Con la elección de Donald Trump, el mercado global dio señales positivas, lo que explica el alza de varias bolsas, aunque no así en la Bolsa Mexicana. Esta fue clara en la bolsa estadounidense (S&P500) y la canadiense (S&P/TSX COMP), además de algunas asiáticas.

Los inversionistas distinguen entre diferentes economías por su propia perspectiva económica, así como entre acciones y bonos. El auge de tres décadas de los bonos parece haber llegado a su fin, pues el nuevo gobierno estadounidense está dispuesto a impulsar un programa pro-crecimiento.

Ese es el mensaje. Su programa se conoce en economía como de impulso de la oferta y es apropiado cuando la demanda es débil y sin visos de mejora, como ha sido desde 2010.

Para empezar, Trump tiene un ambicioso programa de gasto de infraestructura. También, una agresiva reducción de impuestos a las empresas y personas, para las primeras a una tasa de 15%, del 39.6% actual.

También hay un programa de desrregulación, que los políticos convencionales ignoran cada vez que se les ocurre una nueva regulación (desde un nuevo registro fiscal hasta una nueva verificación de automóviles). Lo que causan es estorbar y encarecer la actividad, sobre todo de pequeñas empresas. En Estados Unidos una desregulación a los niveles de regulaciones que había en 1994 puede ahorrar hasta 6% de su producto (PIB) en costos.

También incluye la derogación de la ley de salud de Obama, pues ésta elevó en exceso los costos de las primas para los afiliados, aunque el cambio propuesto por Trump preservaría varias cosas buenas del actual régimen. Más reducción de costos.

El programa de Trump incluye una tasa de 10% para la repatriación de enormes saldos líquidos que tienen las empresas estadounidenses en el exterior por 2 billones de dólares (2 trillones estadounidenses o el 11% de su Producto Interno Bruto). Si tienen tanto dinero proveniente de utilidades acumuladas es porque no han visto oportunidades de invertirlos hasta ahora.

La preocupación sobre el programa de Trump está en sus señales al proteccionismo comercial. Visto objetivamente y con datos, éste es inevitable, pues resulta de un larguísimo periodo de superávits comerciales por algunos países en contra de Estados Unidos y pérdida de empleo en su industria manufacturera. Como el progreso de la clase media está ligado a esta industria y a sus salarios bien remunerados, será difícil evitar la protección. Los países más abiertos también recibieron más emigración extranjera que la que pueden sostener, acentuando el resentimiento interno contra la apertura y la exportación de empleos, error de los receptores y los expulsores de personas.

El desbalance actual en el mundo entre países deficitarios y superavitarios indica que el estímulo interno de este programa en lo posible debe mantenerse en la economía interna. Estados Unidos sólo representa 26% del PIB mundial, cuando después de la segunda guerra representaba 50%. Por eso ya no puede impulsar con sus importaciones a toda la economía global ni tampoco puede ser el policía del mundo.

Aun más, porque su expansión fiscal agresiva dará lugar a un dólar muy fuerte y por lo tanto al riesgo de un déficit corriente externo. Por lo mismo, la oportunidad del impulso de Trump sólo está ahí para 2-3 años y debe aprovecharla al máximo.

Este programa se malinterpreta como “populismo”, término sobreutilizado, carente de valor analítico y que impide el juicio de las cosas por sus propios méritos. A México este cambio lo agarra mal parado y de ahí que no debería confundirse con simplificaciones de una realidad compleja.

Analista económico.

rograro@gmail.com

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