Aguas Calientes, .— Parado sobre una estructura precolombina, un guardián con pantalón y sombrero color caqui no para de gritarle a la multitud que se amontona en el lugar que todos los turistas quieren ocupar para tomarse la foto clásica del sitio arqueológico de .

“¡Por favor, avance, no se detenga! Allí es sólo para tomarse la foto, no se pare. ¡Avance, avance, por favor!”, ruega el ranger, quien porta al cuello carnet del Ministerio de Cultura de Perú.

Una mujer cubierta con un poncho de plástico color amarillo responde con voz de enfado: “¿Eh? ¡Si no se ve nada! ¿Cómo quiere que camine? Familia, nadie se mueva, primero la foto”.

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Una joven maquillada y con ropa de fiesta intenta poner orden. En lengua española propone hacer fila para tomarse la foto desde la vista panorámica, desde la Casa del Guardián. Nadie hace caso a sus indicaciones; los visitantes siguen hablando, se escucha francés, inglés, holandés, italiano y portugués. No hay empujones, a pesar de que continúa llegando gente detrás de la joven que luce un perfecto maquillaje.

Han pasado unos cuantos minutos y a unos 100 metros de distancia se ve a tres guardias acercarse. Marchan a paso sincronizado y, como si estuvieran arreando llamas en la pampa, comienzan a despejar la Plataforma Superior a la voz de: “¡Por favor, retírese, por favor!”.

La muchedumbre, con dificultades, entra en movimiento y como si fuera una gotera, comienza a descender por unas escaleras de madera improvisadas que conducen a la Plaza de los Templos, el corazón de la ciudadela inca.

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Son las 9 horas, la Plataforma Superior prácticamente ha sido desalojada y está lista para recibir la siguiente oleada de turistas. La gema arqueológica del antiguo imperio inca, que se extendía desde Colombia hasta Chile, es uno de los destinos turísticos con mayor demanda en el planeta.

Todos los días opera a su máxima capacidad. Pero a diferencia de hace una década, cuando el visitante disfrutaba a plenitud una de las siete maravillas del mundo moderno, es decir, sin límite de tiempo y con libertad para recorrer sus pasillos, explanadas y zonas de cultivo, hoy en día hay cupos de visitantes diarios y rutas demarcadas con cuerdas y palos.

“Los cambios se realizaron para tener un mejor control de afluencia y no permitir que suba el aforo en un sólo lado. De esta manera tenemos una distribución equitativa en el parque”, dice a este diario un funcionario identificado como Jesús, en una conversación realizada en las oficinas del Ministerio de Cultura en Aguas Calientes, el pueblo más cercano al complejo y único punto de venta presencial de boletos.

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En la actualidad, la estrategia para contener el turismo de masas consiste en la admisión de 5 mil 600 personas diarias en temporada alta y 4 mil 500 en temporada baja, repartidas en tres grandes circuitos que agrupan 10 rutas de visita y 10 turnos, desde las 6:00 hasta las 15:00 por espacios de una hora.

El circuito uno, considerado como el de menor demanda, incluye únicamente el acceso a la parte superior del recinto, desde donde sólo se puede tomar una de las fotos clásicas. La opción dos es la más popular, al ofrecer una vista de postal y el recorrido por la ciudadela. El circuito tres incluye la parte inferior del complejo y acceso al sendero para subir la montaña Huayna Picchu. Esta entrada requiere de cierta condición física, al tener como opción un recorrido por la montaña de 2.4 km, ida y vuelta, alcanzando una altitud de 2 mil 700 metros sobre el nivel del mar.

“Operar de otra manera podríamos en peligro el recinto, al permitir la concentración de visitantes en un sólo sitio”, señala el funcionario.

“Es falso el rumor de que vamos a cerrar Machu Picchu, eso es imposible, a menos que el parque esté peligrando por algo. Por el momento, estamos respetando el aforo estipulado por la UNESCO como patrimonio mundial. Aunque hay en proceso un estudio técnico para ver cuál está siendo el impacto en el sitio y determinar si es necesario bajar el aforo o podemos subirlo. Esto llevará unos ocho meses”.

En la actualidad hay tres circuitos para explorar Machu Picchu. La opción dos es la más popular, al ofrecer una vista de postal y el recorrido por la ciudadela. Foto. Inder Bugarin / EL UNIVERSAL
En la actualidad hay tres circuitos para explorar Machu Picchu. La opción dos es la más popular, al ofrecer una vista de postal y el recorrido por la ciudadela. Foto. Inder Bugarin / EL UNIVERSAL

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Juan Carlos Quispe, guía oficial de turismo en el complejo arqueológico, sostiene que la ciudad se está hundiendo y muchas estructuras están colapsando, por lo que considera necesario reducir el aforo. Mirando hacia un futuro próximo, prevé que el acceso quede limitado exclusivamente al circuito uno, al ser la única ruta que ofrece sustentabilidad ante el turismo de masas. La alternativa sería el desarrollo de un servicio de teleférico que permita apreciar el espacio inca desde las alturas sin dañar las estructuras.

Truco malicioso

En el residencial barrio de Miraflores, de la capital Lima, así como en el centro de la pintoresca ciudad de Cusco, numerosas agencias ofrecen al viajero la posibilidad de visitar por 314 dólares al tesoro histórico, también conocido como Monte Viejo.

El paquete promocionado como “increíble” y “excepcional”, incluye guía, transporte terrestre, una noche en hospedaje de una estrella y orientación. Excluye alimentos, boleto de avión a Cusco, pasaje de tren a Aguas Calientes y entrada al parque.

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“Es aquí en donde comienza la pesadilla, ya que las agencias le dicen al turista que llegando a Aguas Calientes pueden conseguir entrada. Es verdad que cada día se ofrecen en taquilla mil boletos de venta presencial, pero son para entrar el día después. Además, suelen ser insuficientes para cubrir la gran demanda. El turista se queda varado en el pueblo. Pasa más tiempo haciendo fila que divirtiéndose”, explica Genrri, quien por más de 15 años es guía en el sendero Salkantay, la ruta histórica en los Andes peruanos que lleva a Machu Picchu.

“El turista pierde esperando entre dos y tres días, y termina con gastos adicionales. Sólo hay dos formas de llegar a Aguas Calientes. Una es caminar de dos a tres horas y la otra es por tren, por Perurail, que tiene el monopolio [los precios de última hora por persona varían entre 95 y 160 dólares sólo de ida]. El viajero termina frustrado”.

Para acabar con la especulación, el veterano guía propone eliminar los mil boletos presenciales que se ofrecen diario y limitar la venta a la plataforma en línea, medida a la que se oponen autoridades del distrito de Machu Picchu Pueblo, quienes en 2024 paralizaron el turismo con bloqueos y protestas violentas rechazando la iniciativa.

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“No se dan cuenta, están acabando con la gallina de oro. No entienden que el turismo nacional y miles de familias dependen de Machu Picchu. Esto es de pasar la voz, y si un turista dice ‘eviten Machu Picchu’, la cosa termina como una bola de nieve”, asegura Genrri.

Entre las personas que dependen de la actividad económica generada alrededor de la ciudad inca está Jorge Chávez, conductor de Uber en Lima, quien dice que 90% de sus pasajeros son turistas que hacen escala en la capital rumbo al recinto arqueológico, así como Juana Basilia Álvarez, quien vende granadilla, pitahaya y tortas de palta (aguacate) en las faldas de la montaña Wiñaypoco.

Juana sostiene que antes sus frutos los compraban un par de pasantes al día, hoy tiene decenas de clientes. También varias compañías han hecho “sustanciales” ofertas por sus verdes tierras para transformarlas en albergues turísticos. “De aquí no me saca nadie”, dice la peruana de 63 años.

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“El problema está en que el turista va con un agente de viajes y el operador le dice ‘ve a Machu Picchu, allá vas a encontrar entradas’, cuando no es así, por la gran demanda que hay y porque tenemos protocolos que no permiten pasarnos del límite”, explica Jesús.

“En ese sentido, sí hemos tenido varios inconvenientes. Aconsejamos entrar a la plataforma digital y allí corroborar la información del operador, porque puede decir que la vela es verde, pero en realidad la persona tiene que saber que hay un protocolo y una estructura que debe respetar”.

Descubierto por el historiador estadounidense, Hiram Bingham, en 1911, el santuario es una de las maravillas arquitectónicas más importantes del planeta y un pilar fundamental de la economía peruana, creando innumerables puestos de trabajo. Tan sólo por concepto de entradas genera ingresos por 40 millones de dólares al año, de acuerdo con el Foro Económico Mundial.

Machu Picchu recibe en la actualidad alrededor de 1.6 millones de visitantes al año, por encima de los 80 mil en 1991. Foto: Inder Bugarin / EL UNIVERSAL
Machu Picchu recibe en la actualidad alrededor de 1.6 millones de visitantes al año, por encima de los 80 mil en 1991. Foto: Inder Bugarin / EL UNIVERSAL

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Declarado en 1983 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, desde 2008 es considerado por el World Monuments Fund como uno de los sitios más amenazados. En la actualidad recibe alrededor de 1.6 millones de visitantes al año, por encima de los 80 mil en 1991.

Al paso de los años se han introducido medidas tratando de garantizar que las generaciones futuras puedan seguir disfrutando del sitio, pero las entradas programadas, los circuitos designados y el límite en el número de visitantes por día han sido insuficientes para atajar los problemas generados por la sobrecarga turística que amenaza las estructuras del recinto y el frágil ecosistema sobre el que reposa.

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