Jorge Vergara ha tomado una decisión de alto riesgo, la enésima desde que compró al equipo Guadalajara: despedir a medio torneo a José Manuel de la Torre y contratar al argentino Matías Almeyda, un técnico que no está familiarizado con el medio futbolístico mexicano.

Hubiera sido razonable mantener al ‘Chepo’, considerando que conoce perfectamente al plantel y que sólo falta lo que resta de esta campaña y el próximo torneo para que se defina si las Chivas descienden al circuito de ascenso o permanecen en la Primera División.

El Guadalajara tiene la desventaja de que no cuenta con un plantel basto. Para este torneo se desprendió de 16 jugadores y contrató únicamente a 4, fortaleciendo de manera increíble a los Dorados de Sinaloa, rivales directos en la lucha por no caer a la Liga de Ascenso. De entre los que llegaron, Cota, Hernández y Alanís ni siquiera han sido titulares. A la problemática se añade la separación del incorregible Ángel Reyna y un hospitalillo integrado por jugadores importantes: Pereira, Brizuela, Fabián y el propio Alanís.

Llega Matías Almeyda, quien descendió con River Plate como jugador y ascendió con ese equipo bonaerense como su entrenador. Para conocerlo mejor, es menester leer el centenar de interesantes respuestas que dio a Diego Borinsky de El Gráfico en el número de diciembre de 2009. No tienen desperdicio. Están disponibles en Internet.

En la dilatada entrevista, amén de contar numerosas anécdotas, el melenudo entrenador no tiene empacho en reconocer sus problemas de depresión, los ataques de pánico que sufrió en repetidas ocasiones y la forma en que, ayudado por su mujer y sus tres hijas, logró salir de aquel espantoso berenjenal. A pregunta expresa de Borinsky, acepta tácitamente la idea del suicidio o por lo menos no niega que le haya pasado por la cabeza en aquellos años de tribulación.

Merece, sí, como cualquiera, el beneficio de la duda, pero llega sin conocer a fondo este medio y se une sorpresivamente a la institución y el dueño más volátiles del universo futbolero. Deberá tener en cuenta que Jorge Vergara es cambiante como un semáforo.

¿Se espantó? Dio la impresión de que el bisoño César Ramos no quedó plenamente convencido de las decisiones radicales que tomó en el primer tiempo del duelo entre América y Tigres (expulsar a Benedetto y a Sambueza con dos minutos de diferencia) y claramente cambió su forma de arbitrar en la segunda mitad. ¿Por qué cambió de línea? Dejó en la cancha a Arroyo tras burdo patadón a Damm y expulsó injustamente al chavo del nombre alemán, en evidente e innecesaria compensación. Su pifia quedó en evidencia al proceder la apelación que interpuso el conjunto felino. Ramos se dejó regañar en repetidas ocasiones por los jugadores americanistas y aunque al echar a Damm perdió el norte, aún así ganaron merecidamente los del Norte.

heribertomurrieta65@gmail.com

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