Estuve en la Cátedra Vargas Llosa en días pasados en la capital peruana. El espíritu de la Cátedra y del Premio Vargas Llosa, que encabeza J.J. Armas Marcelo con un estupendo equipo, es hacer lazos entre los escritores hispanohablantes, convocar una comunidad de lectores, hacer del español la hermandad literaria donde nos podemos reconocer y encontrar. Entre conversatorios en distintos foros universitarios y públicos de Lima sobre temas de la creación, el libro, la novela hoy, etc, el suspenso sobre el ganador del premio para esa emisión acompañó los días. Con un ánimo a la Highsmith, convivimos con los cinco finalistas y con el jurado que se encierra a deliberar para dar a conocer al cierre de la Cátedra el resultado. Para fortuna de los que estuvimos allí, no así para los concursantes que pasan días extraños sin saber el destino de la bala en esa ruleta rusa, tuvimos la posibilidad de escuchar qué historia cuenta cada novela y de dónde surge: los motivos del autor. Todo ello, ahora que sabemos que el chileno Carlos Franz, resultó el ganador de cien mil dólares y del prestigio que el premio lleva, me pareció una arena interesante para observar qué se está escribiendo ahora en los países del orbe hispano. Cinco finalistas entre doscientas y tantas novelas recibidas (debieron ser publicadas en los dos años anteriores al premio: 2014, 2015) son un retrato de temas y estilos de nuestro tiempo. Quizás el privilegio hubiese sido escuchar la discusión del jurado compuesto por cinco escritores y académicos de distintos países. ¿Qué se premia cuándo se premia?

Juan Gabriel Vásquez, colombiano, escritor joven y exitoso que ya había ganado el premio Alfaguara con su estupenda El ruido de las cosas al caer, y que fue finalista del premio Vargas Llosa anterior, ahora participó con La forma de las ruinas. Los huesos de Rafael Uribe y Jorge Eliécer Gaitán, asesinados en Bogotá en 1948, que tuvo en sus manos a los pocos días de haber nacido sus gemelas, a quien también tuvo en sus manos, fueron el disparador para la escritura de esta novela que explora el origen de la violencia en su país. Renato Cisneros, periodista peruano, escribe La distancia que nos separa, indagando sobre su padre, el Gaucho Cisneros, cuya dimensión política y atrocidades encara, ha causado revuelo en Perú. Héctor Aguilar Camín en su conmovedora Adiós a los padres hace un recuento de quiénes eran sus padres que vienen a la ciudad de México desde Chetumal donde el abuelo maderero y cacique despoja al hijo y orilla a la familia al exilio en el DF. Aguilar Camín explicó que nada era ficción, todo era historia familiar documentada, “una historia de las emociones”. Carlos Franz escribió Si te vieran con mis ojos cuando supo que Carlos Darwin y el pintor Mauricio Rugendas habían coincidido en Valparaíso en el mismo mes. La historia de amor de Rugendas por Carmen Arriagadas, esposa de un banquero, es el conflicto central que une a los tres personajes del siglo XIX en una suerte de ficción histórica. Rita Indiana, dominicana, la única mujer entre los finalistas, escribe una historia futurista en La mucama de Omicunlé donde un grupo de artistas se reúne en una casa aislada y discute varios temas, en donde lo popular se mezcla con el arte contemporáneo, las relaciones queer, la santería. Una novela donde el lenguaje y la música son parte de esa mezcla insular.

Pareciera que el interés por la historia reciente de los países nuestros, especialmente los de dictaduras y violencia son heridas que se tienen que mirar desde la escritura. Pero la historia de los personajes públicos está contemplada desde la lupa de lo íntimo: la relación con el padre o el nacimiento de los hijos (Cisneros y Vásquez). O la historia personal es la que rige la mirada sobre lo externo, sobre el poder en las familias, sobre el despojo y la compasión humana (como en el caso de Aguilar Camín). O los personajes en la historia de un país son acicate para contar un tiempo épico a través de pasiones —el amor, la ciencia, la pintura— (Franz). O los dilemas de una encerrona de artistas en un mundo desprovisto de épica y armado de conceptos es la visión de futuro (Indiana).

En esta foto literaria del mundo hispano, el interés por el documento y el pasado rige las pulsiones escriturales, pero no para desmitificar la historia, sino para entrar desde la víscera en la comprensión del mal y nuestro papel en él. Sin duda el dilema rulfiano —vine a buscar a mi padre— sea el progenitor, o el país en el que uno vive, es vena de la escritura del siglo XXI desde generaciones diversas (30 años separan a Cisneros de Aguilar Camín). Que sólo haya una mujer me hace preguntarme si la pregunta rulfiana también está en nuestra mirada, ese careo con la historia con mayúscula. El llamado faction late en el centro de un mundo que necesita ser documentado pues la realidad atroz es un atributo de la ficción. El jurado señaló como atributo para darle el premio a Carlos Franz su poder de construir un personaje femenino como la Carmen que amó Rugendas. Todo ello hace pensar que crear personajes memorables sigue siendo, como lo fue desde el Quijote, asunto central de la literatura. Dejemos los apuntes en la mesa para seguir leyendo y conversando.

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