Ante el Halloween estadounidense, que se ha extendido como una fiesta de disfraces y golosinas, Costa Rica buscó defender sus costumbres y en 1996 creó el Día de la Mascarada Tradicional que festeja cada 31 de octubre.

Las mascaradas surgieron a inicios del siglo XIX en fiestas de La Puebla, un barrio de indígenas y afroamericanos en Cartago, una ciudad a unos 23 kilómetros al este de San José y que, en ese entonces, era la capital de Costa Rica, todavía colonia española.

En coincidencia religiosa, en La Puebla apareció en 1635 la imagen de la Virgen de los Ángeles o “La Negrita”, Patrona de Costa Rica y versión costarricense de la Virgen de Guadalupe de México.

Costa Rica deja de lado "Halloween" y celebra “Día de la Mascarada”
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Las máscaras son variadas, pueden representar una giganta, un toro guaco, un diplomático, un político acusado de corrupción, un policía, una pareja matrimonial, un rostro mitad yegua y mitad mujer, un diablo, una anciana tenebrosa, una bruja, un cura sin cabeza, un campesino y muchos más.

Los personajes son múltiples —algunos aparecen un año y al siguiente desaparecen— y no necesariamente representan brujas o muerto, pues están a disposición de la cambiante creatividad de la imaginación callejera del arte popular.

Al igual que en otros festejos que se realizan durante el año en distintos pueblos costarricenses que conmemoran a su santo patrón o santa patrona, hombres y mujeres se visten con enormes ropajes multicolores, suben en zancos, insertan las máscaras en sus cabezas y participan en pasacalles en los que, por ejemplo, los enormes muñecones o monigotes de la giganta y el toro guaco corretean a infantes y adolescentes, al ritmo de la banda musical local.

lsm

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