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La Paz.— Ni circos ni cabalgatas, ni peleas de gallos, ni cantinas... Los comercios cierran a las ocho de la noche y sólo las farmacias pueden seguir abiertas.
Ante la propagación del coronavirus en las comunidades rurales y pesqueras de la región Pacífico Norte en Baja California Sur, las autoridades decretaron medidas más restrictivas porque saben que las opciones de atención médica en la zona son muy limitadas.
En Guerrero Negro —a 700 kilómetros de La Paz— vive Efraín Patiño Estrada, profesor de inglés. En su pueblo, de más de 13 mil habitantes, sólo hay un hospital del Instituto Mexicano del Seguro Social, que hasta ayer tenía ocho camas disponibles y siete ocupadas para pacientes Covid.
Guerrero Negro registra 100 personas contagiadas, y en todo el municipio de Mulegé, la región a la que pertenece, suman 596, según el más reciente reporte estatal.
Efraín reconoce que desde finales de 2021 las medidas se relajaron: autoridades realizaron festividades navideñas, eventos deportivos masivos y culturales.
“Se flojeó bastante, hubo total relajación en políticas preventivas de los gobiernos locales”, platica el maestro.
“[La gente] ya no sintió ni siente el pánico de hace un año, a pesar de que todos hemos visto cómo aumentaron tan rápido los contagios”, dice a este diario.
Lo más preocupante, agrega, es el rezago de servicios médicos en Mulegé.
En caso de una emergencia, los habitantes de Guerrero Negro deben recorrer 10 horas en auto para ir a La Paz o, si hubiera espacio, a Comondú, un municipio más cercano. “Tenemos pocas opciones frente a una urgencia”, refiere.
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