La primera película que hizo Agnés Varda, la logró con el dinero que le había dado su mamá.

“¡La hizo como cooperativa y le pagó a cada técnico!”, recuerda orgullosa Rosalie Varda, hija de la cineasta fallecida en marzo, durante una conversación con la prensa.

“A veces no estaba conmigo (en su infancia), tal vez me di cuenta de eso más en la adolescencia, pero siempre fue una buena mamá”.

Rosalie fue la productora de las última cintas de su madre, considerada una de las mujeres más influyentes en el medio cinematográfico mundial.

No estudió cine, recuerda Rosalie, pero eso no le impidió a la directora de Una canta, otra no y Visages villajes, nominada al Oscar 2018, dejar huella.

De 1955 a 2018, Varda dirigió más de 50 filmes, casi uno por año. Compitió en los certámenes de Cannes, Venecia y Berlín, logrando más de 60 premios internacionales.

Su más reciente trabajo, la autobiográfica Varda por Agnés, se estrenó este fin de semana en salas nacionales. En ella se muestra a pionera de la nueva ola francesa y opositora a cualquier pensamiento institucional, durante seis décadas de su vida.

“No creo sea un testamento —subraya Rosalie— sino una conversación para ayudar a entender un poco mejor cómo hizo sus películas”

“Fue fotógrafa en primer lugar, hizo cine sin tener estudios de ello y no importó que fuera mujer, eso no le planteaba ningún problema, así que la idea era mostrar su larga vida de trabajo”, añade.

Varda figuraba en todos lados por su cabello blanco (murió a los 90 años) con las puntas pintadas de rojo.

Su heredera recuerda que su madre un día se pintó las canas y cuando le creció el cabello, dejando ver el blanco, le pareció simpático.

“Siempre aceptó lo nuevo, abrió una cuenta en Instagram y se emocionaba subiendo fotos y diciendo que ya llevaba 3 mil o 5 mil likes, eso demostraba la alegría que tenía”.

Hija de un padre conservador, su mamá entendió joven que lo mejor para salir de ahí era trabajar y, encontró en el cine, un buen pretexto.

Varda por Agnes dura 115 minutos; es producida por Rosalie, quien se considera una socia afortunada de su madre.

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