Si hay todavía una voz poderosa, confiable e incuestionable para esta convocatoria, es la de ella. Se requerirían varios espacios como este para un recuento apenas justo sobre sus méritos académicos, políticos y de luchadora social: la primera mujer mexicana doctorada en Harvard; maestra y directora en la Facultad de Economía de nuestra UNAM en el turbulento año del 68; con Porfirio y Cuauhtémoc, fundadora de la Corriente Democrática desprendida del PRI y luego constructora original del Partido de la Revolución Democrática; primera senadora de la República en representación del Distrito Federal y luego co-redactora de la primera Constitución de la Ciudad de México. Apenas ayer la maestra Ifigenia dio a conocer un documento titulado Llamamiento a la unidad de las izquierdas. Vale la pena reproducir su párrafo sustantivo. A ver quién se atreve a decir que no es cierto o que la maestra exagera.

“El estancamiento económico y el contraste entre las clases sociales cada vez más polarizadas, entre un pequeño grupo concentrador del ingreso y la riqueza y los enormes grupos populares depauperados y marginados; los abusos de poder y la corrupción galopante; la violencia y la inseguridad; la reducción de las libertades públicas y las violaciones sistemáticas a los derechos humanos; la privatización del petróleo y el abandono de su industrialización, el descarado saqueo de nuestros recursos; la crisis educativa y de oportunidades; el encumbramiento del gran capital nacional y extranjero y las amenazas contra nuestro país desde el exterior para hacerlo aún más pobre y dependiente, son sólo expresiones de las políticas que desde hace treinta años prevalecen y que hoy condena y rechaza un 80% de mexicanos que demandamos otra forma de conducir al país”.

Ya sintetizando, Ifigenia Martínez establece que toca a la izquierda dar el primer paso para las transformaciones que requiere el país. Por lo que México demanda ahora más que nunca de una izquierda unida, más comprometida con la democracia y con la lucha por la justicia y la equidad. Aterrizando, invita concretamente “a todos los actores de las distintas fuerzas de izquierda para reconciliarnos y crear las condiciones para ir unidos en las elecciones de 2018”.

Algo que debiera ser muy sencillo atendiendo a una lógica elemental que ni siquiera requeriría de las matemáticas; si acaso de sumas y restas de la aritmética de la escuela primaria. Si extrapolamos la elección del Estado de México a la presidencial de 2018, la suma de votos tan sólo de PRD y Morena garantizaría un triunfo de la izquierda con casi 50 por ciento de la votación. En cambio, si el PRD lleva de aliado al PAN nadie puede asegurar el sentido del voto de sus bases por un candidato al que sientan ajeno. Si Morena va solo, aun con la popularidad de López Obrador, tampoco tendría el triunfo asegurado, porque el PRI hará hasta lo imposible por imponerse tal cual hizo en Edomex.

El problema está en que los dirigentes del PRD y Morena siguen prefiriendo los jugos gástricos a las neuronas y hasta a los latidos del corazón. Y la única que puede volverlos a traer al salón de clase es la maestra Ifigenia: para ver si se siguen comportándose como escuincles malcriados o como hombres del futuro.

Periodista.
ddn_rocha@hotmail.com

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