En un rincón de la Casa del Migrante en Saltillo, un grupo de migrantes cuentan sus anécdotas de represión, abusos, golpes, secuestros. Lo platican horas después de que a un par de kilómetros del albergue, el migrante hondureño Marco Tulio Perdomo Guzmán fuera asesinado.

“No es la primera vez. Esas cosas pasan”, dice uno de ellos. “En Monterrey —Nuevo León— te pegan trompadas, te cachetean los policías por gusto”, cuenta otro. “Fuerza Coahuila me registró y me quitó 300 pesos. Me dijeron que no le reclamara nada porque si querían me desaparecían”, relata uno más. “En Gómez Palacio —Durango— a los policías municipales les dicen los ‘mañocipales’. A mí me pusieron un machete y una pistola en la cabeza en Tenosique”, narra un hondureño espigado. “En Monterrey me secuestraron, ahí los policías te entregan al cártel”, dice uno más.

Alberto Xicoténcatl, director de la Casa del Migrante de Saltillo, comenta que la situación en el albergue está muy tensa, pese a que los extranjeros asumen que es un viaje de riesgo.

Ante ese contexto, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) solicitó medidas cautelares para los migrantes en el estado. Ayer, afuera de la Casa del Migrante estaba vigilando una patrulla de Fuerza Coahuila.

Los extranjeros critican también la primera versión de las autoridades coahuilenses sobre que Marco Tulio iba armado. “No traemos ni para tragar, menos para comprar un arma”, reclama Jesús. El grupo asegura que en ese albergue hay mucha seguridad y que siempre los revisan, que es imposible que alguien tenga un arma.

Es parte del riesgo. En el refugio hay cerca de 100 migrantes, algunos de ellos acompañados de sus familias. Para otros, como Jorge, de Honduras, ese tipo de presuntos ajusticiamientos, pueden provocar caos en un futuro.

“Nos roban, nos quitan todo, encima nos deportan y nos tratan como criminales. Va a llegar un punto en que ya no nos vamos a dejar. Ya no podemos salir tranquilos. Ya nadie quiere salir de aquí; qué confianza le vamos a tener a la autoridad. Cómo vamos a reportar que en tal lado nos están secuestrando o reclutando”.

Para otros, el camino es conocido y es parte del peligro de salir del país. “Este camino así tiene que ser”, afirma Jaime, de Honduras. “Temor no tenemos, ya sabemos cómo están las cosas”, comenta Felipe, de Nicaragua. “Este camino es de riesgo, sobrevives o mueres”, asegura.

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