Los resultados de la pasada jornada electoral, deben ser apreciados en su justa dimensión, dada su trascendencia para la consolidación democrática de México. El 5 de junio de 2016 puede constituirse en el parteaguas que marcó el inicio del fin para los resabios del viejo régimen priista que aún medran en el sistema político mexicano.

Este domingo ha resultado un día histórico en más de un sentido. Una jornada ejemplar, por la alta participación de los ciudadanos en la mayoría de las entidades, donde no obstante las campañas negras, la guerra sucia y la amenaza de brotes de violencia, los votantes ejercieron su derecho a exigir en las urnas un mejor país.

Para Acción Nacional, se trata de la primera vez en su historia que en una sola jornada logra triunfar en más de tres elecciones estatales. Las siete gubernaturas obtenidas, marcan una sólida recuperación de la competitividad electoral del partido, así como el que la ciudadanía ha otorgado de nueva cuenta su confianza, identificándose con su ideario y propuestas. El crecimiento de 10 puntos en el porcentaje de la votación con respecto al proceso de 2015, así lo atestigua.

Fue un gran esfuerzo de todos, de los candidatos, de sus equipos, de cada uno de nuestros militantes, y por supuesto, del presidente Ricardo Anaya. Juntos logramos cambiar el mapa político nacional. Las victorias en los estados dejan al panismo como la fuerza política mejor posicionada de frente tanto a los procesos electorales de 2017, como a la sucesión presidencial del 2018. Ahora el reto es que al mejor estilo del PAN, los nuevos gobiernos den buenos resultados.

En la otra cara de la moneda, el PRI-Verde y el Gobierno han vivido indiscutiblemente uno de sus descalabros más dolorosos e inesperados. De nueve gubernaturas que aseguraba tener ya en la bolsa, sólo obtiene cinco, perdiendo varias de las principales como Veracruz y Chihuahua, de vital importancia dado su número de electores y el peso de sus economías. Nada los había preparado para el rechazo que sufrieron por parte de los electores en las urnas.

Dentro de los estados rescatados del yugo priista, Tamaulipas, Durango y Veracruz formaron parte durante 86 años de las nueve entidades federativas que no conocían la alternancia política, mientras que Quintana Roo adquirió la membresía para este tristemente célebre “club”, desde su creación como estado en 1974.

Ahora, gracias al cambio de gobierno, en los próximos años se abre la inmejorable oportunidad para que en estos cuatro estados se acelere la transición democrática, desmantelándose de manera definitiva las redes gubernamentales de complicidades, corrupción y contubernio con los poderes fácticos que han asfixiado por décadas su progreso político, económico y social.

Otra lección del pasado domingo, es la importancia de las alianzas entre las fuerzas políticas opositoras para impulsar el cambio en las administraciones estatales que se empecinan en impedir el libre juego democrático. El colmo fue que el PRI en la búsqueda de mantener el poder realizó alianzas con varios partidos políticos en todos los Estados y de forma cínica criticó e hizo todos los esfuerzos posibles por impedir las alianzas PAN-PRD; finalmente se acreditó que dichas alianzas opositoras si cumplieron cabalmente su cometido.

La victoria en las siete gubernaturas, así como en las elecciones locales de Baja California, a la vez que simbolizan el aval de la sociedad a las propuestas políticas y al desempeño de las administraciones panistas, hacen patente el repudio ciudadano al gobierno peñista y a su incapacidad para corregir el rumbo de un país que pareciera ir a la deriva por más de tres años.

De igual forma, estos resultados han sido el hasta aquí puesto por los electores a los gobiernos totalmente desastrosos, cuando no abiertamente criminales, de personajes como César y Javier Duarte, Egidio Torres o Roberto Borge, todos sumidos en el descrédito, con innumerables cuentas pendientes con la sociedad... y con la justicia.

Tan sólo hay que recordar los casi 20 periodistas asesinados en Veracruz durante la administración de Javier Duarte; el ecocidio del manglar de Tajamar en Quintana Roo, o los depósitos de recursos públicos por 80 mil millones de pesos que el gobernador Duarte de Chihuahua realizó en un banco del que él mismo era inversionista. Y luego el Presidente se pregunta el porqué del mal humor nacional.

Lo ocurrido este domingo no deja lugar a dudas de que el mandato de la ciudadanía es avanzar hacia un cambio de fondo en la actual situación que vive México. A todos nos debe quedar muy claro que la ciudadanía no sólo está de mal humor, está decidida a dejar atrás para siempre, y mientras más pronto mejor, al mal gobierno, a la corrupción, a la impunidad y al retroceso social. La gente ya lo sabe, que cuando participa tiene la última palabra.

*Coordinador del Grupo Parlamentario del PAN en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.

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