Justo en el mes en el que se enmarca el Día Internacional de la Mujer se dieron en nuestro país una serie de sucesos que cimbraron conciencias y causaron una indignación que permite advertir lo que aún falta por hacer en la lucha por los derechos de las mujeres y el rompimiento de tabúes y prácticas con sustrato machista.

Comenzamos con lo que vivió Tamara de Anda a partir de la decisión de acudir a un Juzgado Cívico de la Ciudad de México por un “piropo” que para el feminismo es una expresión de micromachismo que no debe pasarse por alto ni minimizarse.

Siguió el homicidio en Chihuahua de Miroslava Breach, quien recibió 8 tiros a mansalva. La periodista trabajaba para La Jornada y El Norte de Juárez y uno de sus temas recurrentes fueron los feminicidios. Ella siguió puntualmente el asesinato de Marisela Escobedo y antes la muerte de Rubí Marisol Freyre. Cubrió temas como el homicidio del líder rarámuri Isidro Baldenegro, defensor del territorio indígena en Chihuahua, y realizó investigaciones sobre empresas mineras y despojo de tierras, además de ejecuciones extrajudiciales, levantones y desapariciones forzadas en su tierra.

El siguiente caso trágico fue la crónica de una muerte que se pudo evitar: la de Emma Gabriela Molina Canto, quien estuvo amenazada por años y vivió varios episodios de violencia en los que la asimetría de poder en relación con su ex esposo fue determinante. Confió en las instituciones, recurrió a ellas y simplemente no le otorgaron las medidas de protección adecuadas con el argumento de que el ex marido está preso. Su muerte ocurrió a plena luz del día en su natal Mérida, una de las ciudades más seguras del país y con más avances en cuanto a la atención de la violencia contra las mujeres.

A la señora Ligia Canto, madre de Emma Gabriela, no le permitieron llorar tranquila a su hija porque continuó recibiendo amenazas en las horas posteriores a la ejecución. Doña Ligia seguirá la lucha de su hija sin importar las consecuencias, pero está en grave riesgo.

La abogada queretana Aleida Quintana, cuyo tema son los feminicidios, a pesar de que ya cuenta con medidas de protección, esta semana fue amenazada por “andar de habladora” y le anuncian que será dañada sexualmente “para que se le quite lo argüendera”.

Cerramos el mes con un dolor que tiene rostro de mujer —frase de una querida amiga—. Me refiero a la resolución sobre el abuso sexual contra Daphne en Veracruz. Las argumentaciones del juez detonaron la rabia social. La sentencia va a ser recurrida y el juez ya está separado de sus funciones.

Se atacó la dignidad, la integridad física y hasta la vida de varias mujeres —y eso que sólo estamos relatando los casos que mediáticamente han trascendido—. En todos ellos, de alguna manera se coartó la libertad de las mujeres. La imposibilidad de expresar libremente lo que querían o no hacer. Incluida la posibilidad de decir hasta aquí.

En el caso de Tamara fue: no tengo por qué soportar que un desconocido me diga cualquier cosa si eso me molesta y yo decido si me molesta o no. En el caso de Miroslava fue la libertad de expresión: quiero dedicarme al periodismo y elegir temas álgidos si es mi deseo. Algo semejante sucede con Aleida y los casos que ha elegido para asumir su defensa. Con Emma Gabriela todo inició cuando quiso decidir en qué momento y de qué manera terminar con una relación y rehacer su vida de acuerdo a sus deseos. En el caso Daphne, el juez se enfocó en la intencionalidad del agresor y no en la voluntad e integridad de la víctima.

Marzo cerró en rojo como el planeta que le da su nombre, pero la lucha por hacer visible lo invisible y evitar que se normalice la violencia contra las mujeres continuará con independencia del mes, día, hora y minuto en el que nos encontremos.

Directora de Derechos Humanos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación

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