Bogotá.— José Antonio Parada Cerpa, de 22 años, nunca perdió un año en el colegio. Era el nieto mayor, la adoración y la alegría de su familia. Extrovertido y cariñoso, así lo recuerdan.

Sus padres, Angélica Cerpa Bernal y José Antonio Parada Fonseca, vivían con él en el barrio Modelia de la capital colombiana, y toda su vida procuraron que estudiara lo que siempre soñó: la medicina.

Así fue que al terminar el bachillerato inició la carrera en Unisanitas, donde tuvo muy buenos resultados. Después partió a México para hacer un año de internado.

“Mi sobrino ya estaba terminando su . Era muy juicioso [sensato] y le gustaba lo que hacía”, aseguró Walter Cerpa Bernal, tío del joven.

Relató que José Antonio llevaba ocho o nueve meses en México y nunca había tenido ningún problema, hasta el fin de semana pasado cuando decidió ir, en compañía de algunos amigos, a Huejotzingo.

“Él nos dijo que se iban a unos carnavales. De hecho, nos mandó fotos y videos, y sabíamos que estaba bien porque su mamá lo rastreaba a través de su iPhone. Al final nos dijo que regresaba el domingo 23 de febrero a las 22:00 horas en un Uber a Puebla. Hasta ese momento todo estuvo bien”.

Esa noche, Angélica durmió tranquila, pero al día siguiente se percató de que la señal del celular de su hijo todavía aparecía en un paraje desconocido.

Preocupados por el paradero del joven en México, la familia contactó a un compañero de residencia: “Le contamos lo del teléfono y él inmediatamente llamó a la policía. Pensábamos que él había botado el celular o que lo había perdido, pero nunca esta tragedia que hoy vivimos”, dijo.

Luego ubicaron los cuerpos del grupo en un paraje desolado de la carretera que conduce de ese pueblo a la ciudad de Puebla. “Según dicen los medios, los encontraron con tiros de gracia. Estaban mi sobrino, su compañera, el mexicano y el conductor del Uber”.

La madrugada de ayer llevaron a cabo la necropsia de los cuerpos, mientras Angélica viajaba de México a Puebla con el alma destrozada a ver a su hijo.

“No queremos que vayan a encochinar la honestidad de mi sobrino. Si hubiera sido un robo no habrían encontrado su iPhone”.

A través de medios de comunicación de otros países, la familia de José Antonio se enteró de la supuesta captura de tres hombres, pero oficialmente la familia no sabe nada del caso: “Les pedimos a las autoridades colombianas y mexicanas que nos ayuden con la repatriación de los cuerpos y a que se dé con los responsables.

“Mi sobrino era un joven sano y sin ningún tipo de problema. Tenemos miedo de que le monten una historia falsa”.

Para la familia, la forma en que asesinaron a los jóvenes es demasiado violenta, por eso piden que se acelere la investigación del caso: “Estamos destrozados”.

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