Madrid.— La conversión de México en un narco-Estado es algo muy poco probable, a pesar de la existencia de zonas y municipios fuertemente controlados por el crimen organizado.
“México tiene un Estado robusto, duro de roer. Habrá narcoterritorios y vacíos de poder en algunos espacios, sin duda, pero creo que México no llegará al extremo en el que pueden estar Honduras o Guatemala”, señala en entrevista con EL UNIVERSAL Salvador Martí i Puig, catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad de Girona e investigador sénior asociado de CIDOB (Barcelona Centre for International Affairs).
“Los riesgos que afronta México son múltiples. La primera obligación que debería tener el Estado es la protección de los derechos de los ciudadanos. Si este primer mandato no se cumple, el resto peligra, por lo que hay riesgos de involución democrática y que se acabe apostando por soluciones de impunidad o respuestas autoritarias”, agrega el académico que califica de muy grave el proceso de normalización de la violencia que se ha producido en México en los últimos años, sobre todo a nivel de calle.
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¿Cómo se observa desde Europa la involución que está sufriendo México por la inseguridad pública?
—Los ciudadanos en la Unión Europea perciben que la inseguridad en México se ha incrementado, probablemente desde la administración de Felipe Calderón, cuando empezó la guerra del narco. A través de los medios de comunicación se fue observando cómo se iba deteriorando la seguridad, con el consiguiente retroceso de los derechos humanos en ese país. Eso ha ido in crescendo. Igualmente se percibe que la calidad de la democracia y las instituciones de seguridad también se han ido deteriorando. Al día de hoy aparecen dos cosas. Por un lado, cierta normalización, es decir, lo que fue escándalo hace cinco o 10 años hoy forma parte de un continuo y, por lo tanto, creo que no hay tanta sorpresa, sino más bien hastío. Por otro lado, lo que sí empieza a ser ya muy preocupante, es cuando trascienden los datos agregados de la cantidad de personas que están desaparecidas o el número de asesinatos que se cometen.
Habla usted de normalización de la violencia…
—Sí, es algo muy grave. Hace seis o siete años tenías la sensación en algunas ciudades mexicanas de estar casi en un estado de sitio, con la presencia de soldados y controles militares y casi nadie participando del ocio nocturno. Eso ha cambiado; hoy no existe esa percepción, a pesar de que la inseguridad no se ha reducido. Lo que sucede es que la gente ha terminado por normalizar la violencia.
¿A qué se debe que sea prácticamente imparable la violencia del narcotráfico?
—En los últimos 20 años, no sólo en México, sino en el sur global, ha habido una doble dinámica. Por un lado, una retirada de la presencia del Estado en algunos territorios, no sólo en el sentido punitivo, sino que me refiero también a menos escuelas, infraestructuras, salud pública y trabajo. Esta salida paulatina del Estado ha hecho que otros poderes hayan ocupado ese espacio. El poder no desaparece, se transforma, y muchos actores ilegales se han ido apropiando de espacios y territorios, generando entre ellos otro tipo de actividades, como el narcotráfico; pero no es la única actividad criminal, ya que hablamos de otras industrias ilícitas como el tráfico de migrantes, la prostitución y la minería ilegal, unido todo ello a un proceso de pauperización de ciertas zonas. La ausencia del Estado ha sido reemplazada por otros actores económicos o políticos, muy vinculados al ámbito ilegal. Es un proceso en el que intervienen muchos elementos y cuando te das cuenta de la presencia y el poder del narco, luchar contra él es muy difícil porque ha permeado muchos espacios de la sociedad, tanto privada como pública.
En este contexto de degradación, ¿qué riesgos corre México?
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—Los riesgos son múltiples. La primera obligación que debería tener el Estado es la protección de los derechos de los ciudadanos. Si este primer mandato no se cumple, el resto peligra, por lo que hay riesgos de involución democrática y que se acabe apostando por soluciones de impunidad o respuestas autoritarias. Además, como siempre ocurre, quienes más sufren la violencia son las personas humildes, más desposeídas, lo que significa una mayor desigualdad, una mayor estratificación en un país tan desigual como México. Esto es muy grave, porque sería un agravio más a los que siempre han estado agraviados. Todo ello forma parte de un proceso de conflictividad generalizada.
¿Se encamina México hacia un narco-Estado?
—Es demasiado exagerado afirmar eso, aunque pueda haber narcomunicipios, narcoterritorios. Estoy pensando en zonas de Michoacán, en zonas de Guerrero, donde el narco se ha instalado y controla, pero no creo que México llegue a convertirse en un narco-Estado, porque el Estado mexicano es robusto y duro de roer. A pesar de las críticas a la élite política mexicana, el país tiene mucha gente preparada. Habrá narcoterritorios y vacíos de poder en algunos espacios, sin duda, pero creo que México no llegará al extremo en el que pueden estar Honduras o Guatemala.
La estrategia de seguridad implementada por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador que se basa fundamentalmente en la actuación del ejército, ¿está siendo la adecuada?
—No tengo una respuesta definitiva. Soy crítico en que probablemente se está otorgando demasiado poder al estamento militar. El problema es que los militares, una vez que van ocupando espacios, no sabemos cómo se pueden sacar, por lo que tengo la sensación de que quizás hay un exceso de militarización en el país, con presencia de los militares en muchos ámbitos. Respecto al tema de la seguridad, no tengo muy claro cuál va a ser su desempeño, porque la policía tenía cosas buenas y cosas malas. Muchas veces tenía los mandos muy interrumpidos y se le acusaba de ser poco eficiente en el territorio, incluso corrupta, pero por otro lado la policía tenía un buen servicio de información en el ámbito urbano. Habrá que esperar para saber un poco más, ya que todavía hay muchos claroscuros.
Con base en esta realidad ¿es conveniente ampliar la cooperación con Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico, incluso en territorio mexicano?
—Como dije antes, cuando metes dentro a los militares, luego no sabes cómo sacarlos. Lo mismo ocurre con la DEA. Creo que el país que más ha cooperado con Estados Unidos en este rubro ha sido Colombia y el resultado no ha sido especialmente bueno, es decir, con que haya coordinación en términos de seguridad y logística, perfecto. Si no, es complicado. Incrementar la cooperación física con Estados Unidos, dudo que sea un buen plan
¿Cómo se visualiza desde Europa el futuro de México a corto y mediano plazo?
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