Descalzos, con huaraches o únicamente con vendas en los pies, los nazarenos tienen su propio viacrucis, que cargan junto con enormes cruces de madera por los ocho barrios de Iztapalapa, hasta el Cerro de la Estrella donde, con sus cruces levantadas hacia Jesús de Nazaret crucificado, esperan cumplir sus mandas.

Gabriel Guevara Luna, un joven de 18 años, se vistió por primera vez de nazareno para pedir por su mejor amigo, Álvaro, quien se encuentra internado en un hospital debido a que fue golpeado.

“Penitencia y amor hacia él”, dijo entre lágrimas sobre el joven del Barrio de Santa Lucía, quien tuvo que ser vendado debido al desgaste en sus pies y las rozaduras en el cuello que le dejó la cruz de 70 kilos que cargó.

Braulio Amador Álvarez, de 59 años, es un habitante del Barrio de San Pedro, y fue a pedir por sus padres, quienes fallecieron en 2017, para que descansen en paz, junto con sus abuelos y hermanos.

Con su cruz de unos 150 kilos de peso salió desde las 8.30 de la mañana para cumplir con su manda por vigésima séptima ocasión.

En cambio, María Fernanda, de 15 años, se vistió de nazarena para pedir que le vaya bien en su examen del Comipems y poder conseguir un lugar en una preparatoria pública en el próximo ciclo escolar.

“Una manda de mi escuela, para que me vaya bien”, dijo mientras cargaba su cruz de unos 10 kilos de peso, en la que llevaba una fotografía de su padre y sus tíos, como un homenaje para ellos, quienes fallecieron hace cinco y dos años, respectivamente.

Desde Ecatepec, Carlos, de 19 años de edad, llegó a Iztapalapa para realizar la caminata del Viacrucis únicamente por fe y devoción. “Así normal, por fe”, expresó el joven, quien llegó a Iztapalapa desde un día antes, donde se quedó en la casa de uno de sus tíos, para prepararse e iniciar la caminata desde las 8 de la mañana.

Jonathan, de 27 años, es habitante de la alcaldía Iztapalapa, y acudió como nazareno del Viacrucis como parte de una manda por el fallecimiento de su abuelo, hace 18 años.

“Vengo como una manda, que falleció mi abuelito”, comentó con la voz débil por el cansancio de cargar la cruz, la cual tiene un peso de unos 100 kilos, y una dimensión de seis metros de largo y tres de brazo.

Esta es la vigésima tercera ocasión en que Jonathan acude al Viacrucis, pues asistía desde que era niño.

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