Aparte de la natación, la caza o la pesca, los habitantes de la América precolombina practicaban muchos otros deportes. Para ello habilitaron canchas y recintos especiales, algunos de los cuales aun se conservan. En general, se sabe que el desarrollo social y cultural de los pueblos originarios estuvo acompañado de actividades deportivas relacionadas con fenómenos naturales y con la lucha entre deidades. Así, según un artículo de la Enciclopedia mundial del deporte, para proteger a los asistentes de las inclemencias del tiempo “los incas construyeron vastísimas salas que medían alrededor de 150 metros de largo por 50 de ancho. En Cuzco, muy castigado por el clima lluvioso, llegaron a levantarse cuatro salas de este tipo, la mayor de las cuales podía cobijar a tres mil espectadores. Así, los incas, dando pruebas de un grado de iniciativa poco corriente, sintieron la necesidad de construir salas para cobijar sus actividades folklóricas y deportivas. Estas construcciones de madera, llamadas galpones los convierten sin ninguna duda en los pioneros de la arquitectura deportiva”.

También los guaraníes habilitaron canchas para jugar a la pelota. Medían cien, ciento cincuenta o doscientos metros de largo, por diez o veinte de ancho. En un artículo del jesuita José Manuel Paramás, escrito en 1755, se lee: “En los días festivos, por la tarde, solían jugar también a la pelota, la cual aunque de goma maciza, era tan liviana y ligera que, una vez recibido el impulso, seguía dando botes por un buen espacio, si pararse. Los guaraníes no lanzaban la pelota con la mano, como nosotros, sino con la parte superior del pie descalzo, enviándola y devolviéndola con gran ligereza y precisión”.

En México y Centroamérica, junto a las majestuosas pirámides escalonadas, hay imponentes monumentos arquitectónicos diseñados en formas de doble letra T, también destinados al el juego pelota. Destacan por sus dimensiones las de Chichén Itzá, Uxmal, Copan, Palenque y Monte Albán. Junto a las grandiosas pirámides de Teotihuacán, también hay vestigios de una cancha en forma de doble letra T, similar a las de otros lugares. Para nuestros antepasados, el juego es la representación de acontecimientos cósmicos, y el resultado, una revelación de los designios divinos. Muchos de estos espacios simbolizan el universo. Así, la lucha entre contrarios sostiene al mundo, lo que motiva el fervor de los jugadores en su anhelo de servir a los dioses y contribuir al mantenimiento del universo.

rjavier_vargas@terra.com.mx

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