Chilpancingo.— A principios de febrero la capital de Guerrero estuvo nueve días paralizada. Siete choferes de transporte público fueron asesinados y cinco unidades resultaron quemadas. Las clases se suspendieron y los negocios cerraron.

La actividad se reactivó el miércoles 14 de febrero, cuando la mayoría de taxis y colectivos volvieron a trabajar, algunos comercios reabrieron y la ciudad recuperó algo de su cotidianidad.

Desde entonces no se ha registrado ningún hecho de violencia. ¿Qué ocurrió para que volviera la tranquilidad a Chilpancingo?

El sacerdote , director del Centro de Defensa de los Derechos de las Víctimas de la Violencia, asegura que fue el artífice de una tregua entre las organizaciones criminales Los Ardillos y Los Tlacos.

Aclara que ambos grupos aceptaron firmar la tregua para proteger sus propios negocios.

Velázquez Florencio explica que tanto Los Ardillos como Los Tlacos han esparcido por todo Chilpancingo negocios lícitos, que van desde la distribución de carne de res, de puerco, pollo, refresco y cerveza, hasta bares, centros nocturnos y, por supuesto, transporte público.

“Más allá de las ganancias esperadas por la venta de drogas, ellos manejan clubes nocturnos, bares y demás cosas que reditúan, y el transporte también, ahí también tienen una ganancia”, explica el sacerdote a un pequeño grupo de representantes de medios de comunicación.

¿Cómo fue que se repartieron el territorio?, se le pregunta.

“No es que se hayan repartido un territorio, no es que haya una frontera a la mitad de Chilpancingo y que el bulevar sea la división. Sus negocios están en el mismo mercado, los dos confluyen. No es tanto el territorio, sino los negocios, y eso era lo que se estaban afectando el uno y el otro”, responde.

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La mediación

El martes 13 de febrero se concretó la tregua. El líder de Los Ardillos, Celso Ortega Jiménez, y el de Los Tlacos, Onésimo Marquina Chapa, hablaron por teléfono.

El sacerdote Filiberto explica que él facilitó la llamada, intercambió los números telefónicos.

Dice que desde hace dos semanas comenzó a sondear si era posible realizar un encuentro entre ambos líderes criminales.

“No sé si un ángel o un diablo me sopló en el oído: ‘Ya conoces a los dos que están en conflicto, ¿por qué no los reconcilias?’, cuenta.

Primero, dice, se acercó a gente de Marquina Chapa para plantear la posibilidad de un acercamiento con Ortega Jiménez.

Dos semanas después, Los Tlacos dieron el visto bueno. Vino el siguiente paso, consultó a Ortega Jiménez, y aceptó. No se encontraron en ningún lugar, no hubo emisario, se hablaron directamente.

El sacerdote explicó que él no estuvo durante la llamada en la que los líderes criminales pactaron la tregua, sólo les dio los números telefónicos. Foto: Arturo de Dios Palma / EL UNIVERSAL
El sacerdote explicó que él no estuvo durante la llamada en la que los líderes criminales pactaron la tregua, sólo les dio los números telefónicos. Foto: Arturo de Dios Palma / EL UNIVERSAL

“Yo no estuve, sólo intercambié los números”, precisa.

¿Supo qué platicaron?, le cuestiona el reportero.

“Básicamente se reclamaron lo que tenían que reclamarse y al final acordaron no afectar sus intereses, sus negocios”, contesta.

El sacerdote relata que comenzó su intervención con estos líderes criminales siguiendo los pasos del obispo emérito Salvador Rangel Mendoza. Su trabajo pastoral lo puso cerca de ellos.

“No es difícil encontrarlos, trabajamos en sus territorios y ellos han pasado por las iglesias, por las escuelas, por la vida común de los pueblos”, explica.

Cuando fue párroco en Chilapa contactó al líder de Los Ardillos para intervenir en la liberación de un joven porque, dijo, “entré en una lógica que prefería rescatar a los jóvenes vivos en lugar de andar buscando sus restos en las fosas”.

Con Los Tlacos el contacto lo hizo el año pasado, cuando comenzó a apoyar a los pobladores de la comunidad de El Nuevo Caracol, en la sierra de Heliodoro Castillo, que resiste los embates de La Familia Michoacana.

Los intereses políticos y las minas

¿En los intereses de estos grupos se incluyen puestos políticos?

“Sí, porque todos los grupos necesitan a las policías municipales. Ellos ponen o sugieren a los secretarios de Seguridad Pública porque al final son, no sé si su brazo armado, pero sí una manera de controlar la seguridad de los territorios. De ahí vienen las regidurías, los contratos de obra pública, cada grupo tiene su maquinaria, ya parecen empresarios de la construcción.

¿Les interesan las minas?

“Las minas dejan una rentabilidad muy grande. Ellos no están en la explotación de las minas porque no tienen la tecnología ni el conocimiento, pero sí en toda la industria que se genera alrededor, la están aprovechando. Por eso tienen la intención de desplazar [a la gente de los pueblos] para cuando llegue una concesión, ellos ya estén ahí para negociar”, dice.

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La tregua

La actual tregua es un acuerdo que pende de alfileres. Lo de fondo sigue sin resolverse. No hay un combate o alguna medida que reduzca la operación de las organizaciones criminales. Al contrario: ¿Quién les dio el acceso a los negocios legales? ¿Qué autoridad les da las licencias de funcionamiento? ¿Quién opera esas empresas lícitas?

¿Cree que esta tregua pueda prolongarse, de qué depende?

“Esta tregua presenta un precedente y La Familia Michoacana y Los Tlacos también pueden llegar a acuerdos. La duración va a depender de que dejen de arreglar sus asuntos con las armas, poniéndose de acuerdo y no necesariamente utilizando la violencia. Lo que nosotros estamos haciendo es desarmar el conflicto.

El padre Velázquez Florencio reconoce que para llegar a la paz falta mucho, pero hay alternativas, como el desarme de estos grupos y reincorporarlos a la actividad económica lícita, pero eso no es fácil.

“Esto es muy complicado porque hablamos de una justicia restaurativa. Qué pasaría con las víctimas a las que les han hecho daño, tendrían que mirarlas a los ojos y pedirles perdón.

“Es complicado, estamos hablando de una economía inmoral que tiene su origen no solamente en Guerrero, tiene sus brazos en otros países como Estados Unidos, y ahí es donde se topa. Porque por más interés que tengan los líderes locales para llegar a un cambio, habrá que ver si los que están más arriba los dejan”.

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