Yo no sé si mataron y quemaron a los 43 normalistas en el basurero de Cocula. La neta, no tengo la menor idea. Como periodista no estuve ahí y no me consta. Tampoco puedo decirle porque no soy experta en peritajes ni termodinámica, fuego, biología, geología o en alguna de las especialidades que participaron para crear los dos dictámenes que tenemos hasta el momento. Creo que la mayoría de los que esto leen, tampoco.

Los dos peritajes muestran aparentes verdades excluyentes: el de José Torero —el perito solitito que fue durante 20 minutos a visitar el basurero de Cocula— dice que no, que no se puede; los 487 dictámenes periciales —como recordaba ayer Héctor de Mauléon en su columna, hechos por expertos de la PGR, UNAM y hasta el Instituto Mexicano del Petróleo— dicen que sí, que ahí fue o pudo ser.

Lo que sí sé es esto: no necesariamente porque lo digan más personas o más expertos es verdad algo. Por la única razón de que haya una “mayoría” aplastante de 487 dictámenes contra 1 haría menos cierto este último. No es una encuesta democrática en la que el voto de todos vale lo mismo, como me lo decía el otro día un amigo, Sabino Bastidas.

Este debate me hizo recordar dos cosas: un comercial de Whiskas y la biografía de Copérnico y Galileo.

Recordarán el famoso comercial de esa marca de comida para felinos. Decía: “8 de cada 10 gatos prefieren Whiskas” como señal indudable de que era la mejor. Podríamos también decir que 8 ¡o hasta 9! de cada 10 mexicanos prefieren tacos para comer y no necesariamente es la mejor comida.

Dirá usted querida lectora, lector: no inventes Katia, es diferente. Estos son expertos autorizados por su conocimiento. Sí, no es lo mismo, pero lo escribí sólo para ilustrar que el argumento de que la “mayoría” —sólo por ser mayoría— no es suficiente.

Quizá usted dirá que es por razones de fe o de incredulidad que “hay que irle” a uno u otro. O quizá por el que desconfía menos de uno o de otro.

Veámoslo de otra manera entonces: partamos del supuesto de que todos son expertos y que todos hicieron su mejor trabajo.

Ahí fue cuando pensé en Nicolás Copérnico (1473-1543) y Galileo Galilei (1564-1642).

Los dos vivieron en un tiempo en el que muchos, es más, todos los expertos de ese momento (casi todos ligados a la Iglesia Católica) creían que la Tierra era el centro del Universo y que el Sol giraba alrededor de nuestro planeta. Era dogma de fe; pensar de otra manera contradecía la Biblia. También era verdad científica comprobable por todos los no expertos: el Sol sale de un lado se oculta por el otro, ¿no? (así es, aparentemente, a la fecha).

Copérnico fue el primero que dijo que no era así y planteó que más bien era al revés: la Tierra giraba sobre su eje y alrededor del Sol. Lo dijo “suavecito”, como teoría. Tenía sentido que el Creador pusiera la fuente de iluminación al centro, dijo.

Fue hasta 1616 cuando Galileo fue a Roma y, con argumentos científicos, decir que no era así, retomando la teoría de Copérnico. La reacción de la Iglesia no fue nada modosita. Mucho peor cuando se atrevió a defender su argumento. Lo juzgaron en la Santa Inquisición, le hicieron abjurar de rodillas en 1633, lo mandaron al equivalente de prisión domiciliaria. Recuerde que, dice la leyenda, terminó con su célebre “Y sin embargo, se mueve”. Fue hasta 1992 que Juan Pablo II admitió que los teólogos se habían equivocado hacía sólo 359 años (luego las reivindicaciones tardan un poco).

No digo que Torero sea el “galileo” de las periciales de Ayotzinapa. Sólo que hay que considerar que un experto que no coincida con todos los demás (¡aunque sean 487! ¡aunque haya estado 20 minutos!) podría tener razón. Ya tendremos un tercer peritaje en el afán de “desempatar” el marcador, pero es, de nuevo, la teoría de que las mayorías no se equivocan.

Quizá es que, como decía Ángela Buitrago del GIEI, hay procesos tan complejos que la verdad surge del diálogo. Ayer también, en el Encuentro Internacional de Periodismo organizado por EL UNIVERSAL, Fernando Savater decía algo parecido: la verdad es la chispa que surge entre dos piedras que chocan.

Ahora mal, como este es un caso penal, ni usted ni la PGR ni el GIEI ni los papás de los 43 ni mucho menos yo vamos a decidir nada.

Así que será un juez o jueza (o en todo caso, dentro de algún tiempo la Suprema Corte de Justicia de la Nación o dentro de algunos años la Corte Interamericana de Derechos Humanos) quienes, como Poder Judicial —nacional o supranacional— tendrán qué decirnos, más allá de peritajes, verdades o mentiras históricas, cuál es la verdad jurídica.

Aún no se sabe quién será el juez que se sacará esta rifa del tigre ahora que todo el tema Ayotzinapa se unificará a una sola causa penal, pero apunta a que podría recaer en el Juzgado tercero de distrito en procesos penales con sede en Matamoros, Tamaulipas. El juez se llama Jorge Guillermo García Suárez Campos.

Abogado por la Universidad de Sonora, el 9 de julio de 2013 rindió protesta como Juez ante el pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Fue secretario en varios tribunales del país y juez en Tamaulipas.

En marzo de 2014 ordenó acción penal contra Joaquín El Chapo Guzmán, su quinto proceso, por delitos contra la salud y delincuencia organizada, en torno a la detención de un grupo de ex colaboradores del capo.

Así que Arturo Escobar, exlíder del Partido Verde el nuevo subsecretario de “prevención y Participación Ciudadana” de la secretaría de Gobernación, el que se encargará de diseñar acciones y políticas públicas para prevenir el delito. Mmm, qué interesante.

María Elena Morera decía ayer: “Es como si en la CONADE nombraran a Roberto Madrazo” (ya ve que él sabe mejor que nadie cómo hacer maratones en menos tiempo).

Si esa es la idea tengo dos propuestas más: que Andrés de Oteyza, de OHL, mejor ya sea, de plano, el titular de la secretaría de Comunicaciones y Transportes. Ahora que ahora que políticos viej… digo, con experiencia regresan, que Arturo Montiel se encargue del Sistema Nacional Anticorrupción.

Aunque no fue ayer, como el ultimátum que pusieron los padres de #Ayotzinapa, todo indica que sí, pronto, antes del primer aniversario, Enrique Peña Nieto se reunirá con ellos. Están en los últimos detalles.

De los 5 expertos, ya sólo quedan dos en México: Carlos Beristain y Francisco Cox. Y EPN insiste en que estén todos. Están dialogando con los demás para ver si se pueden regresar. Claudia Paz y Paz es la más complicada: por razones personales tiene que pasar un tiempo en Estados Unidos pero ya lo estaría resolviendo. También se discuten los términos de la ampliación del plazo para que continúen con su mandato.

Los padres de los 43 (a quienes hay que reconocer y agradecer que el tema siga pese a todo) ya también están pensando qué plantear en la reunión con EPN. Hay que reconocer que de ellos y sus asesores vino la propuesta de que el GIEI de la CIDH.

Los padres trabajan su propuesta en dos líneas: la búsqueda de los normalistas, de la verdad y la justicia y también --ojo-- que se finquen responsabilidades claras a servidores públicos. Tururu tururú.

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