Ya era tiempo. Sí, el futbol nos demostró una vez más que la justicia llega en el momento indicado, que el honor aparece para quien ha trabajado por él, que la grandeza no es de unos cuantos y que el trofeo sólo podía ser levantado por quien hizo más méritos para merecerlo.

Chile vive y disfruta por primera vez las mieles de levantar la Copa América, la que lo acredita como el mejor representativo de su área.

La mirada de Alexis Sánchez no anticipó la explosión que sus botines generarían en la grada; todo era nerviosismo, expectativa y por qué no, también miedo. Las manos se unieron en señal de esperanza, los abrazos entre sus compañeros reflejaron la angustia, pero al mismo tiempo, la impaciencia por saber qué le deparaba a Chile el futuro.

El nombre del campeón estaba en el aire, el destino de una nación ávida por el reconocimiento en su propia tierra; todo estaba en los pies de Alexis, un hombre que tenía reservado lo mejor para el último suspiro.

Tras las inesperadas fallas de Argentina, la señal que indicaba el recorrido más esperado desde los 11 pasos llegó; entonces, el tiempo pareció detenerse y por un instante pasó por mi mente que era el momento de compartir la alegría de un país y la desilusión del otro.

Los polvos mágicos surtieron efecto. Con sangre fría, sin temor alguno, sacudiéndose la presión de cargar con la ilusión de miles de personas en los hombros, Alexis tuvo el atrevimiento de cobrar ¡a lo Panenka!

El balón cruzó lentamente la meta, tal y como si quisiera alargar la agonía de la eterna y muy luchada final. Miles de sentimientos estallaron sobre el terreno de juego y también en la tribuna, Chile había escrito una historia perfecta en esta edición del certamen.

El equipo que más goles anotó, el dominador absoluto que no permitió que ningún rival lo superara en posesión, el que más remates hizo al marco, el menos goleado, simple y sencillamente, el mejor.

Los abrazos y saltos de felicidad opacaron las lágrimas de un Mascherano que no encontró consuelo alguno al verse una vez más subcampeón, y de un Messi que ni siquiera tuvo fuerza para aceptarse el mejor jugador del certamen.

Esta vez, los polvos mágicos fueron derramados sobre el que mayores argumentos presentó. Qué orgullo para los andinos atestiguar la que podría catalogarse como la mejor plantilla en mucho tiempo. ¡Felicidades, campeón!

Twitter: @InesSainzG

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