Con todo a su favor, se quitaron las máscaras los herederos de Chipinque y cundió la rebelión de los ricos. La revolución de los ricos, había escrito recientemente Carlos Tello, pero se refería a las cifras y a la desigualdad del capital; sin rencor alguno contra los que José López Portillo juró desde la tribuna del Congreso de la Unión: “No nos volverán a saquear”. Pero ni en el año del desplome ni en la fractura fatal con el echeverrismo salieron a la calle y publicaron un manifiesto de reproches y retos al poder político constituido: De la toma de Wall Street al asalto a Los Pinos.

Indirectamente. Y recuperando las formas y modos del futurismo de la era, según ellos, del presidencialismo autoritario. Al que combatieron enarbolando modales cortesanos mientras promovían una democracia electoral que devino en cambio de amos y de mandos. Del cesarismo al rey de oros, con los políticos del vuelco milenario satisfechos con servir de mozos de estribo a los dueños del noventa y tantos por ciento del capital; mientras se multiplicaban los de la pobreza y la afamada clase media emergente se proletarizaba a golpes de crisis recurrentes, de la austeridad presuntamente generadora de crecimiento económico y la solidez como sinónimo de parálisis. Vino el remolino y “alevantó” a los de abajo.

Aquí y en las naciones ricas de la globalidad, donde el rechazo a la clase gobernante, a los políticos y sus partidos condujo trágica, paradójicamente a victorias electorales de la derecha ultra y extrema. Los de nuestro ancièn régime, siempre renovado con la savia matrimonial de los vencedores de hoy con las hijas e hijos de la aristocracia pulquera, luego terrateniente urbana y finalmente cúpula del capitalismo financiero, no tuvieron que volver a saquearnos. Mandan y señalan los límites precisos de la separación Iglesia-Estado, de la división de poderes y de la línea imaginaria que distingue negocios legales y gobiernos legítimos de la audacia empresarial y la corrupción pública. La exposición del 3de3, pública desnudez, es para los que hacen política o sirven en la burocracia. Un conflicto de interés, de esos que alcanzan hasta al presuntamente omnímodo poder presidencial, en la iniciativa privada es habilidad, eficiencia empresarial.

Los de la cúpula tiraron a la basura las mascaras de Chipinque. Hoy toman la calle. Manifiestan su protesta desde la escalinata de la victoria alada del Paseo de la Reforma. Homenaje al Ángel de la dependencia, sin demeritar las alturas alcanzadas por José Ángel Gurría en el ancho y ajeno mundo de la OCDE, de la globalidad, del 0.01%. De las juntas de notables y sotanas a los encuentros discretos o en fastos de las instituciones que pusieron las normas para su beneficio; esquemas de la sustitución de importaciones a puerta cerrada, o aquellas formidables maquinarias para el desarrollo del 6 al 7% anual del PIB: Nacional Financiera, Banco Urbano y de Obras Públicas y la Banca Central como guardián. No de la inflación únicamente, sino de la seguridad para los depositantes y la certeza de que aquí no podía quebrar un banco ni darse un corralito como el de Menem en la Argentina.

Eso y más. Para no derramar llanto por el desmantelamiento del aparato de crédito agrícola y ejidal, de los precios de garantía y los almacenes de depósito. Mucho menos por el desgajamiento de Pemex y la deconstrucción en busca de inversiones extranjeras de alta tecnología y baja disposición al riesgo: Que lo corran los del legado de veneros de petróleo y sus tecnócratas neoliberales de infinita disposición al rentismo. Atrás quedaron los “nostálgicos del pasado”, del nacionalismo revolucionario. Hoy los que acusaron al gobierno de la muerte del patriarca de Nuevo León, bajo la lluvia y de paraguas abiertos que, diría años después Luis Echeverría, no lo dejaron oír la requisitoria del orador en las honras fúnebres del señor Garza Sada.

Los de la llamada cúpula llegaron a integrarse a la clase gobernante. Primero con la agrupación formada por Bruno Pagliai al ritmo y son del alemanismo y sus secuelas. El Conjunto del control empresarial asistiría a las juntas del salinismo que desplazaron a los legisladores de las decisiones económicas. Y ahí siguen los discípulos y grises émulos de Pedro Aspe. Pero los señores de la iniciativa privada que negociaban en las alturas y protestaban mediáticamente han adoptado por primera ocasión las tácticas de la protesta callejera y la abierta amenaza de no pagar impuestos y llegar al paro empresarial. Demandan mano dura del gobierno que no ha controlado las marchas y bloqueos de la Coordinadora. De calles, avenidas y carreteras a los aeropuertos y el transporte ferroviario que se había privatizado alegremente.

Nada de lo que exigen es privilegio de los que se saben dueños, de los que hacen como que hacen política. Es incontenible el caos anarquizante manejado con experiencia de décadas por los maestros de la Coordinadora y los activistas aferrados al ideal guerrillero. Y es justo que los afectados demanden al gobierno poner orden y no es extremista su reclamo de aplicar el dura lex sed lex. Lo inconmensurable es que en la rebelión de los ricos sigan la vía del futurismo sexenal del PRI y los golpes bajos en busca de inclinar la balanza de la sucesión presidencial. No estaría mal que lo hicieran desde la militancia de un partido de nuestro sistema plural. Dirán, desde luego, que desde antes del vuelco y la docena trágica los priístas están tan a la derecha como los panistas.

Ah, pero asoman la oreja al hablar desde las barricadas el operador de Mexicanos Primero, promotor de una educación pública de calidad, en la que lo laico termina donde empieza el derecho de la mayoría de los padres a que el estado eduque a su hijos conforme a la religión que profesa la mayoría. Claudio X González podría ser Claudio XI: Hace futurismo al calificar de ineficaz a Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación, a quien las desoladas izquierdas demandan diálogo en la plaza pública, mientras desde la derecha de la modernidad extrema le exigen aplicar la antigua mano dura. Represión en lugar de la “blandengue negociación”.

En su nuevo estilo de predicador que reclama la actitud poco “cristiana” del gobierno, López Obrador se dirigió a Enrique Peña Nieto dándole trato de Presidente. Pero el de Morena le pide que deje el Poder para que algo quede a los que vienen. De Tabasco, preferentemente.

La rebelión de los ricos es llamado a tomar posiciones en el combate. El gabinete presidencial es palenque en el que soltadores y amarradores hacen su juego. Alzan la voz quienes aseguran que Videgaray hace recortes donde reduzca el filo de los adversarios. Y los del dinero ya piden que cierren las puertas.

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