que 60% está de acuerdo en invertir más recursos, que el acceso a la salud sea universal.

Pero en otros rubros encontré menos apoyo como en los programas de transferencias monetarias, programas sociales en los que se les da dinero a la gente. Sólo 4% apoya que se les dé muchos más recursos a ese tipo de programas.

¿Cuál es el problema mayor?

—Que a pesar de que apoyan una serie de políticas públicas, siempre es como que el problema de la pobreza lo tiene que resolver el gobierno, ellos no asumen que como emprearios les toque resolverlo.

Ahora muchas empresas están creando programas de responsabilidad social o llevan a cabo acciones filantrópicas, pero cuando se les pregunta si están dispuestos a pagar más impuestos para hacer posibles una serie de políticas públicas que permitirían superar la pobreza y reducir las desigualdades, sólo 61% de los empresarios mexicanos de los 100 que entrevisté creen que valdría la pena pagar más impuestos, y cuando se les pregunta si sería viable incrementar impuestos al 1% más rico de la población, 44% cree que sí. Hay una resistencia fuerte a pagar más impuestos.

En términos de políticas públicas es interesante que 67% está de acuerdo con aumentar de forma gradual el salario mínimo, que es lo que ha venido ocurriendo con el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador.

¿Por qué los empresarios están obligados a acabar con la desigualdad y la pobreza?

—El planteamiento general del libro nace de lo que ocurrió en Europa a finales del siglo XIX, cuando surgieron los Estados de bienestar, donde el factor crítico que permitió su surgimiento fueron las élites que asumieron una responsabilidad. Fueron capaces de darse cuenta que su propia supervivencia como élite dependía de mejorar el nivel de vida de la población, o sea que no podían vivir en un país donde hubiera tanta pobreza, porque eso les afectaba a ellos.

Entonces, a mí me parece que eso mismo tendría que pasar en nuestros países y vengo a darme cuenta de que, aunque hay sectores más conscientes que otros dentro del empresariado, en general, la conciencia social es débil, porque los empresarios viven alejados de la realidad del resto de la población, segregados, en cotos residenciales, no están expuestos a la pobreza, no la conocen.

¿Son socialmente responsables por moda?

—Hay mucho de pose y de moda en la responsabilidad social empresarial, pero también creo que hay gente que genuinamente está comprometida y quiere ayudar, creo que sí hay empresarios que quieren ayudar.

El problema es que la verdadera ayuda tiene que ver con fortalecer a la hacienda pública y el tema que vi muchas veces es que muchos empresarios te dicen: “Prefiero tener un programa de responsabilidad social empresarial o hacer acciones filantrópicas que pagar impuestos, porque no sé hacia dónde se destinan”.

Esto es una buena forma de lavarse las manos, porque sabemos que lo que gastan en responsabilidad social nunca será equivalente a lo que tendrían que pagar de impuestos y muchas veces estas iniciativas son deducibles.

¿Qué opinas de los grandes empresarios involucrados en casos de corrupción y problemas con la justicia?

—En el libro encontré que hay un empresariado pequeño y mediano que está indignado frente a cómo los mayores empresarios de este país han hecho sus fortunas. Hay un porcentaje importante de pequeños y medianos empresarios que atribuyen la riqueza de los más ricos a la corrupción y a sus contactos con el gobierno.

Ese sentimiento está creciendo, por eso me parece importante en el libro no hablar de los empresarios como si todos fueran iguales, sino diferenciarlos, porque hay distintas maneras de pensar entre ellos.

¿Hay diferencias entre los empresarios mexicanos y los de los otros países?

—Sí. Noté una gran diferencia entre el empresario mexicano y el de Costa Rica, y esto tiene que ver con que Costa Rica siempre ha sido un país mucho más equitativo. El problema es que cuando un país tiene altos niveles de desigualdad, nos acostumbramos a ella y creemos que es natural; en Costa Rica el empresariado no ve a la desigualdad como algo natural y en consecuencia es más consciente socialmente y más dispuesto a asumir responsabilidades en el combate a la pobreza.

¿Cómo ves el papel de los empresarios frente a las políticas públicas del gobierno?

—Uno de los vicios del pensamiento empresarial es el individualismo, cuando se trata de explicar la pobreza, uno de cada tres cree que el pobre lo es por falta de habilidad y talento, o sea, es incapaz, no tiene talento, por eso se es pobre y sólo 8% cree que la pobreza es porque la riqueza está distribuida inadecuadamente.

El gobierno actual ha tenido que remar a contracorriente porque hay muchos de estos prejuicios muy fuertes. Dos de cada 10 empresarios creen que los indígenas son pobres por culpa de sus tradiciones, no porque los hemos abandonado, no porque no hemos hecho políticas a su favor.

¿Estos descubrimientos no refuerzan el discurso de odio contra quienes tienen más?

—Yo no creo que haya un discurso de odio contra los que tienen más, honestamente.

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