A veces una peluca y otras una infidelidad. A veces un edema cerebral, otras una licuadora. El caso es que siempre ha habido una razón de peso para que el amor se acabe en la vida romántica de Silvia Pinal.

Uno de sus primeros novios fue Manolo Fábregas , el pionero y pilar del teatro en el México del siglo XX. Lo conoció siendo ella todavía una preparatoriana, durante un concurso en el que fue princesa. Empezaron a andar de novios y fue muy feliz hasta que la mamá de Pinal le preguntó si se había dado cuenta que don Manolo usaba peluquín.

Silvia se desilucionó pero además, cada que se encontraba, no podía hacer otra cosa más que fijarse en el bisogné. Ahí terminó el idilio.

Con el tiempo y conforme fue madurando, las razones para terminar sus relaciones se volvieron también más complejas. Con Rafael Banquells, su primer esposo, las diferencias fueron a partir de los celos, ya que para entonces Silvia Pinal ya actuaba y deseaba una cosa por encima de todo: libertad.

“Yo ya ganaba mi dinero y quería comprarme cosas pero Rafael era muy celoso; había pasado de un papá celoso –su padre siempre la quiso mantener bajo su control-- a otro 'papá' todavía más celoso”, contó Pinal en su autobiografía.

Ahí mismo platica, por ejemplo, que ella quería comprarse un vestido pero Banquells no se lo permitía porque primero había que pagar la letra de la licuadora. “Yo ya no quería licuadoras, quería libertad”.

Con Gustavo Alatristre la historia fue de mucha complicidad aunque ella resume al que fue su segundo marido con una frase: “era un gángster”. Y cuenta que para conocerla, un día le pregunto al actor y productor de telenovelas Ernesto Alonso : “¿Cuánto me cuesta sentarme junto a Silvia?”.

Se lo preguntó porque en una cena, Alonso estaba sentada junto a Pinal. Y Ernesto le dijo: “Pues quizá ese jarrón chino que está en tu mueblería”.

Su tercer matrimonio fue inexplicable. Por lo menos para ella. “Todo mundo me lo preguntaba… ¿cómo me casé con alguien más joven? Nunca pude responder”, dijo al programa “En compañía de...” respecto a su matrimonio con Enrique Guzmán.

La separación fue igual de amarga. En medio de acusaciones de violencia, Enrique y Silvia vivieron nueve años que hasta ahora sigue causando polémica.

Tulio Hernández

fue su último amor. Dice Silvia Pinal que después de él ya no ha amado. Político priísta y gobernador de Tlaxcala, no sólo amó a la actriz sino que la convirtió en personaje de la política mexicana.

Pero la relación se deterioró luego de que Hernández sufrió varios accidentes. “En el último tuvo un edema cerebral… y poco a poco se le fue agriando el carácter”, cuenta Pinal.

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