El local que pertenece al negocio “Piñatas Mena Bambolinos”, que durante 12 años se caracterizó por su colorido al exhibir las piñatas hechas por la familia Mena, quedó prácticamente vacío después del sismo del 19 de septiembre. Ahora en el piso se pueden ver estas figuras empolvadas, entre los restos de las paredes destruidas por el terremoto.

Quedaron también algunos muebles, pero sobresalen los muros derruidos que dan un aspecto sombrío y la sensación de que en cualquier momento el techo se puede venir abajo. En la calle hay vidrios rotos y todavía está la cinta amarilla que prohíbe el paso a los peatones.

El negocio estaba en el número 288 en la esquina de Melchor Ocampo y Río Tiber en la delegación Cuauhtémoc. El edificio quedó con severos daños tras el temblor y ahora está en riesgo de colapso por lo que negocios y departamentos tuvieron que ser desalojados.

Es uno de los 452 mil establecimientos en la Ciudad de México dañados por el terremoto, según las estadísticas sobre afectaciones publicadas por el Inegi. De éstos, sólo 1 de cada 10 han recibido ayuda por parte de las autoridades.

La familia Mena rentaba en la planta baja de este edificio desde hace 12 años, allí fabricaban y exhibían sus piñatas. Todos sus ingresos provenían de ese negocio. Desde el día del desalojo, el 20 de septiembre, se han dedicado a buscar un local nuevo para seguir trabajando, pero aún no han encontrado el adecuado.

Por el momento les prestaron un departamento en Azcapotzalco donde guardan las figuras e intentan seguir fabricando, aunque resulta difícil por lo reducido del espacio. La encuesta del Inegi, señala que 4 de cada 10 locales afectados suspendieron actividades por más de tres días.

La tradición

Hugo recuerda que fue su bisabuelo, Julio Mena, quien inició el negocio familiar. Les enseñó a sus hijos y nietos cómo elaborar las piñatas tradicionales. Ahora los sobrinos e hijos de Hugo también conocen el negocio, pero por el momento se dedican a estudiar y casi no participan en el taller.

"La tradición fue pasando de generación en generación, cada quien fue aportando ideas", porque al inicio las piñatas se hacían con carrizo y papel periódico, después utilizaron ollas de barro para formar las tradicionales estrellas.

Con los años vieron que tenían poca variedad y se dieron cuenta de que podían hacer todo tipo de figuras; por ejemplo, imitar a las caricaturas de moda y así atraer la atención de los niños. Ahora la mayoría son de periódico y cartón. La familia pinta las piñatas a mano, por lo que todo el trabajo es artesanal.

En el taller ubicado en Circuito Interior trabajaban Hugo, Alicia y tres empleados más. Calculan que una sola persona trabajando ocho horas diarias puede hacer un promedio de ocho piñatas a la semana si hay un molde base, porque de lo contrario su elaboración requiere más tiempo.

Volver a empezar

El matrimonio Mena considera que su reubicación y la dificultad de no tener un lugar establecido afectará sus ventas durante los próximos meses, “ya teníamos a nuestros clientes cautivos que nos seguían desde hace muchos años por lo céntrico del local ubicado en el Circuito”.

Ahora que están al norte de la ciudad, las personas se quejan porque para algunos es una zona muy retirada. "Es empezar de cero porque tenemos que buscar un nuevo local y acreditarlo", dice la señora Alicia.

La familia Mena busca la manera de no dejar caer el negocio, por lo que ha recurrido a la venta por medio de las redes sociales. Aunque sus principales ingresos aún provienen de la distribución sobre pedidos, ya que tenían clientes cautivos que iban directamente a comprarles a ellos y los recomendaban.

Una piñata promedio cuesta entre 330 y 350 pesos, el precio varía según el terminado y tamaño que el cliente solicite. Hugo Mena dice que en este negocio no hay temporadas altas porque son variables, hay meses del año en los que venden mejor que en otros.

También comenta que hay opiniones encontradas respecto a la situación del edificio. “Los primeros días una persona de Protección Civil nos dijo que sacaramos las cosas bajo nuestro propio riesgo”. Días después otro perito les explicó que los daños no eran significativos, sin embargo el experto encargado de revisar el inmueble cada seis meses les notificó que el edificio completo ya no resistiría otro temblor porque está en riesgo de colapso.

La familia Mena dice que aún no hay un dictamen oficial, las autoridades les dijeron que “hay situaciones más urgentes”. “A mí la verdad me da mucho miedo el edificio por lo inclinado que está, las paredes también están casi derribadas”, cuenta Hugo.

El doctor que perdió su consultorio

El doctor Mario Landetta llegó a la colonia Roma hace un año, sin embargo llevaba más de tres años intentado poner su consultorio en esta zona de la ciudad. Junto con su esposa, que trabaja con él, el negocio comenzó a conocerse por las pacientesy por fin empezaban a llenar su agenda de citas. Sin embargo, el sismo les quitó la oportunidad de seguir creciendo.

A Mario no le hablaron por teléfono, nadie le avisó, no fue hasta que llegó a la torre de consultorios que se enteró de su situación. Todo estaba cerrado y lo único que se podía ver en la entrada era un comunicado de Protección Civil en el cual catalogaban el inmueble como inhabitable. “Lo primero que me vino a la mente fue que todo mi mobiliario se había perdido”, dice el doctor.

Mario ejerce la especialidad de ginecología y obstetricia, en su lugar de trabajo no sólo había computadoras, escritorios y artículos de oficina; había equipo médico especializado como ultrasonidos, los que utiliza para revisar a los bebés; colposcopio, que sirve para revisar a las mujeres; además de estetoscopios y la cama para revisar a las pacientes. Todo ese material lo ha conseguido a lo largo del tiempo, con sus ahorros. Hasta el momento, el doctor aún no ha podido entrar al edificio para saber si su equipo está en buen estado. Los dueños del edificio le comunicaron que se hará un protocolo para que todos puedan sacar sus cosas y que en la medida de lo posible lo reubicarán. Pero para eso puede pasar hasta un mes.

Lo que más le preocupa no es lo que cuestan sus equipos e instrumentos de trabajo. No poder utilizarlos es su verdadera pérdida. De la semana del sismo hasta hoy, no ha podido dar 20 consultas que tenía programadas y el número sigue creciendo conforme pasan los días.

El doctor trabaja, además, en otro consultorio ubicado en la colonia Estrella de la delegación Gustavo A. Madero. Ha intentado, sin éxito, mover a sus pacientes para allá. “No, es que está muy lejos”, “es que no conozco”, “me gustaba ese porque está en la Roma”, son algunas de las explicaciones que le dan. “La vida sigue y por el momento mi consulta, que es el motor de mi quehacer médico, está paralizada” concluye el doctor.


La reconstrucción

Afortunadamente, la familia Mena y el doctor Landetta no se encontraban en sus lugares de trabajo el día del temblor. Hugo y su esposa estaban haciendo una entrega y Mario se encontraba en su casa.

“Al llegar al edificio vimos vidrios tirados y muchos vecinos afuera. Me dio mucha tristeza y comenzó la incertidumbre de no saber qué iba a pasar”, recuerda Hugo, “al día siguiente empezó el desalojo de locatarios e inquilinos”.

“Cuando el sismo terminó no me imaginé las magnitud de los daños. Fue hasta que prendí la tele y vi las redes sociales que entendí la gravedad de la situación”, finaliza el doctor.

La frase de “menos mal sólo son pérdidas materiales”, como les han dicho algunos de sus amigos, no los reconforta. Buscan que las autoridades los apoyen en su situación, para recuperar un poco del trabajo perdido.

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