De acuerdo con las formas que han dominado por casi tres décadas las reuniones anuales de embajadores y cónsules de México, el presidente Peña Nieto presentó esta semana dos mensajes para sus emisarios en el mundo: uno privado, más franco y abierto, y otro público, para el registro mediático y político.

En ambos momentos, el eje fue el mismo: el inminente arribo, el próximo viernes, de Donald Trump al cargo de mayor poder en el mundo, la presidencia de Estados Unidos. Tampoco había otro asunto que interesara más a los integrantes de la diplomacia mexicana, urgidos de argumentos para transmitir a una comunidad global estupefacta ante la incertidumbre que domina al escenario económico de nuestro país.

En la sesión privada —“aunque poco de lo que diga aquí no podría decirlo públicamente”—, Peña Nieto desarrolló uno de los discursos más sólidos que haya emprendido, pero encaró el asunto central con un símil taurino:

“A diferencia del secretario ( de Agricultura, José) Calzada, no soy aficionado a los toros, pero me queda claro que cuando se encara a un rival de esta naturaleza en la arena de la plaza, tienen dos alternativas: una, salir corriendo, aun sabiendo que el toro lo perseguirá para acorralarlo y aplastarlo. La segunda, aguantar a pie firme y lidiarlo con una estrategia inteligente… eso es lo que nosotros haremos”.

El referido encuentro cumplió en esta oportunidad 28 años de celebrarse. Fue establecido ante un quiebre de modelo en el planeta, con la caída del muro de Berlín, el fin de la Guerra Fría y el posterior derrumbe del bloque soviético. En opinión de muchos de los asistentes al foro, la llegada de Trump a la Casa Blanca representará una nueva vuelta de tuerca en la historia mundial.

En esta coyuntura, embajadores y cónsules habían compartido desasosiego por lo que se anticipaba como una curva de aprendizaje de Luis Videgaray como nuevo secretario de Relaciones Exteriores —el tercero en cuatro años—, puesto en el que se estrenó con una frase válida pero políticamente incorrecta: vengo a aprender.

Pero esta imagen se transformó durante los trabajos de la reunión, especialmente con la modalidad adoptada de establecer encuentros “en corto” de Videgaray con grupos pequeños, máximo de 10 embajadores o cónsules.

Tras una breve inducción que buscaba relajar el ambiente, Videgaray pidió a sus interlocutores un apretado resumen del panorama económico y político de las naciones en donde están adscritos. Y les tenía preparada una sorpresa.

Mal la pasó, por ejemplo, el embajador ante Italia, Juan José Guerra Abud, secretario de Medio Ambiente al arranque de la actual administración y considerado el primer jefe del entonces veinteañero Enrique Peña Nieto en el Estado de México.

Cuando le tocó su turno frente a ese pequeño grupo y el canciller, divagó sobre las luces de Roma en la Historia y la Filosofía, pero fue interrumpido por Videgaray, quien lo urgió a explicar la coalición de Berlusconi y el nuevo equilibrio de fuerzas partidistas en la península italiana y su postura frente a las directrices europeas. Guerra intentó retomar el paso, sólo para escuchar un “no, Juan José”, con nuevos indicio de que su jefe, el novel canciller, conocía personalmente a protagonistas clave de la realidad italiana que tuvieron algún tránsito en temas financieros. El señor embajador acabó cediendo que no iba preparado para responder a consultas tan puntuales.

Testimonios recogidos de otros testigos de estos encuentros refieren la misma pauta: un canciller que dominaba los temas y que, por otro lado, exhibía autoridad política frente a muchos diplomáticos por un hecho simple: haber sido el operador, desde Los Pinos o desde Hacienda, de su promoción. En otras palabras, muchos ahí le deben la chamba.

Otro enigma se resolvió durante la reunión: las deferencias de Videgaray y del propio presidente Peña Nieto con el subsecretario Carlos de Icaza, el diplomático de carrera con el más alto rango en Cancillería, parecen confirmar que prevalacerá su influencia y antes incluso podría crecer en la crisis con Estados Unidos, país donde se desempeñó como embajador.

APUNTES: Claudia Ruiz Massieu, cuya cercanía con el presidente Peña Nieto parece prevalecer tras su salida de la Cancillería, es mencionada como relevo en la Secretaría General del PRI, donde Carolina Monroy del Mazo parece tener los días contados tras denunciar en público y en privado la falta de piso parejo en el proceso de selección de candidato oficial para el Estado de México. La llegada de la ex canciller al Institucional supondría una fórmula de equilibrio entre los dos principales precandidatos a la Presidencia, Luis Videgaray, del que es adepto el actual dirigente del tricolor, Enrique Ochoa, y Miguel Ángel Osorio Chong, con quien Ruiz Massieu exhibe una clara cercanía.

rockroberto@gmail.com

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