El México de nuestros días está marcado aún por una vergonzante desigualdad. Siendo uno de los países con mayor inequidad en el mundo, esta tierra de contrastes alberga lo mismo a uno de los hombres más ricos del orbe, que a comunidades con condiciones equiparables a las del África subsahariana.

El millón y medio de puestos de trabajo presumidos por la Presidencia, se quedan muy cortos respecto de los más de tres millones que se debieron haber creado ya, en la primera mitad del sexenio. En vez de causarles júbilo, esas cifras deberían preocuparlos.

Por ello, la lucha contra la desigualdad en todas sus dimensiones debe ser prioritaria en la agenda de todas las fuerzas políticas y sociales. No se puede combatir a la desigualdad sólo con decálogos de buenas intenciones; es imprescindible obtener resultados para las familias mexicanas. Los ciudadanos desean con urgencia cambios en los hechos, no en los discursos.

En nuestro país, según la Encuesta Nacional de Ingreso-Gasto de los Hogares, de Inegi, 10% de las familias más pobres percibe apenas 1.74% del ingreso, mientras que el 10% más rico se queda con 36.20%. Con un Coeficiente de Gini de 450, sufrimos un nivel de desigualdad similar al de Nigeria, Brasil o Kenia.

Desde sus inicios, el régimen surgido de la Revolución se caracterizó por implementar un modelo de crecimiento concentrador y excluyente. Al mismo tiempo que se han amasado inmensas fortunas, la mayoría de la población ha debido soportar la falta de empleo y vivir con salarios insuficientes para cubrir sus necesidades.

Asimismo, al igual que se propició el surgimiento de grandes empresas monopólicas —tanto públicas como privadas—, la creación de riqueza y empleo se concentró en zonas como el Valle de México, Jalisco o Nuevo León. La mayor parte de los estados se mantuvo a la zaga, quedando varios de ellos al margen de la modernización, especialmente en el sureste.

Ante esta situación las administraciones priístas, más allá del discurso, rara vez se ocuparon en solucionar las profundas desigualdades de toda índole generadas por el modelo de desarrollo impulsado por ellas.

Pues bien, a tres años del regreso del PRI al poder, seguimos en las mismas. Hasta el momento, el crecimiento económico de menos de 2% anual, además de raquítico, se concentra en pocas manos: industrias altamente exportadoras, grandes compañías comerciales y de servicios y, algo inaceptable, empresas contratistas “consentidas” del actual gobierno. Sí, el capitalismo clientelar, o de cuates, continúa, y está más vivo que nunca.

En el ámbito territorial se observa que la expansión económica sigue siendo desigual, concentrándose ahora en algunos de los estados del centro y norte del país. Corroborando esta tendencia, según los más recientes datos del Indicador Trimestral de la Actividad Económica Estatal (ITAEE) de Inegi, durante el primer trimestre de 2015 los estados de mayor dinamismo fueron: Querétaro con 12.3% de incremento con respecto al primer trimestre de 2014; Guanajuato con 8.4%; y Nayarit con 8.2%.

De hecho Guanajuato, Jalisco, Querétaro, Nuevo León y el DF contribuyeron con 53% del crecimiento real del indicador. En contraste, cinco estados presentaron disminuciones.

Con estos datos no es de extrañar que de los 753 mil empleos formales creados en el país entre julio de 2014 y julio de 2015, 58% lo hayan aportado seis estados: DF, Nuevo León, Jalisco, México, Baja California y Guanajuato. Los 72 mil puestos creados en agosto, muestran una tendencia similar.

La desigualdad social y regional representa un freno económico, pues provoca un mercado interno endeble. Mientras persista, seguiremos creciendo a 2% y padeceremos un déficit en la generación de empleo formal.

La propuesta de zonas económicas especiales expuesta por Los Pinos en beneficio del sureste podría ir en el camino correcto, siempre y cuando se plantee adecuadamente.

Asegurar la participación y el apoyo de la población; ofrecer incentivos atractivos a las empresas; construir una infraestructura adecuada; elegir las actividades económicas correctas y formar el capital humano requerido, demandan una gestión pública eficaz. En el PAN vigilaremos estrechamente que este gobierno lleve a cabo correctamente un proyecto de tanta importancia y no se quede todo sólo en discursos vacíos.

Coordinador del Grupo Parlamentario del PAN en la Cámara de Diputados

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