
Ben Affleck ha peleado cuerpo a cuerpo en los callejones de Gotham, ha rescatado rehenes en Irán y hasta obtuvo un Oscar escribiendo sobre genios incomprendidos.
Pero esa experiencia no le sirvió en este momento: se le ve como un hombre dubitativo, rígido, tratando de moverse cerca de una bella mujer… sin mirarla a los ojos.
“Requirió, sí, mucho de mí… probablemente no voy a recibir muchas más ofertas de trabajo por mi baile en línea, el teléfono no ha sonado todavía”, dice bromista el actor en entrevista virtual.
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El intento de seducción ocurre en El contador 2, cinta que se estrena el 24 de abril y que lo trae de regreso como Christian Wolff, un contador forense con autismo, mente prodigiosa para los números y entrenamiento militar, pero desarmado ante lo emocional.
Ese esfuerzo se tradujo en una escena de baile incómoda y honesta, que revela la vulnerabilidad del personaje... y de Ben.
“Quiere tener una relación con una mujer, pero está tratando de averiguar cómo hacerlo. No se siente cómodo expresándose, no sabe coquetear exactamente —como muchos de nosotros—. No es fácil para nadie descifrar las relaciones, especialmente al principio”, explica el actor.
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“Creo que lo encantador de esto es cuando alguien se expone para hacer algo en lo que no necesariamente es genial, pero lo intenta. Y yo no tengo el don natural para el baile; por suerte para mí, no se suponía que fuera bueno, al menos eso espero”, añade entre risas.
Vínculo con su pasado
No obstante, la relación más importante en esta historia no es con una mujer, ni con la ley, ni con sus enemigos. Ni siquiera con la acción. Es con su hermano Braxton, interpretado por Jon Bernthal.
En la primera película, de 2016, Bernthal ya había aparecido como un asesino a sueldo. Durante gran parte del filme, se movía en las sombras, eliminando testigos sin que nadie supiera mucho de él.
Christian, por su parte, llevaba una doble vida: resolvía fraudes millonarios para clientes peligrosos mientras era investigado por las autoridades.
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En esta segunda parte, el caos los alcanza de nuevo. Cuando un viejo conocido es asesinado y deja como única pista el mensaje “encuentren al contador”, Christian se ve obligado a retomar sus habilidades, pero también a enfrentar lo que más ha evitado: su pasado.
“Lo hermoso de que esta sea una segunda película es que ahora tienes estos increíbles flashbacks para ver cómo se criaron estos dos chicos y cuál era su relación con su padre. Eso es el meollo de lo que les molesta a ambos: los roles que siempre hemos desempeñado el uno para el otro… estar ahí o no estarlo”, detalla Bernthal.
Acción con entrañas
Para Gavin O’Connor, director de ambas entregas, el deseo de volver a ver en acción a Christian Wolff surgió casi desde que terminó la primera película.
Ben comparte esa visión: El contador tuvo un éxito moderado en taquilla, pero una vida larga en streaming, lo que confirmó que conectaba con la audiencia.
“Me di cuenta de que esa película sigue siendo vista. Además, me encanta este personaje, realmente disfruté interpretarlo. Gavin y yo estábamos muy interesados en traer de vuelta a John y expandir eso, porque sentimos que había mucho más por hacer”.
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O’Connor sabía que no bastaba con construir buenas escenas de pelea. Su intención no era repetir la fórmula de la primera película, sino encontrar nuevas capas en los personajes, especialmente en el vínculo entre los hermanos.
“Lo que queríamos era una historia donde la acción no fuera el fin, sino una consecuencia de lo que estos personajes enfrentan. ¿Cómo están ahora unidos? ¿Qué quieren lograr juntos? ¿Qué los está separando todavía? Todo eso era más importante que las balas”.
Affleck destaca también esa mirada con más detalle. Para él, el verdadero motor de la secuela no era repetir golpes ni seguir la fórmula, sino explorar qué tanto habían cambiado los hermanos.
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“No se trata de hacerlo sentir forzado o como esas películas donde la acción va por delante de todo. Para nosotros, siempre partíamos de los personajes. Cada golpe, cada escena de acción, tenía que significar algo emocionalmente”.
El enfoque fue, justamente, crear una coreografía que hablara más del vínculo que de la violencia. Y para Affleck, eso exigía un tipo distinto de entrega: menos espectáculo, más conexión.
“La acción es justamente como un baile, ¿verdad?”, ironiza Ben. “Es seguir un ritmo. Pero si la acción no tiene una carga emocional y es sólo violencia, ¿a quién le importa? Se trataba de evocar emociones de estos personajes”.
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