Chilpancingo.— Desde 2014, cuando el equipo Los Avispones fue atacado en el crucero de Santa Teresa, se fue quedando sin apoyos. Esa noche del 26 de septiembre era el inicio de temporada y Los Avispones ganaron 3 a 1 al equipo de Iguala. Al término del partido decidieron salir de inmediato, al enterarse de que en el centro de la ciudad había balaceras; en realidad eran los ataques que estaban sufriendo los estudiantes normalistas.

Cuando salían de Iguala, los detuvieron en un retén que instaló la Policía Federal, cerca del Palacio de Justicia. A los autos y camiones los desviaron por un camino rural, a los autobuses los retuvieron. Ahí estuvieron unos 15 minutos. A las 23:30 horas los dejaron pasar y siete minutos después el infierno se les vino encima. Policías de Iguala, Huitzuco y presuntos criminales los atacaron a tiros por un costado y por enfrente. Quedaron en la carrocería del autobús 80 disparos. Murió El Zurdito, David Josué García Evangelista, un adolescente que no tuvo tiempo de debutar. El chofer, Víctor Manuel Lugo, y otros 21 quedaron heridos.

Ese año, la FMF dictaminó que una franquicia de un equipo de futbol profesional no podía ser administrada por el ayuntamiento, como lo hacía el de Chilpancingo desde hace 25 años.

Ese dictamen dio pie para que los gobiernos locales les retiraran el apoyo. Esta temporada el equipo estuvo a punto de quedar fuera de la liga, no contaba con dinero para el registro de los jugadores, del cuerpo técnico, la inscripción y los uniformes. Un día, tuvieron que salir a botear para recaudar fondos y fue entonces cuando las autoridades los voltearon a ver. Al cierre del plazo, Los Avispones se registraron para la temporada 2019-2020.

El conjunto de futbol se convirtió en una asociación civil y actualmente no cuenta con dirigente, el último, Marco Iván Rodríguez Navarrete, fue asesinado en mayo pasado.

La ausencia de un presidente en el equipo les ha traído problemas legales y administrativos: no pueden gestionar o generar recursos para el financiamiento del grupo.

Este año, el gobierno municipal le dio un millón de pesos, sobre todo, para el pago de la nómina de los 35 jugadores y el cuerpo técnico, pero no se presupuestó la inscripción ni el registro. Necesitan alrededor de 2 millones de pesos sólo para cubrir traslados, salarios, utensilios y hospedajes.

Los Avispones desde hace tiempo funcionan en los límites, por ejemplo, un jugador que vive en Chilpancingo gana 500 pesos quincenales; mientras que los foráneos, los que vienen de otros municipios cobran mil pesos, que incluyen su pago, más su hospedaje y alimentación.

“Muchas veces no tenemos qué ofrecerle a los chavos, muchos nos cuestionan que el equipo tiene 30 años y no sube de categoría, pero la razón es que mientras no se le invierta no habrá posibilidad de crecer”, explican los integrante de la asociación civil.

La incertidumbre económica se traduce en incertidumbre deportiva, muchas veces por la falta de condiciones, los jugadores, sobre todo los foráneos, se ven obligados a desertar, a dejar el equipo a media temporada.

Por esa razón, explica el vicepresidente de la asociación, siempre buscan registrar a más de 30 jugadores, para que en medio de la temporada el conjunto no se desarme. En esta temporada ya salvaron su participación, pero la incertidumbre económica sigue. Cuando el ayuntamiento los dejó no se planeó nada para que fuera autosuficiente.

Los Avispones no tienen estadio, cada 15 días juegan en el Polideportivo de Chilpancingo, propiedad del gobierno estatal; de las entradas y la venta de bebidas, nada se les queda.

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