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El 13 de octubre de 2001 Papa Roach desbordó el pabellón del Palacio de los Deportes ante siete mil seguidores. Era un concierto que se había pospuesto por los atentados del 11 de septiembre. Tuvo de todo: slam, lesionados menores, hasta el vocalista Jacoby Shaddix cantó “La cucaracha” y se bajó los pantalones.

La agrupación había sorprendido al mundo con su nu metal. Esa combinación de heavy metal, hip hop y rock alternativo que provocó que su disco Infest vendiera 25 millones de álbumes en el mundo. La prensa de la época describe la euforia de ese día en cuerpos que chocaban por el sólo hecho de sacar el desconcierto.

El 12 de octubre de 2018, la banda californiana se presentó nuevamente en la Ciudad de México, han pasado 17 años de su primer concierto (y cuatro de su última visita en el país). Esta vez prácticamente no hubo slam, mucho menos lesionados. Los seguidores, algunos tan jóvenes como los 17 años del concierto de 2001, miraron más bien atónitos al vocalista que, más recatado, recorrió el escenario con energía juvenil por 50 minutos.

La cita fue esta vez en Jardín de la Arena Ciudad de México, en donde compartieron escenario con Good Charlotte. Las canciones emblemáticas de Papa Roach, como “Last resort”, provocaron movimientos de manos ocupadas con móviles.

“Musicalmente hablando la gente siempre conecta con nosotros sin importar la generación y lo que pasa en su tiempo. En especial los que son outsiders, esos que se sienten solos. No importa la edad que tengas, ese sentimiento seguirá ahí”, considera Tobin Esperance, bajista fundador de la banda.

Habla desde unos camerinos improvisados en el estacionamiento de la Arena Ciudad de México poco antes de contactar con sus seguidores con su nuevo tema, “Renegade music”, cuyo álbum saldrá en enero, y el magnético solo con el que inicia “Between angels and insects”.

El show fue de sólo 12 canciones que bastaron para hacer un recorrido por la trayectoria de esta banda fundada en 1993 y cuyo cenit fue a inicios de siglo, pero que siguió experimentando con otros géneros como punk y electrónica. La prueba fue la melodiosa “Scars”, del álbum Getting away with murder (2004), una de las más coreadas de la noche por una generación más joven.

Con todo y la mezcla generacional, la banda desató la energía sin mediar. A esos que el vocalista llamó “la vieja escuela” y a los otros, que por igual aguardaron a que la lluvia cesara durante dos horas antes del show iniciado a las 21:20 horas.

Esta vez no hubo “La cucaracha”, aunque sí una bandera de México con la leyenda “Viva la cucaracha” quizá porque, consideran sus integrantes, han madurado, aunque no como para perder la esencia.

“Hemos crecido, tenemos hijos, pero lo importante es contar historias y no tomarse todo tan en serio”, dice Esperance.

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