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Zacatecas.— “Planeaba mi graduación como licenciada en Enfermería. Iniciaba mi último semestre, pero un día comencé a sentirme débil y conforme pasaban los minutos no pude caminar, ni mover mis brazos, hasta quedar inmóvil. No entendía qué me pasaba, hoy sé que es una enfermedad rara llamada Síndrome de Guillain-Barré y urge darla a conocer”, relata Ana Mariela Carrillo Villegas, de 22 años.

Ese 2 de febrero, la joven estaba en su casa, en Valparaíso, un municipio enclavado en la sierra, a unos 150 kilómetros de la capital. Y al ver que su cuerpo no respondía fue trasladada a una clínica de la localidad.

Al manifestar su dolencia, el personal médico no le creyó. Sin embargo, relata, un doctor traumatólogo alertó a su familia que podría tratarse del Síndrome de Guillain-Barré y los urgió acudir a un hospital en Zacatecas para detener el deterioro. De lo contrario, los pulmones podrían paralizarse y causarle la muerte.

Tras ser hospitalizada, durante cinco días le suministraron inmonoglobulina para evitar que el deterioro siguiera, después le realizaron los estudios y electromiografías que dieron positivo a dicho síndrome.

Enfermedad que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), ataca al sistema inmunitario y parte del sistema nervioso periférico, por lo que puede afectar los nervios que controlan los movimientos musculares y producir debilidad muscular, así como la pérdida de sensibilidad en piernas o brazos.

Terapia exitosa. Los especialistas la medicaron y le anticiparon que su recuperación sería lenta y tardaría entre 180 días a dos años.

Fue un duro golpe ver que no podía valerse por ella misma: “Dejé de ir a la escuela porque debía hacer mi servicio. No podía hacer nada, ni ir al baño, ni peinarme; dependía totalmente de mi familia”.

Entendió que su rehabilitación tiene mucho que ver con su ánimo. Pidió a su familia que la llevaran a la Exposición de las Fuerzas Armadas que se instaló por un mes en la ciudad. Iba en sillas de ruedas y en la zona de terapia ecuestre un militar le explicó que esos caballos se utilizan para equinoterapia y que había sesiones para su patología.

Rolando Ortega, teniente de Sanidad y Terapia Física del centro de Rehabilitación Infantil de la Sedena, explica que al valorar su caso se determinaron 15 sesiones terapéuticas para Mariela. El avance fue más rápido, al grado de que en ese tiempo dejó de usar silla de ruedas y logró caminar apoyada con un bordón.

A la fecha, cuenta, sólo ha tratado dos casos y ha comprobado que con equinoterapia se logra una movilidad más rápida, aunque la enfermedad casi siempre deja secuelas.

Confía en que Mariela tenga una recuperación rápida, y aunque ellos se deben ir de Zacatecas, le advierte que no debe dejar de hacer equinoterapia o una terapia alternativa.

Rolando Ortega explica que esta patología es muy poco frecuente y su presencia es súbita, ataca al sistema musculo-esquelético, pues se deja de proveer de mielina al nervio que genera el impulso nervioso.

Menciona que no hay datos precisos sobre la enfermedad, pero la incidencia anual que reporta a nivel mundial la Organización Mundial de la Salud (OMS) es de 0.6 a cuatro casos por cada 100 mil habitantes, mientras que en México pudiera ser de cuatro casos por millón.

Ana Mariela sonríe y refiere que los movimientos del caballo estimulan su sistema esquelético y nervioso, lo que ha permitido mejorar su marcha y coordinar mejor los pasos.

Incluso ha pensado en que su papá —quien tiene una yegua— se capacite para seguir con el tratamiento.

Su siguiente reto, dice, es graduarse como enfermera.

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