Bruselas.— El famoso bloguero y opositor ruso Alexéi Navalni ha cumplido con la meta inicial que se habría trazado con su desafiante decisión de volver a Moscú, en donde ha sido sentenciado a tres años de prisión luego de un juicio relámpago.

Con las protestas desencadenadas con su retorno, no sólo se ha convertido en la figura que cristaliza el malestar de la juventud y la clase media, ha exhibido que ciertos elementos del sistema político ruso han comenzado a erosionarse.

En tanto que la violencia y la tensión en las calles, traducidas en más de 10 mil arrestos en todo el país, son señal de desesperación por parte de un régimen que a diferencia de eventos del pasado, ha perdido el control político sobre el proceso “subversivo”.

Conocedores de la política rusa consultados por EL UNIVERSAL coinciden en que es difícil saber a dónde conducirá la actual crisis, pero lo que sí es evidente es que Rusia está ante el arranque de un proceso que implica peligros para la cúpula dominante que se personifica en el presidente Vladimir Putin.

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“Navalni ha sabido muy bien manejarse entre los medios y al presentarse como víctima de la represión ha ido sumando simpatía entre la opinión pública rusa. ¿A dónde los llevará? No sé, pero estamos ante el inicio de un proceso”, afirma Marc Franco, experto del Instituto Real de Relaciones Internacionales (Egmont) y antiguo jefe de la Delegación de la Unión Europea (UE) en Rusia.

“Las manifestaciones son un indicador de que no todos están felices con Putin y eso podría tener un impacto a nivel político en las elecciones del 19 septiembre. En caso de que Rusia Unida pierda la mayoría, el balance de poder entre la élite se verá alterado, y eso impactará en lo que haga Putin. ¿Putin desaparecerá? No, ¿Navalni tomará su lugar? No, pero sí moverá el sistema y eso conducirá a cambios ¿Cuándo? No sé, pero seguro habrá”.

Kadri Liik, investigadora del European Council on Foreign Relations, describe las manifestaciones como una señal de que una parte sustancial de la población y no sólo sus incondicionales, considera inapropiada la forma como el opositor es tratado, desde su envenenamiento hasta su encarcelamiento.

“Además, la presencia policiaca y su brutalidad muestran que al Kremlin le preocupa. Hay una especie de levantamiento, pero no significa que el colapso de Putin sea inminente. Hay en curso una larga lucha que enfrenta cada vez más resistencia”.

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Señala que es probable que con el tiempo se apaguen las protestas, pero no podrá decirse que el Kremlin triunfó. “El problema no es Navalni, sino la lenta erosión de la legitimidad del Kremlin. El haberlo considerado un peligro nos dice mucho sobre el estado en el que se encuentra el sistema, es más débil, más endeble, más frágil de lo que era”.

Sostiene que con o sin Navalni, si el sistema de Putin quiere sobrevivir debe renovarse, sumar nueva gente y ofrecer cierto nivel de rendición de cuentas.

Distintivo

A diferencia de manifestaciones anteriores, incluyendo de 2011, las que tienen lugar en el contexto del encierro de Navalni plantean un problema sin precedentes para el Kremlin.

“De vez en cuando han habido protestas, pero las que estamos viendo con Navalni cristalizan el malestar de la población. No sólo movilizan a la gente de los suburbios de Moscú, sino de todo el país (unas 120 ciudades), lo que supone un factor novedoso, la movilización de la clase media en toda Rusia”, indica Franco.

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“Son personas de entre 30 y 40 años, profesionistas, con empleo, con negocios y vivienda propia, que sienten haber encontrado una persona que los represente en forma de símbolo de una oposición que no había anteriormente. Navalni es un político muy hábil que sabe cómo usar esta carta y desde su retorno a Rusia sabía perfectamente lo que estaba haciendo”.

Para el antiguo diplomático, otro elemento relevante es la participación de los adolescentes, que a diferencia de sus abuelos, no portan el virus del miedo inyectado por un gobierno totalitario.

“Es una combinación muy peligrosa; por una parte, una clase media que se levanta en defensa de sus derechos, y por el otro, jóvenes que no comprenden por qué el sistema es tan represivo”.

Por otro lado, el uso de mano dura es señal de que la situación se está saliendo de control. Franco recuerda que en 2011 la situación fue gestionada de manera quirúrgica por operadores políticos que a través del manejo de la información lograron generar antipatía hacia los opositores y borrarlos de la escena pública.

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“La impresión que tengo es que el asunto de Navalni se les salió de las manos a los operadores políticos y la gestión ahora ha pasado a los servicios de seguridad (FSB). Esto indica cierto nivel de pánico en una clase gobernante preocupada en perder el control sobre el proceso, ven que esto es mucho más peligroso que hace 10 años, al reconocer que es un movimiento que se ha expandido como gasolina. El argumento de que son los [revoltosos] de Moscú contra el resto, ya no es válido”. Afirma que hay un temor real de que se reproduzca lo visto en Bielorrusia luego de los comicios de agosto: un hervidero de protestas.

Monotemático

Liik, quien ha tenido comunicación directa con la cúpula del poder en Rusia, conoció personalmente a Navalni hace aproximadamente cinco años. La impresión que le dejó durante el encuentro en Moscú, es el de una persona mucho más agradable de lo que aparenta. No resultó ser el feroz nacionalista, sino una persona completamente normal y agradable. Pero como político, resultó ser más débil de lo previsto, fue incapaz de profundizar más allá del tema de la corrupción.

De ahí que la investigadora no lo considera una seria amenaza para el régimen. Si bien el activista ha logrado crear una sólida base de apoyo, su carrera política se limita al tema de la exposición de corrupción, por lo que carece de una agenda alternativa.

“Hasta ahora Navalni no ha sido capaz de articular una visión completamente distinta de Rusia y cambiar en su totalidad el paradigma. No ofrece algo distinto, está clavado en la corrupción”.

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Además, es él solo y sus seguidores, aunque no se le puede culpar, dice Liik, puesto que el paisaje político opositor ruso es desértico, como para formar coaliciones que desafíen la fuerza dominante.

“Carece de atractivo universal debido a que mucha gente sospecha de él por varios motivos, principalmente erróneos. Algunos piensan que es un producto occidental, los liberales que es un nacionalista y la élite y clase educada es cautelosa porque ven que desde dentro del Kremlin le están proporcionando información y eso les hace preguntarse por qué motivo. Muchos no quieren que se les asocie a Navalni porque no saben con quién realmente se están asociando”, indica la estudiosa.

Afirma que hay muchos actores políticos con doble agenda y que operan con fines propios. “Es un personaje con una reputación que genera sentimientos encontrados, pero que ha despertado en la gente el reclamo a ser tratado justamente”.